Rosa

Por: María Valentina Castrillón Sepúlveda 

Colegio Vid

Mamita tiene 100 años de historias, unos ojos cansados, una sonrisa que inspira calma, a pesar de lo que ha vivido, y posee un don especial para alegar. En mamita se ven la fe, el amor y sobre todo el dolor, el dolor de ser golpeada a punta de machetazos por sus hermanos, de estar con un hombre típico de su época, poco comprensivo, abusivo y que la veía como un objeto. 

Un día, mi abuelito Aristóbulo simplemente desapareció y dejó a mamita sola con hijos y nietos que alimentar. Sobrevivió trabajando la tierra de la finca, sola y con mucha fuerza de voluntad; a pesar de que su aspecto aparenta ser débil, tiene mucha fuerza y sostuvo a sus hijos y nietos, los sacó adelante gracias a sus esfuerzos. Después de dos largos años de haber desaparecido, Papito llegó borracho y le intentó pegar a mamita Rosa, quién llena de rencor e ira, agarró un palo y lo amenazó con matarlo si le volvía a alzar la mano. 

Pese a lo vivido con papito, en mamita hay más dolor del que parece; mamita Rosa ha tenido que enterrar a 9 de sus 12 hijos, casi todos ellos han muerto por culpa de la guerra eterna que se vive en este país y que mamita ha vivido de primera mano. 

Vio cómo asesinaban a una de sus hijas en el atrio de una iglesia, con el único fin de infundir miedo en una pobre vereda del municipio de Cañasgordas, solo porque tenía una relación con un policía; otro de sus hijos también fue asesinado en una cantina por tomar lo que no le pertenecía; Y otro desapareció cuando se fue con los paramilitares.

Hace poco fui a visitar a mi mamita al hospital, me enteré de que su verdadero nombre es Angélica Urrego de Quintero y sorprendida al saber que su nombre no era Rosa, me dijo: “mi nombre es Angelica Urrego Higuita y cuando me casé con ese señor me pusieron de, como si fuera de su propiedad, como si fuera su ganado, su terreno”. Pero los años han demostrado que mamita Rosa es una mujer fuerte y valiente, sin miedo y con fe.

La historia de mamita no solo es de ella, es la de muchas de nuestras abuelas a quienes les ha tocado vivir el conflicto armado, el machismo y la violencia de género en carne propia. Nosotros como jóvenes de este país tenemos que saber escuchar, conocer nuestras historias, las historias de nuestras abuelas y nuestros pueblos. Es importante saber que también tenemos el poder de cambiar drásticamente ciertas circunstancias y que, si en ocasiones no lo hacemos, es por la ignorancia y por lo poco que conocemos de lo que somos y de dónde venimos. 

 

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