Despeinada, sin una gota de maquillaje y vestida con el overol café de las reclusas, Daneidy Barrera Rojas apareció en sus primeras entrevistas desde la cárcel El Buen Pastor. Las imágenes, rápidamente difundidas por millones de usuarios en redes sociales reflejan el drástico giro en su vida: de despertar en un lujoso penthouse a dormir sobre un planchón de cemento en una celda penitenciaria. La curiosidad por su nueva realidad ha convertido su testimonio en un fenómeno viral.
El estudio de grabación “Epa Colombia” en la cárcel
Sin embargo, en Colombia hay miles de personas privadas de la libertad, pero no todas tienen la oportunidad de contar su historia ni acceso a un micrófono para amplificar su súplica de redención. Esto plantea una pregunta inevitable: ¿cómo logró “Epa Colombia” montar un espacio de grabación dentro de la cárcel para conceder entrevistas?
Lo primero que hay que aclarar es que la reclusa no tiene control sobre el proceso detrás de una entrevista en prisión. Para que esta se lleve a cabo, el medio de comunicación interesado debe enviar una solicitud formal al Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (Inpec), que evalúa si existen las condiciones para autorizarla.
Si el Inpec da su aprobación, el medio envía una carta, a través del Instituto, a la persona privada de la libertad, en este caso, a “Epa Colombia”. Tanto Daneidy Barrera como su familia firmaron un permiso aceptando la entrevista.
Una vez la reclusa acepta, el medio se encarga de gestionar el ingreso de los equipos, como luces y micrófonos, en coordinación con el Inpec.
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Las entrevistas a Daneidy Barrera en la cárcel
En sus entrevistas, Daneidy aparece sentada en la mesa de una cafetería, con un café con leche frente a ella y dos micrófonos al otro lado. Detrás, una cancha de fútbol y, a un costado, un parque donde juegan los hijos de otras reclusas.
La puesta en escena fue tan sencilla como su apariencia: al natural, con un aire de desesperanza que contrastaba con su discurso. Aunque insiste en mostrarse fuerte, Daneidy Barrera admitió su error y expresó su confianza en que pronto podrá regresar a casa, junto a su hija, que está por cumplir un año.
Desde el punto de vista jurídico, su pronta liberación parece improbable, pero para ella, la fe sigue siendo su mayor certeza.
Este caso ha dejado en evidencia la presión que ejerce el desbordado uso de las redes sociales sobre las decisiones de la justicia en el país. Desde la virtualidad comunidades enteras intentan dictar qué es justo y qué no.
Daneidy fue condenada a cinco años de cárcel por lo delitos de instigación a delinquir con fines terroristas, daño en bien ajeno y perturbación del transporte público, por actos cometidos durante el estallido social del 2021. Sin embargo, el país se ha volcado a catalogar de injusta la condena. Incluso por el propio presidente Gustavo Petro, intervino públicamente reprochando la decisión de la Corte Suprema que confirmó la penalidad.
Un debate que, por ahora, permanece en el terreno virtual, sin mayores repercusiones jurídicas.