Jonny Sampedro
TW: @jonnysampedro
La discusión será eterna. La polémica no acabará nunca. Se trataba de elegir a los once mejores jugadores de la historia verde. Al onceno titular de un equipo plagado de glorias, al que las figuras le sobran. Una tarea difícil, e injusta con muchos.
Se escogió lo mejor de cada posición, lo más relevante e influyente. Lo más atractivo para el paladar de una afición acostumbrada al fútbol bien jugado, al espectáculo, al show, al talento. También a la garra y entrega.
Para este ejercicio se necesitaron tres generaciones de una familia numerosa y muy futbolera. Un clan de once varones que se encuentran entre su séptima y sexta década de vida, y una tercera descendencia que ronda los 36 años, y de la que hace parte quien escribe estas letras.
Cientos de partidos vistos en diferentes épocas y estadios. Infinidad de charlas entre amigos de barrio. Largas jornadas de investigación en los archivos de prensa. Docenas de entrevistas a las estrellas del ayer, a periodistas influyentes de diversos tiempos, y, por supuesto, el aporte de los hinchas rivales, que también sufrieron estos referentes. Todos estos apuntes dejaron tendencias, ideas y propuestas que se concretaron en un once ideal.
Un once ideal con jugadores a los que se les reconocieron las condiciones adversas o positivas del pasado y del presente. Los compañeros con los que jugaron, el cariño y la admiración que les brindó la hinchada. La credibilidad que tenían sus técnicos en ellos, y, no faltaba más, su comparación con los otros ¿quién fue mejor?, ¿Cómo quién jugaba él?
Hay que decir que no fue fácil. De verdad, fue complicado. Hubo desencuentros, como los tendrá usted con este texto, y como los tuvimos, porque lo ideal habría sido jugar un 4-2-3-1, y ubicar a Jorge Ortiz como lateral derecho y a Abel Álvarez como compañero de “Tito” Gómez en la primera línea.
Eso nos habría dado un equipo más equilibrado, terrenal y actualizado a los tiempos de hoy. Pero era dejar a Ortiz y Álvarez, y sacar a dos baluartes del ataque. Algo lógico para un técnico, pero inconcebible para el que se hizo hincha por las figuras de avanzada, para el que se divirtió con su magia, para el adn verdolaga.
Por eso este equipo tiene una formación desquiciada. Prioriza lo ofensivo por encima de lo defensivo, y sacrifica un gran lateral para ubicarlo como defensor. Por su esquema sería del estilo Bielsa, o Juan Carlos Osorio para que suene más cercano. Por sus elementos y la tenencia del balón sería del corte de Maturana, o Rueda.
Acá se jugaría con un 3-1-2-1-3, o 3-1-3-3 para que no se enrede. Así como se jugaba hace 40 ó 50 años. Tendría cuatro hombres de vocación defensiva, y seis a los que no les quitarían el balón nunca. “A los que ni el Real Madrid le ganaría”, como dijeron los viejos que participaron de este ejercicio.
En el arco estaría René Higuita. Su técnica bajo los tres palos estuvo un pequeño escalón abajo que la de Raúl Navarro y Franco Armani, pero sus cualidades de líder, de líbero, sus reflejos y sus cualidades de arquero único lo hacen indiscutible.
Goleros que pateen penaltis los hay. Que sean atajadores de estos, también. Que cobren tiros libres, existen. Que salgan con el balón fuera de su arco, son contados. Pero que vayan de una portería a otra con el esférico, que atajen remates con el pecho, la cabeza, los glúteos, de chilena, y que salgan a hacerle sombreros, “ochos”, túneles y amagues a los delanteros sólo habrá uno y es “El Loco”.
René es para Nacional como Pelé al Santos, Maradona al Napoli, Zico al Flamengo, Di Estéfano al Real Madrid, o Cruyff al Ajax. Son únicos en el orbe, están considerados como los mejores de la historia en sus tiempos y posiciones, y su encanto lo disfrutaron en contados equipos.
La zaga posterior
La defensa la quisiéramos de cuatro, pero se compone de tres sujetos como ya explicamos. En la posición de central por derecha jugaría el argentino José Luis Brown, quien llegó en junio de 1983 y se marchó a finales de 1984 para jugar al año siguiente con Boca Juniors.
