Por PULSO VERDE
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El profesor Paulo Autori es el cuarto DT que tiene Nacional en menos de dos años y medio. Foto EL COLOMBIANO.
Disyuntivas y diatribas. Muchas dudas. Muchas en letras mayúsculas para un Nacional cuestionado, disminuido y medido por lo bajo. Tristeza, terror, pena, vergüenza, desaliento, incapacidad y muchos otros adjetivos caben para calificar lo que hemos visto a lo largo de este semestre.
El hecho no se remite solo a lo que ha pasado en estos seis meses. Es un cúmulo de desaciertos de dos años en los que rodamos de tumbo en tumbo con decisiones inestables tanto en el orden administrativo como el futbolístico. Luego de esas épocas gloriosas que fueron el 2013, 2014, 2015, 2016 y una parte de 2017, la estantería sucumbió. Fue el fin de una era y el comienzo de otra que no tiene bases sólidas.
Lo del domingo ante el Deportivo Cali no puede sustraerse solo a esa mala tarde, sino a un largo camino andado a punta de trancazos y sin mucho norte. Desde la decisión del TAS, pasando por la conformación de la nómina, hasta la misma actitud de los jugadores (acá no sirve el que baja los brazos) han conminado a Nacional a épocas de dolor e impotencia.
Duele perder. Pero duele en el alma perder en la forma que lo hacen los jugadores de Nacional. Si bien en la victoria ganamos todos y en la derrota buscamos culpables, lo visto en esta montaña rusa es una actitud insulsa de algunos integrantes del equipo. La responsabilidad en parte se le atañe al técnico Paulo Autuori, pero una mayor a fríos “profesionales” que no les importa el calor, la lluvia o las adversidades de hinchas que los van a ver y a alentar a la tribuna.
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Imposible no hablar con apasionamientos cuando faltan tantas cosas. Planteamientos tácticos limitados, puntapiés y balones despejados a como dé lugar, lidia dentro y fuera de casa para sacar resultados con equipos que no valen el sueldo de uno de los perfumados de Nacional. Todo es un vaivén y una suma de realidades oscuras y poco prometedoras.
Hablamos de procesos, pero ¿con quién? La misma inestabilidad que se brinda desde lo administrativo ha llevado a que todo se maneje bajo las emociones y no desde la razón. Todo llevado a que jugadores manejen a su acomodo el camerino. Otros que lleguen a una zona de confort llamada Atlético Nacional y hagan todo para mantenerse, pero no por sobresalir. ¿Así para qué?
Todos llegan por buenos, se desvalorizan por regulares y finalmente se van por malos. Sí, tal cual. No se dan tres pases buenos. A un metro de distancia se falla la puntería. No hay nombres y a veces los mismos canteranos son los que ponen el pecho por aquellos “encopetados”, que piensan más en la mensualidad que en el día a día dentro de la cancha. Faltan muchos argumentos. Toneladas de argumentos para convencer a la hinchada que fecha tras fecha acude al Atanasio sin falta.
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No hay identidad y sangre de la casa. Faltan quiénes sientan la camiseta. A veces por este tipo de comentarios somos juzgados y condenados, pero ya se ha dicho que el hincha es el único estamento que paga por ver y estar. Y si pagamos tenemos derecho a la crítica y si a ellos les pagan con nuestro dinero tienen el deber de recibir la crítica. Siempre de manera respetuosa, claro está.
Es increíble que de 9 puntos solo tengamos 1. ¡Un punto! Nacional había hecho del Atanasio un fortín. A todos el miedo de venir a Medellín se les convertía en pánico y solo hablaban de la grandeza y el palpitar de un estadio que los aminoraba y se los quería tragar. Hoy vienen como uno más, en son de baile, paseo y con puntos casi asegurados en la bolsa. ¿Desde cuándo?
No es una una opinión dirigida a nombres. Es abierta desde los cargos más simples de la administración del verde hasta los más “sobreperfilados” integrantes de la plantilla profesional. Todos tienen que ponerse la camiseta, pero no la de juego. Es la camiseta de la entereza y el compromiso. La que pone el orgullo de por medio. La que enalteció el Turrón Álvarez cuando revivió este club. La que erigió en títulos Zubeldía. La de Pacho y sus Puros Criollos. Por la que vivió Andrés Escobar. La del Loco René, la del profesor Osorio y sus innumerables campeonatos, la de la conquista libertadora de 2016 y la del minuto 94. ¡Es esa!
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Mientras no veamos que esa camiseta traspase la piel seguro tendrán que aguantarse muchos gritos de la tribuna pidiendo “huevo… huevo”. Quizá en su sofá ustedes juzguen que es desmesurado y poco condescendiente. Seguro lo mismo pensarán las familias de miles de hinchas que ven cómo unos pocos les arrebatan a sus seres queridos por un par de horas con toda la felicidad y se los devuelven en un mar de penumbras.
O todos tiramos para el mismo lado por la camiseta verde o se tienen que ir. Finalmente, los nombres pasan y lo único que queda es la institución y la hinchada.
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•SER HINCHA DE NACIONAL ES UN ACTO DE FE• Qué tienen en común un desempleado a la espera de una oferta laboral, aquel que tiene un amor esquivo, el estudiante de la calificación de un examen, el enfermo de un resultado médico o el hincha de Nacional. ¡Todo! – Esperanza viene de esperar y del latín “sperare”. Nosotros, los hinchas verdolagas, nos levantamos los días que hay partido a esperar. Primero que pasen las horas para el juego. Después llegar a tiempo al estadio y ruede el balón. Y finalmente, que los jugadores funcionen como un equipo y que ese día se ponga el dedo sobre la mesa diciendo: ¡hoy sí! Todo es esperanza. – Esperanza que Cuadrado esté fino en el arco. Esperanza y fe para que Helibelton y Machado tiren muchos pases gol. Esperanza que los jóvenes rindan y encajen. Fe que todos corran como Ceppelini, esperanza que Barcos haga su trabajo adelante y Autuori atine. Acto de fe que el hincha esboza cuando baja sus pies de la cama. – Pero no. Todavía esa gracia divina no llega. Esa iluminación es apenas un espejismo. Seguimos confiando, alentando y esperando. Vamos al estadio y acompañamos, pero no llega ese momento. Y seguiremos así. Con todo y los desaciertos que no plantean un futuro cercano mejor. – Seguiremos levantándonos todos estos días con la fe en que ese día sí y que se mantendrá en el tiempo. Difícil eso de creer en lo que no se ve, pero de eso se trata la fe y la esperanza. #PulsoVerdeEC Una publicación compartida por Pulso Verde (@pulsoverdeec) el
Cuando estaban entonando los himnos y sonaba el poema de Don Epifanio MEjia, la camara tomo a cada integrnte de nacional, y para mis adentros pense: “en este equipo ninguna canta el himno, no merecen vestir esa camiseta, asi es imposible sentirla y hacerla respetar”.
En mi opinión, el principal problema de Nacional es estructural: es la forma como la corporación maneja la plantilla. El modelo de negocio de Nacional no es sostenible: Se compran jugadores que rinden en otros equipos, pero llegan a Nacional, y aunque no rindan, los inflan a punta de prensa y redes sociales, a punta de mercadeo; venden jugadores que rinden en Nacional pero sin madurez para otras ligas, que necesitan más fútbol en Nacional, sin importarles si el jugador va a encajar bien. Eso genera inestabilidad en el jugador como individuo y en el equipo. Nacional se volvió un equipo de redes sociales, hecho para esa turba de desadaptados que ingresan al estadio a amenazar a hinchas y jugadores de otros equipos.