Por: May
Una de las características de la existencia es la dicotomía. En la vida se tienen altas y bajas; alegrías y tristezas; aguantes y sufrimientos. La dosis de felicidad casi siempre es inferior a la amargura. El ser humano está hecho para sufrir, ese es su talante.
Sufrimos por los amores, por el equipo, por el trabajo, por los amigos, por la familia, por la religión… y aunque todas estas pesadumbres nos afectan de maneras diferentes, hay 2 que tienen mucho en común: el fútbol y el amor. Son dos hados que se nutren del mismo elíxir divino: la pasión.
Antes del “primer amor” conocí al fútbol. Inicialmente, jugándolo con amigos en las mangas de la barriada, esas de las que hoy quedan pocas; luego, en las canchas “reglamentarias” de colegios, barrios y municipios. Después, desde las tribunas, siguiendo a Nacional. Fue amor a primera vista.
También fue una transición. Pasé del goce puro de “patiar” la pelota en el potrero, donde a cada gambetazo me imaginaba una ovación que me tocaba el alma, a esta ofrenda de hoy que no hace más que testimoniar el desamor.
En las dos últimas salidas de Nacional, las entradas fueron pocas. Ni equipo, ni fútbol, ni puntos y esa cultivada teoría de la vuelta a la tradición, más parece otra frustración idílica. La pasión en el fútbol como en el amor, trae aparejada el sufrimiento, y éste la mayoría de las veces, dobla el corazón o como lo dijo una vez El Diego, habitante perpetúo de muchos corazones “Los jugadores son lo mejor que tiene el fútbol. Yo me equivoqué y pagué por ello, pero la pelota no se mancha”.
En medio de la pasión que evoca el fútbol, surge el clamor de un pueblo que a diario aclama los héroes de otrora.
mas ke una pasion….. aunke noto que algunos jugadores que pasaron por aqui no desean regresar debemos volver a mostrar el cariño que se mostraba hacia los jugadores una decada atras…
aguante a la mejor hinchada del pais..
pa joderlos ustedes estan locos