Por: May
La razón fundamental de mi empatía con Nacional se remonta a la época en que la filosofía del fútbol era la de divertir a los aficionados. Para esto, los futbolistas afrontaban los partidos con alegría y de igual forma, entretenían a la tribuna; existían entrenadores, no directores técnicos, que hacían aflorar todo el potencial de sus hombres; la transacción mercantil no era lo primordial en la agenda de los directivos; la prensa exultaba la humanidad del deporte y los aficionados eran hinchas de sus equipos, una feligresía que convivían en el mismo escenario.
Estas cualidades del juego favorecían el paso del encanto inicial al amor filial. La compaginación de dos organismos vivos, el noviazgo soñado.
Así era Nacional, representaba mi idea del juego a la perfección. Todo era virtud, el dialogo era fluido y caminábamos por el estadio tomados de la mano y compartiendo la misma botella de agua.
De repente y con nuestra complacencia todo cambio. La filosofía mutó hacia el resultado inmediato; el entrenador se vuelve técnico e interprete de la idea del libre mercado impuesta por los dueños; la prensa se transformó en defensora de sus intereses económicos y en la tribuna se atrincheran las barras, solamente separadas por la cancha.
¿Decepción amorosa? Pues si. Ella viene a nuestro encuentro para golpearnos en el corazón. Dolorosa aceptación posterior a un inexplicable y extenso silencio.
Nacional avanzó al ritmo del siglo y el fútbol también, donde con tiaras costosas y modernos firuletes pretenden acercarnos a la luna. Sin embargo, lo básico sería tender puentes constructivos para lograr la superación de este desengaño, para volver a creer en el noviazgo con la pareja ideal y así retornar a las caminatas por el estadio y compartir el agua de la misma botella.
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May totalmente de acuerdo con tu correo, pero somos una generacion en via de extincion y esto no lo cambia nadie ante los intereses economicos de todo los referentes y no fue por nuestra complacencia que la filosofia cambio, son las nuevas generaciones resultadistas donde el fin justifica los medios a cualquier precio y por ello recuerdo a Robledo Ortiz “Siquiera se murieron los abuelos”!!