Por @aguirresebas

Foto tomada de @nacionaloficial

El Nacional de Juan Manuel Lillo aún no es la máquina con la que algunos sueñan, tampoco es un ballet que deseche virtudes por doquier, pero algo se trae entre manos, y me he autoimpuesto ser prudente y darle tiempo que su idea de juego cuaje. Tras lo visto en Manizales, creo que el asunto va por buen camino.

Desde esta posición, alejada de modas dañinas como la de criticar sin argumentos solo porque todos lo hacen, veo al Verde con progresos evidentes en su juego. Excepto la línea de tres que propone Lillo, que a mi gusto, si quiere insistir con ella, no debería tener a Henríquez por la zona izquierda sino en el centro como líbero, ya se le ve una cara distinta al equipo, agregándole a la posesión de balón más generación de jugadas de gol, a la que quizá le hace falta una pizca de contundencia para asegurar más pronto los marcadores.

Hay jugadores que ratifican su buen nivel, como es el caso de Jeison Lucumí, Andrés Rentería, Dayro Moreno, Macnelly Torres, Felipe Aguilar y Alexis Henríquez, más el indiscutible Franco Armani. En ellos se soporta hoy el juego verdolaga.

Tal vez la zona que requiere más ajustes en Nacional es la del medio campo, donde Lillo no ha podido consolidar una pareja; por allí han pasado Diego Arias, Edwin Valencia, Gorka Eluztondo, Aldo Leao Ramírez, Raúl Loaiza, y seguimos sin poder hablar de un dúo titular sólido, como se tuvo en su momento con Alex Mejía y Sebastián Pérez, que jugaban de memoria.

Seguro que al equipo le falta, pero no veo el desastre que muchos quieren contarnos en redes. Tenemos 34 puntos, estamos clasificados a cuatro fechas del final. No sé qué estuviéramos diciendo si estuviéramos como unos vecinos, haciendo cuentas para estar entre los ocho.

Paciencia, señores, paciencia. Creo en Lillo y lo respaldaré hasta el final, como siempre lo hago con quien tenga en sus manos la felicidad de millones de hinchas verdolagas.

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