De todas las ambiciosas reformas que el gobierno de Gustavo Petro se propone sacar adelante en el Congreso, hay una que se destaca y permanece en el corazón del Presidente: la controvertida reforma a la salud. Su accidentado trámite le ha costado al Jefe de Estado la salida de varios de sus máximos escuderos, un lastre de impopularidad que persiste, la ruptura de su coalición legislativa y hasta peleas del más alto calibre con férreos detractores.
De por medio –en su afanosa búsqueda de aliados–, el Ejecutivo ha tenido que echar mano de toda suerte de tretas, desde mermelada y burocracia, hasta intentonas por saltarse a los jefes de los partidos y tranzar con los congresistas. Esa ‘jugadita’ quedó al descubierto esta semana cuando, en un fallido intento, Petro y los suyos intentaron quebrar a los conservadores y pescar a rebeldes, sin calcular que terminarían fortaleciendo al ala oficialista de la colectividad.
Ese toma y dame, sin distingo de partido o ideología, promete acentuarse. Recién arrancó el semestre legislativo y el polémico proyecto –tras un agitado tránsito en Cámara–, aterriza en el Senado, donde deberá superar dos últimos debates antes de ser ley. En medio de las ecuaciones, los juegos del poder, los cálculos burocráticos y las argucias, hay un bando que despierta especial interés para el Gobierno y es estratégico a la hora de inclinar la balanza: la bancada paisa.
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Compuesta por 14 senadores de siete colectividades, se trata de un grupo diverso y fraccionado, pero decisivo para los intereses del Gobierno. Allí sobresalen incondicionales como Isabel Zuleta o Álex Flórez, hasta detractores férreos como Andrés Guerra o Paola Holguín.
EL COLOMBIANO consultó uno a uno a los congresistas antioqueños para saber su voto sobre el proyecto y sus observaciones frente a una iniciativa que, como en el pasado semestre legislativo, promete seguir levantando ampolla y concentrando toda la atención legislativa.
El balance es agridulce para el Gobierno. Si de la bancada paisa se tratara, el proyecto hoy sería derrotado: de 14 congresistas, seis se oponen. Tres le dan un sí y cinco aún no toman una decisión, pero persisten las dudas y un dejo de oposición.
Recién el viernes, algunos congresistas arribaron a Medellín y –de la mano del ministro de Salud, Guillermo Alfonso Jaramillo–, celebraron la décima audiencia pública sobre la reforma. En el papel, se trata de un paso previo a su radicación en la Comisión Séptima (donde el proyecto tendrá su primer envión antes de llegar a la plenaria). El objetivo es recoger insumos y escuchar a la ciudadanía.
Sin embargo, apenas un puñado de congresistas asistió al auditorio Camilo Torres de la Universidad de Antioquia. ¿La razón? Los opositores no dejan de verlo como un saludo a la bandera. “Apenas le dan tres minutos a la gente para que intervenga y varios colegas ni los escuchan. No dejan de ser un formalismo”, criticó un congresista de la bancada que pidió no ser nombrado.
Más allá de reparos de ese calibre, en un sector de la bancada hay un descontento creciente contra el mandatario que llevaría a algunos a decirle no al proyecto. ¿La razón? Los santos óleos que intentó ponerles a cerca de 15 proyectos en la región por valor de $4 billones. Lo anterior, en medio de la controversia por el presupuesto y su tesis de que las inversiones en el departamento son para favorecer a los más adinerados.
Incluso, los más optimistas y leales reconocen el difícil ambiente que atraviesa tanto el proyecto como la relación con la Casa de Nariño. “El ambiente es difícil por naturaleza. Detrás hay un lobby empresarial muy fuerte y hay campañas que fueron financiadas con plata de la salud”, dijo a este diario el senador Álex Flórez.
“Persiste la polarización que contaminó el proyecto en Cámara”, aseguró a su turno el senador Omar de Jesús Restrepo (Comunes). “Aquí no están las fuerzas, todo está dividido”, indicó también la senadora Berenice Bedoya, de la Alianza Social Independiente (ASI).
Incluso, un congresista liberal que pidió no ser nombrado dejó al desnudo el desánimo y llegó a vaticinar que el proyecto no pasará de la Comisión Séptima, donde justamente tienen asiento Restrepo y Bedoya. Incluso, allí también contaba con un escaño la fallecida senadora Piedad Córdoba, sin duda una de las escuderas y cuya ausencia persiste. “La reforma no tiene aval fiscal. Hay cosas que no están claras, como la financiación o la transición. Y hay algo claro: no podemos eliminar las EPS (...) El Gobierno tiene que ceder en algunas”, reconoció la senadora de ASI.
El atolladero en los partidos
En medio del tire y afloje hay una facción dentro de los mismos paisas que resulta estratégica para el Gobierno: los cuatro conservadores, quienes hoy están divididos. En el bando gobiernista, aunque no lo dice en público y no contestó al llamado de este diario, se encuentra el influyente senador Carlos Andrés Trujillo.
El poderoso dirigente itagüiseño fue decisivo para que en su momento los conservadores acompañaran a Petro como partido de gobierno y, en su rol como presidente, intentó orientar los destinos de los godos hacia los intereses del Ejecutivo.
Internamente, hay quienes lo señalan de estar promoviendo una disidencia para que los conservadores no tengan que votar en bancada –lo que implicaría que deban tener una postura conjunta–, sino que queden en libertad para elegir si respaldan o niegan el proyecto. “Trujillo solo tiene a los senadores Miguel Barreto y Liliana Benavides. Nadie más le camina a eso”, sostuvo un congresista paisa.
“Más allá de que voten negativo, pueden terminar haciéndole juego al Gobierno con el quórum. Lo mismo que pasó en Cámara”, advirtió otro senador.
Entre los opositores se cuentan otros dirigentes de peso, como Germán Blanco o Nicolás Echeverry, nada menos que el vicepresidente del Senado. “Son débiles las relaciones entre el Gobierno y los alcaldes. Allá en los territorios están nuestros votos y nadie va a cargar con la impopularidad del proyecto”, agregó otro congresista que pidió reserva de la fuente.
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En la ecuación hay que tener en cuenta a otro partido: La U que, aunque solo cuenta con un senador paisa, tiene una bancada de 10 congresistas que resultan determinantes. “Hay que esperar qué decisión toma Dilian Francisca (Toro). Aunque es gobernadora (del Valle), sigue manejando los hilos. Puede que no le convenga casar pelear con el Gobierno. Es incierto si habrá voto en bancada”, manifestó un representante.
Una situación similar bien podría vivirse en los liberales o los verdes. Por ello, dado que son tantos los indecisos –tanto en la bancada antioqueña como en el Senado en pleno–, que desde la oposición temen que la mermelada y las intentonas de división interna (como la fraguada por el Gobierno con los conservadores), terminen siendo claves a la hora de que un senador u otro voten.
“La mermelada persiste. Estamos en un sistema presidencialista y eso influye. La presión de las redes y los medios jugará un papel vital en la votación final”, concluyó el senador Andrés Guerra (Centro Democrático).
En lo que todos están de acuerdo hoy, al margen de sus partidos e ideologías, es que se necesita una reforma al sistema. De allí que muchos esperen que, por encima de ‘jugaditas’ y puestos, lo que prime en esta discusión sean los argumentos. En juego está un derecho fundamental como la salud y los paisas serán decisivos para su mejoría o deterioro.