Por @aguirresebas
Durante cinco años acudí a la tribuna sur. No sé bien si eso me hacía ser parte de Los Del Sur o simplemente era un simpatizante más que compartía la fiesta y la tribuna con ellos. Al principio, cuando eran como cincuenta, me metía ahí en el medio, pero esa masa fue creciendo y después era de los que me hacía al ladito o en alguno de los extremos, nunca en el núcleo central.
De 1997 a 2002 disfruté desde ese cemento muchas jornadas gloriosas de mi Atlético Nacional como otras tantas en las que pasamos penas, deportivas y extradeportivas, hasta aquella noche de final de Sudamericana ante San Lorenzo, en la que fue mi última vez en esa tribuna.
La decisión la tomé cuando vi a varios barristas empuñando bengalas y apuntándolas hacia el cuerpo del arquero Sebastián Saja, el partido languidecía en un triste 0-4 en contra, pero más triste aún era el bochornoso espectáculo que se originaba a escasos metros de donde yo estaba.
Desde entonces decidí cambiar de tribuna. Llevo 20 años deambulando por los demás rincones del Atanasio, algunas veces como abonado, otras como hincha común y corriente que compraba su boleta en taquilla y ahora por la web, en algunas ocasiones con cortesías o con carné de prensa. Oriental unos años, preferencia otros, luego norte y así me fui turnando los ángulos, pero nunca volví a sur.
Desde las otras tribunas seguía viendo la fiesta, disfrutándola a lo lejos, pero muy de cerca, y, por qué no, compartiéndola en mis redes sociales cuando estas aparecieron en nuestras vidas, seguía los cantos y saltaba cuando había que saltar. En mi paso por todas las tribunas conocí cantidad de hinchas que se hicieron amigos fugaces por una tarde, otros con quienes hubo más cercanía, todos hinchas del verde, gente tranquila, que disfrutábamos de un gol, de una puteada al rival, de una cerveza afuera del estadio y de una despedida tranquila hasta el siguiente partido.
En norte me hice con los marihuaneros de la baranda, en oriental hice la famosa polla en la que solo salían los defensores centrales, en preferencia comí el mejor palito de queso de la galaxia, pero también el más caro.
Hoy, cuando pasó lo que pasó, y escucho y leo que las directivas y “las barras” (que en algunas partes son generalizadas de forma errónea como “la hinchada” no se ponen de acuerdo y que mi equipo jugará en Barranquilla porque no le prestaron el estadio para un juego de Libertadores, pienso, ¿y a nosotros, los hinchas de a pie, quién nos escucha y nos defiende? ¿Alguien nos tiene en cuenta? ¿Alguien piensa en nosotros?
Hablan entre directivos y “barras”, llegan a acuerdos y desacuerdos, pero en medio estamos miles de hinchas, familias enteras que llevan yendo al Atanasio toda la vida, y pienso en la viejita de norte baja que ojalá me supiera su nombre, de las decenas de barras que se apostan en la baranda de oriental y que lo máximo que harán será entrar el guaro encaletado, las barras de bancolombios, sibaritas y eafitenses en preferencia, todos que nos sentimos perjudicados, sin tener representación y solo con el derecho que nos da comprar una boleta o un abono, quienes queremos solo gozar o sufrir con nuestro equipo, protestar a nuestro modo, pero con la tranquilidad de saber que después de todo, podemos vernos a la cara y respetar las opiniones y posiciones del otro.
¿Alguien nos quiere escuchar?