Por: May

Estadio Atanasio Girardot
Por estos días me acompaña una dicotomía, la ausencia del verde antioqueño en la final del balompié criollo, y por ello, el alejamiento de las pocas alegrías y el considerable sufrimiento, acorde a estas pasiones balompédicas, que se ven maximizadas por un equipo que no ha sido tal en las últimas temporadas; por otro lado, es notable la inquietud por la escuadra futura aparejada con el tiempo de ocio que antes ocupaban los viajes a la cancha.
Bueno, estamos de vacaciones y aunque esto nos aleja de la gloria de campeonar y reafirmar el remoquete REY DE COPAS, creo que este tiempo ofrece facetas positivas, veamos: unos pesos que se ahorran para libre destinación; postergar o erradicar esa cuota inicial para un infarto; pasar tiempo de calidad con los amados, antes del mes de meses; escribir el himno épico, siempre postergado, que merece el equipo (pues sí, es uno de mis objetivos) y tomarnos la licencia de compartir la querencia con la selección de nuestros afectos, en la cita mundialista.
Estas salidas prematuras de los torneos alteran la cotidianidad y, a la vez, brindan posibilidades, que espero no se vuelvan costumbre y así convertirnos en un “equipo década”. Por un lado, ese lapso de tiempo nos permite remirar, encauzar, contratar y trabajar para el futuro, y por otro, nos brinda una pausa en tan ajetreada y convulsionada existencia; este sosiego nos brinda la tranquilidad de reflexionar.
Por esta única vez, es permisible esta anticipada frustración por la gratificante, eso espero, convocatoria mundialista que se avecina y aunque me mueve apreciar fútbol, el buen fútbol, no es lo mismo ver la historia que participar en ella.