Por @chepeverde
Con Gremio tengo una deuda pendiente o quizá podría llamarla venganza si se toma la expresión en el mejor sentido de la palabra y hablando futbolísticamente. Tengo la espina, lo acepto. Dos nombres se quedaron para siempre guardados en mi mente: un gigante Mário Jardel y un mono escurridizo de nombre Pablo Nunes. Con ellos es la cosa.
Corría el año 1995. Ya la jerarquía de Nacional estaba consumada y en su momento más pleno. Los años 90 significaron más allá del buen nombre establecido en toda Suramérica, la consolidación de un equipo de puros criollos que ayudaba a levantar a un alicaído país golpeado por la violencia y la frustración en el mundial de 1994. Historia ya conocida.
Lo teníamos casi todo. La felicidad no se ocultaba después que dejáramos en el camino a un súper poderoso River Plate en instancias de semifinales con aquel magistral cobro del Loco, René Higuita. El equipo, sin ser rimbombante como exigirían algunos llegó a una nueva final de la Copa Liberadores, esta vez bajo la conducción del profesor Juan José Peláez y seis años después de haber levantado por primera vez el trofeo para un equipo colombiano.
Y eso sin contar el triunfo obtenido meses antes (18 de diciembre de 1994) en pleno Atanasio Girardot ante el rival de patio, Independiente Medellín. Todo era casi perfecto en aquellos días. salvo el nudo en la garganta y la desazón tras la muere del inmortal número 2, Andrés Escobar en hechos trágicos que aún hoy no logramos entender.
Pero volvamos a la esencia del asunto. Para muchos de los que son hoy hinchas lo que pasó aquella final de la Libertadores no está ni siquiera en sus vastos recuerdos. En Porto Alegre y sin que lo pudiéramos digerir, los ya nombrados Jardel y Nunes nos dañaron la fiesta. Un sueño que se desvaneció por cosas del destino, por cosas de fútbol.
En Brasil, la cosa se puso fea de cuenta de esos dos hombres. Quizá se note un poco la impotencia, pero hablo desde el sentimiento como hincha que vive el fútbol como alimento primordial de su vida. Un autogol de Víctor Marulanda, un gol de Jardel y uno de Nunes fundieron parte de la esperanza. Ni las atajadas milagrosas de René pudieron detener el poderío brasileño. Por el verde, Juan Pablo Ángel, siendo un jovencito, puso el único gol del verdolaga.
Ya en Medellín se terminó de consumar la historia a favor de los de la tierra de la samba. Un 1-1 con goles del histórico Víctor Aristizábal (Nacional) y Dinho por parte de los brasileños pusieron a celebrar en el Atanasio a los visitantes. Fue una noche triste.
Hoy tenemos una cuenta por saldar, aunque no es una final siempre cuando mencionan a Gremio aparecen en mi menté los recuerdos sobre esos dos habilidosos, pero a la vez verdugos que me amargaron las noches en el agosto de 1995. No están ellos, pero quedará el fresquito de saber que volvimos para pagar una deuda que teníamos pendientes. Por lo menos me quitaría una parte de ese pesó con el que he cargado durante 19 años.
Aparte
Pedirle buen fútbol y triunfos a Nacional siempre sería un descaro. Por ende lo deberían hacer, pero mi comentario está encaminado a que sólo sea una mala impresión la que me han dejado en un par de encuentros algunos jugadores. Un exceso de confianza que solo se activa cuando se va por debajo de los resultados (véase Vs Envigado y Equidad).
Ojalá que la tarea en Copa Libertadores el papel se lleve a cabalidad y se retome el nivel máximo de todos lo jugadores que nos llevaron en 2013 al tricampeonato y a consolidar la grandeza en tantos años de historia futbolística.
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Con Gremio tuvimos revancha ya en el 97, si bien no fue en copa libertadores si fue en la primera fase de la ya desaparecida supercopa, donde en Brasil se le empató a dos goles y de local se le ganó tres por uno.
Preocupante el poco fútbol que esta presentando nuestro equipo. Muchos jugadores están en muy baja forma y no muestran ganas. Ante Gremio la sacamos barata.Son cosas para mejorar y reflexionar.
Muy interesante el artículo,pero me quede sin saber que partido estaban disputando,
gracias.