El “Tata” tenía una gran fortaleza en el juego aéreo defensivo y ofensivo. Claridad en los cierres, y anticipos. Fuerte en el mano a mano, seguro en el inicio de juego y era muy honesto. Gran profesional y de mentalidad fuerte, lo cual le sirvió para jugar con la Selección Argentina que fue campeona de la Copa Mundo de México 1986.
Como líbero iría Andrés Escobar. Un defensor técnico. Excelente cabeceador. De una zurda sutil, nada de reventar la pelota, ni de apurarse en condiciones extremas. Limpio en el quite, y leal en el juego. Cero artimañas con el oponente, solo clase y elegancia. De ahí que se hablara que iba al Milán de Arrigo Sacchi después del Mundial de USA 1994.
Tras estas importantes figuras debería llegar a cubrir la izquierda otro central. Un “Zurdo” López, o un hombre como Óscar Calics o Davinsón Sánchez así fuera con perfil cambiado, o intercambiando puesto con Andrés. Pero no quisimos dejar los laterales afuera. Ya era suficiente e injusto con Jorge Ortiz, no podíamos hacer lo mismo con Diego Osorio, así que optamos por él, también pudiendo hacer lo mismo con León Vila o Gildardo Gómez. Pero nos inclinamos por el atrevimiento, el desparpajo, y las filigranas.
Un “ocho” saliendo al ataque, aplauso del público. Un túnel en la mitad del campo para que las palmas sean más sonoras, para que suene el olé, y la afición se levante. Un sombrerito al rival, o una bicicleta para dejarle claro quién estaba al frente.
De eso se trataba el juego de Diego Osorio. Un volante de creación retrasado y ubicado de lateral izquierdo. Que eludía rivales como sacando postes, que fabricaba espacios y paredes para los delanteros y que hacía unos goles hermosos de media distancia. ¡Crack!
El hombresolo
Dijimos que sería un equipo abierto. Que plantearía los partidos mano a mano, que jugaría, y tal vez, dejaría jugar. Se apoyaría en la tenencia de la “redonda” y cuando tuviera que recuperarla tendría a un hombre destinado para esa labor: Tito Manuel Gómez.
El argentino es lejos, pero años luz el mejor en esa posición en la historia verde. De ida y vuelta. En lo defensivo de una capacidad y despliegue físico tremendo. Enjundia, garra y orgullo. En lo ofensivo muy inteligente, intuitivo, hábil con el útil, buen pasador, proponedor de juego. ¡La pelota se humillaba a sus pies!
A los contertulios se les pide una referencia actual o un símil. Concuerdan que defendiendo sería parecido a un “Totono” Grisales, que atacando un Toni Kroos. ¿Exagerado? Diga lo contrario para que les saque la rabia a los viejos que lo vieron.
Los reyes magos
Por delante de Tito irían como interiores La “Chancha” Fernández y Humberto Turrón Álvarez. El uno por derecha, así no fuera un “ocho”, ni tuviera labores defensivas, y el segundo por izquierda, ahí donde se ubicaba el 10 de antaño, porque sabía jugar con las dos piernas. Suelto, como un enganche, César Cueto.
Sobre estos tres se discute quién fue el mejor jugador de Nacional en toda su historia. Entonces vaya entendiendo de qué se trata. En este caso no hubo acuerdo. Suficiente fue con nombrar once elementos, en medio de tanta abundancia.
Los tres, volantes de creación. Talento, fantasía, y goles. Fútbol lírico, poesía en el césped. La “Chancha”, un genio para proponer juego. Destacado por su dribling, buenas paredes, anotaciones y valentía: mientras más le pegaban, más pedía el balón. Nacional era otro con él en el campo.
Sobre “Turrón” hay que decir que fue el mejor jugador colombiano del “Dorado”. Sí, los años en los que estuvieron Alfredo Di Stéfano, Pedernera y compañía. Clase y personalidad para no amilanarse ante grandes de esos tiempos. Temperamental, actitud de líder y mentalidad ganadora.
Jugador completo: cabeceador, manejo con las dos piernas, gambeta, pasegol, y anotador. Por su panorama, y demás podía jugar en cualquiera de las cinco posiciones de ataque de esos tiempos, pero lucía más como diez. Constantemente lo llamaban de otros equipos colombianos para reforzarlos y enfrentar a los extranjeros que venían a las temporadas de fútbol internacional.
