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Economía neogranadina y la apuesta de 1819

El proceso de independencia trajo sacrificios económicos, que cambiaron la forma de producir y de comerciar.

  • ILUSTRACIÓN Ricardo Macía
    ILUSTRACIÓN Ricardo Macía
31 de julio de 2019
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Cuando las tropas de Simón Bolívar entraron victoriosas a Santafé, en 1819, pocos se imaginaban que la joven unión de Nueva Granada y Venezuela lograría llevar los estandartes republicanos hasta el corazón del imperio español en los Andes peruanos y bolivianos. Los historiadores del periodo colonial, acostumbrados a proponer que la economía neogranadina era marginal en el contexto del imperio español, no han ofrecido una respuesta a esta aparente paradoja del cómo, materialmente, esa economía logró mantener una red bélica que acometió una empresa que por algunos momentos pareció quijotesca. No fue fácil. Aún los colombianos sienten las resonancias de eventos lejanos.

La economía neogranadina presentaba características excepcionales en el contexto hispanoamericano. La Nueva Granada era rica en oro, no en plata. El metal amarillo se explotaba en depósitos de aluvión y no en socavones como en las grandes minas de Potosí y Zacatecas. Este sistema minero creó una distribución del ingreso mucho más democrática que en las grandes minas argentíferas. Mazamorreros y esclavos, en diversas magnitudes y circunstancias, accedían al oro y con él iniciaban redes mercantiles que desde los Andes del occidente neogranadino alimentaban los grandes flujos del comercio global. Las regiones del oriente del virreinato como Pamplona, Neiva, Tunja y Socorro enviaban textiles y comestibles que eran ávidamente consumidos por los mineros. Bogotá, Cartagena y Mompós se convirtieron en puntos de distribución donde tejían grandes flujos de mercancías locales y europeas. Quito, al sur, también participaba de dichos flujos al suplir de textiles los centros mineros del pacífico y Popayán. Si bien existía fragmentación, las diversas regiones de la Nueva Granada habían creado importantes conexiones económicas que, una vez superadas las contradicciones políticas de la así llamada Primera República, jugaron un papel clave en sostener la causa de Bolívar posterior a los sucesos de Boyacá.

Naturalmente no todo era minería. Los últimos años del periodo colonial experimentaron el auge de nuevos sectores económicos. La exportación de cacao, algodón, quina y otros productos tropicales permitió a una tupida red de pequeños propietarios mestizos de diferentes puntos del virreinato insertarse en los mercados internacionales. Pese a este dinamismo, o tal vez por ello, la Nueva Granada enviaba pocos excedentes fiscales a la metrópoli. En ocasiones, incluso, el aparato militar español en la Nueva Granada debía absorber excedentes de otros puntos del Imperio para sostenerse. Aunque es materia de debate, el virreinato tenía una presión fiscal relativamente baja. Si bien la rebelión de los Comuneros fracasó en diversos campos, logró que algunos impuestos se mantuvieran a tasas relativamente bajas. La alcabala neogranadina (el IVA de la época) sólo alcanzó al 2 %. Se trataba en efecto de una tasa menor si se le compara con aquella de algunas regiones mexicanas en donde alcanzó el 8 %.

Acceder a estos importantes recursos fue la gran apuesta de Bolívar cuando decidió cruzar los Andes en 1819. Le ayudó, por cierto, la voracidad fiscal de la restauración de las tropas de Pablo Morillo y el recuerdo de las costosas divisiones que siguieron a los sucesos de 1810. Los neogranadinos estuvieron dispuestos, al fin, a sacrificar parte de su dinámica economía para alcanzar un objetivo político. La apuesta trajo costos y beneficios. Entre los primeros, naturalmente, el mantenimiento de un grueso ejército, la interrupción temporal del comercio interno y la destrucción de capitales. Entre los segundos figuran la apertura sin restricciones coloniales a los mercados internacionales y el inicio, si bien incipiente, de la construcción de una nueva red de infraestructura. Después de todo, tanto los ejércitos de Morillo como los de Bolívar adelantaron un ambicioso proyecto de construcción de caminos. El balance de costos y beneficios es materia de debate entre especialistas. Corresponde al lector, naturalmente, ir más allá del balance y apreciar cómo los sucesos de hace 200 años iluminan nuestra economía actual.

*Historiador de la Universidad Nacional de Colombia
con posgrado en economía de la Universidad de los Andes.
Candidato doctoral de la Georgetown University
(Estados Unidos).

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