Por @chepeverde
Todos jugamos el domingo. No fueron once. Fueron más de 44 mil espectadores los que estuvieron sobre el gramado del Atanasio Girardot alimentados por el amor y el coraje que representa vestir la camiseta más laureada del fútbol colombiano. Eso, acompañado de jerarquía y grandeza complementaron la consecución de la estrella 16 para Atlético Nacional.
Dichosos los que asistimos al estadio. No solo porque jugaba el equipo de nuestros amores, sino por el espectáculo en la tribuna y la cancha. Primero el ambiente y luego los goles. Todo fue una comunión, desde antes que se pitara el inicio, el partido ya se presentía la remontada. El grito al unísono de una hinchada aturdió a los jugadores caleños que no pudieron contener a los jugadores de Nacional que, con pundonor y orgullo recibieron la carga emotiva de su gente.
Los goles los hemos visto hasta saciar los sentidos. Lo propio la celebración y las palabras de los protagonistas. A nosotros solo nos queda ver con los ojos de hincha lo acontecido en la noche del domingo. Otra noche épica. La tribuna rompió su voz, la petición de Macnelly a la tribuna para que no cesara el: “pongan güevos, güevos verdolaga” fue obedecido y esa inyección nos llevó al triunfo.
“Cuando los equipos dejen de jugar con rabia contra Nacional ese día pueden pasar cosas en el fútbol colombiano”, dijo Víctor Hugo Aristizábal, exjugador verdolaga en uno de los programas de televisión. Tanta razón en esa frase. Hablan los Vanemerak, los medios capitalinos, los jugadores de otros equipos. Que si el árbitro, que si la Dimayor, que si el dueño del torneo.
Ven la incapacidad de sus clubes y dirigentes en la efectividad del que la sabe manejar. No en vano, Nacional lleva en los últimos años marcando la diferencia con los títulos obtenidos, no solo en el ámbito local, sino en el internacional. Como lo hicieron otros equipos en décadas anteriores, el verde demuestra su hegemonía y la sostiene con resultados. Es difícil aceptarlo, lo sabemos.
El Rey
Reinaldo Rueda Rivera es un técnico extraordinario, pero es mejor ser humano. El Profe mostró su don de gente, su personalidad y su seriedad siempre con Nacional. Lloró con cada título; se mostró resiliente en la derrota y no abandonó a sus jugadores ante la crítica. Él, después de la derrota en Cali, abrazó a cada uno de sus jugadores, habló con ellos y más que órdenes tácticas los invitó a dar esa muestra de grandeza con una victoria y regalo para sus padres. Dijo que este no es el Atlético Nacional, sino el Atlético Mística.
Se equivocó como todos los seres humanos, pero reconoció sus errores. Es el artífice de seis títulos en dos años, uno de ellos la Copa Libertadores. Ningún técnico en la historia verdolaga, ni en Colombia había hecho tanto en ese periodo de tiempo. Una mente maestra.
Los jugadores
Con todo y la crítica, cada uno de los integrantes de la plantilla verdolaga aportó en algún momentos para que llegara la estrella 16. Desde el “todopoderoso” en el arco Franco Armani, pasando por Henríquez, Matheus, Macnelly, Ibargüen o Dayro, los jugadores fueron alma y nervio de la campaña. Los que no pudieron jugar en Libertadores atendieron la responsabilidad en la Liga, 49 puntos en el todos contra todos es la muestra que acá la buena energía se contagia. Lo malo fue que se acostumbraron a jugar “pullados”, con el resultado adverso, un exceso de confianza que pasó factura en algunos momentos.
Ya lo dijo el profe Rueda: acá se cierra un ciclo. No es el fin. Es el proceso natural de los equipos. Queda para la hinchada el orgullo de ser 28 veces grandes en copas y la responsabilidad de presionar para mantener en lo más alto el nombre de la institución más gloriosa de Colombia: ATLÉTICO NACIONAL.
La hinchada
Fecha tras fecha, en promedio 22 mil hinchas le cumplimos a Nacional. Ni los exorbitantes precios de los abonos apagaron el sentimiento. Bajo la lluvia o el sol siempre estuvimos ahí. Gritamos, criticamos, saltamos, lloramos y celebramos. Fuimos fieles a nuestra naturaleza y hoy en día la localía del verde tiene como protagonista a la gente. En las tribunas del Atanasio se cultivó la cultura del hincha y para el país hoy es ejemplo de eso.
Claro, como todos, independiente de qué color de camiseta se tenga, fuimos montadores, gozadores y nos tocó agachar la cabeza en la adversidad. Esa es la vida del seguidor de un equipo: unos más decentes que otros, y otros más cargadores. El folclor del fútbol está concentrado en ese tipo de gestos, sin que se dejen llevar por las pasiones y la violencia.
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La hinchada fue la principal arma del nacional,los alentó desde el sábado y el domingo fue una tromba.