César Cueto. ¡Ay, Dios mío! Todo en él era bueno. Inteligente, sutil, toque corto, toque largo, pisada y taco. Pases precisos. Buen chanfle, acertado en los tiros libres y remates desde los doce pasos. Una zurda descrestante para los rivales, e inspiradora para sus compañeros e hinchas.
De una confianza plena, de esa que el talento garantiza. Dos o tres rivales regados en “una baldosa”, como dice el dicho. O tomar un balón en un córner en contra y decidir eludir tres rivales en su propia área, mientras la tribuna se comía las uñas, y se persignaba.
Dicen que de ser argentino o brasilero, estaría entre los mejores del mundo. Pero nació en el Perú, y afortunadamente jugó por estas latitudes.
¿Y los goles?
Semejante elaboración de juego habría que aprovecharla. Y nada mejor que tres hombres determinantes para culminar la tarea.
Como extremo derecho iría Faustino Asprilla. “Fausto” dio alegría al juego, desequilibrio, gambeta larga y cabalgatas extensas que dejaron a sus rivales lejos, regados, y perdidos. Todo esto con una excelente conducción a esa rapidez, centros precisos con el defensor encima, y buena definición, lo que habla de un jugador dotado técnicamente.
Con Nacional jugó de 1990 a mediados de 1992. Para la temporada de 1993 fue designado como uno de los cinco mejores jugadores de ese año por la Fifa, entonces haga cuentas, analice, tome el quinto mejor jugador del mundo en la actualidad, y piense que juega en Nacional. Sólo así entenderá la trascendencia de Asprilla y el nivel que mostró en el “Verde”.
Para esa tríada en el ataque tiene que existir un centrodelantero. Y ahí aparece Víctor Aristizábal. El jugador con más goles en la historia del club tiene su puesto fijo, por su olfato goleador, pero sobre todo por sus características, dado que no se trataba de un hombre oportunista, sino que sabía elaborar sus goles, y era recursivo.
Excelente definidor. Al ángulo más lejano del arquero, y no a lo que saliera. Cabeceador, pese a no ser muy alto. Manejo de dos piernas, inteligente. Podía jugar de creador, mediapunta, o centrodelantero, donde hizo su carrera deportiva. Eso indica su calidad técnica, y que sabía entrar en los circuitos de juego.
De goles bonitos: chilenas, vaselinas y palomitas. Todo esto le sirvió para destacarse en Brasil. Y en un país donde abundan los fuera de serie, consolidarse en la titular de equipos importantes, y convertirse en el extranjero con más goles en ese país.
Al costado izquierdo iría un hombre que no fue un puntero, o extremo neto, más un mediapunta. Pero sabemos que el futbolista excelso juega donde sea. Por eso allí aparece Hernán Darío el “Arriero” Herrera.
Las condiciones de este hombre no se discuten. Si los creativos de este equipo están entre los más destacados de la historia este podría ser el cuarto en la fila. Explosivo, eludía rivales por placer, porque podía, quería y le daba la gana. Muchas de esas jugadas terminaban en potentes remates y sáquela de adentro. ¡Golazo del “Arrriero”!
Veloz, hábil con la pelota en el pie. Acertado para controlar el esférico en velocidad. Un cambio de ritmo enloquecedor. Lo paraban, pero con faltas descalificadoras: planchas al tobillo, al talón, o patadas a la altura del muslo para opacar, achantar y apagar la chispa de un jugador que siempre brilló, y que sería indiscutible en este equipo que dirigiría Oswaldo Juan Zubeldía y su asistente técnico Francisco Maturana.
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Señor que delicia de equipo te felicito muy bien que historia tal buena eso me llenó de felicidad muchas gracias
Excelente nómina. Pero…¿porqué ponen a Brown, no jugó mucho tiempo en nacional, no ganó ningún título y lo peor: se qué hablando pestes del equipo, la ciudad y el país. En qué están pensando?
Si, creo que de NACIONAL se pueden sacar dos o más alineaciones que serían muy difíciles de vencer. Esta que proponen es posiblemente la mejor.
Y que valga la discusión.
Cambiaría a Brown por el Chonto Herrera.
EXCELENTE articulo, emotivo y bien redactado, buen tiempo y buen ritmo, como un partido bien jugado de nacional, este fue sobre una hoja en blanco para teñirla de Verde