El caso del líder social y periodista Eduardo Estrada, asesinado en el departamento de Bolívar el 16 julio de 2001, llegó a hasta un tribunal estadounidense y permitió conocer documentos secretos del CTI colombiano y del Departamento de Estado.
Dicho proceso concluyó con la primera condena de la historia de un juez de ese país contra un exjefe paramilitar por tortura y violaciones graves a los Derechos Humanos, un hecho sin precedentes para Colombia.
Se trata de Carlos Mario Jiménez, alias ‘Macaco’, un temido paramilitar que dirigió el Bloque Central Bolívar de las AUC –al que la justicia ordinaria le atribuye 31.000 víctimas–, y que fue condenado en otro porceso, en 2011, a 33 años de prisión en Estados Unidos por narcotráfico.
Pese a que ya estaba siendo procesado por tráfico de estupefacientes, la denuncia de un grupo de víctimas que pedían que se le juzgara por los múltiples asesinatos que cometió llegó a los tribunales estadounidense en 2010, por lo que esa justicia se tardó más de una década en llegar a conclusiones que presentó el pasado 27 de septiembre.
Sin embargo, el exjefe paramilitar permanece bajo medida de aseguramiento en la cárcel La Picota, de Bogotá, tras ser repatriado al país en 2019 luego de cumplir con un tercio de su primera condena.
Sobre la víctima
Para el municipio de San Pablo, en el sur de Bolívar, Estrada pasó a la historia como un líder y periodista de origen campesino que trabajó por el empoderamiento político de la comunidad y el fortalecimiento de la veeduría ciudadana sobre las alcaldías locales.
Así lo narra un libro conmemorativo publicado por el Centro Nacional de Memoria Histórica, en el que se detalla su lucha por garantizar el derecho a salud y el constante juzgamiento al Plan de Ordenamiento Territorial que le costó la vida a manos de paramilitares de la época que, para ese entonces, mantenían la famosa “ley del silencio”.
Tras integrar varias asociaciones barriales, comunales y municipales, Eduardo se “propuso a crear una emisora comunitaria en la que los ciudadanos tuvieran su propia voz”, una intención que fue mal recibida por los grupos armados ilegales, quienes lo tacharon de apoyar a la guerrilla y lo balearon de muerte cerca al parque municipal.