Si el partido Fuerza Revolucionara Alternativa del Común, Farc, no contara con la garantía que le entregó el Acuerdo de paz de tener 10 curules fijas (cinco en el Senado y cinco en la Cámara de Representantes), los votos obtenidos ayer en su primera contienda electoral después de dejar las armas no le hubieran alcanzado para obtener un solo escaño.
No obstante, los 52.374 votos obtenidos ayer en las elecciones al Congreso 2018 dejan una lectura en este nuevo escenario electoral: un amplio sector de la sociedad colombiana no cree en sus propuestas, como lo explica Alejo Vargas, director del Centro de Pensamiento y Seguimiento a los Diálogos de Paz de la Universidad Nacional.
“Al partido de la Farc no le fue para nada bien. Aun los más pesimistas dentro de esa colectividad esperaban, por lo menos, el triple de esa votación que para mí es muy pequeña y refleja, entre otras cosas, la inexperiencia e incapacidad de moverse ahora en el mundo de la política”.
A esa inexperiencia política se suma un desarraigo unido a una marca negativa que dejaron en el momento de no cambiar un nombre que, como lo aduce el analista político, Carlos Andrés Cardona, simbólicamente genera dolor.
“La Farc es un partido minoritario, sin arraigo popular, con una marca negativa. Sin embargo, los prefiero en la política que dando bala e impidiendo la participación democrática. Tendrá que pasar mucho tiempo para que ellos sean opción en el poder legislativo y décadas para optar por un poder desde lo ejecutivo. Los veo desconectados y descontextualizados”.