Los desplazamientos

María_Camila_Martínez__Los_Desplazamientos (1)

Por: María Camila Martínez

Colegio de la Compañía de María La Enseñanza

Parte 1

En 1951, en una finca ubicada en la vereda de La cabaña, se encontraba la pequeña casa campestre hecha de tabla y con techo de zinc en la que Rosalba vivió los primeros 6 años de su vida hasta el momento en en el que su familia, conformada por sus padres y sus dos hermanas, fueron desplazados de su hogar a causa de la chusma de Juan Serna, la cual luego de la muerte de Gaitán extendió la persecución política por el Tolima, Cundinamarca y los Llanos Orientales. Estos se paseaban por los pueblos intimidando a cada familia liberal que pudieran encontrar, haciendo común la escucha de amenazas en las puertas de los hogares.

Por medio de algunos vecinos de fincas cercanas, los adultos de la pequeña familia pudieron enterarse del inminente peligro que corrían, ya que ese día por el pueblo se supo que esta gente planeaba matarlos esa misma noche. Al ser alertados de esto, Carlos y Eliodora supieron que tendrían que huir para mantenerse a salvo a ellos y a sus tres hijas, de las cuales Rosalba era la mayor seguida de su hermana Flor, de 3 años y la apenas bebé de un año, Estela.

Por el apuro y el miedo, la familia no tuvo tiempo de alistar un viaje ni nada parecido, empacaron en tres costales de cabuya las cosas esenciales, la ropa de los padres, un par de cobijas, los implementos necesarios para el cuidado de la menor de las niñas, y las cosas de cocina más livianas que tenían: unas ollas, sartenes de barro, y unos platos y tazas de esmalte. Mas por el reducido espacio para las cosas, tanto Flor como Rosalba tuvieron que llevar sus únicas 3 prendas de ropa puestas para su escapada. Carlos tomó un costal y se lo puso al hombro a la vez que cargaba a Flor en brazos, Eliodora cerró los accesos a la casa para luego tomar otro de los costales en mano y llevar delicadamente a la pequeña Estela. Rosalba seguía a sus padres fuera de la morada con su mirada inocente, pero preocupada mientras jalaba el último y más pequeño de los costales.

Eran aproximadamente las siete de la noche cuando emprendieron su caminata por el sendero de herradura, cruzaron el gran terreno dejando atrás su hogar y pasando entre los pastizales, los palos de caña y el café; dieron una vuelta en la enramada y siguieron entre los árboles de guamos y naranjos que habían sembrados por allí. A la media noche su caminar cesó al encontrarse frente al río Gualí; sin muchas opciones y con la intención de poderse movilizar lo más rápido posible, el padre de las niñas se tomó un momento para improvisar una balsa de guadua, en ella los adultos subieron a las menores junto a su equipaje y continuaron su transcurso a través de las corrientes del río con Carlos y Eliodora nadando y empujando el botecito dentro del cual Rosalba cuidaba a sus hermanas con una persistente intranquilidad y tristeza.

Varias horas pasaron en su camino río abajo para después detenerse antes de las cataratas de Medina y abandonar allí su balsa en la orilla del río para volver a emprender otro largo trayecto a pie unos kilómetros al sur, atravesando una vereda montañosa hasta poder divisar una carretera a lo lejos: la vía de Mariquita a Fresno. 

Al arribar allí en plena madrugada esperaron por un rato hasta que una persona bondadosa y amable se ofreció a llevarlos en dirección a Fresno, fue allí donde consiguieron estadía y rearmaron ese hogar aún después de ese tan drástico e improvisado desplazamiento.

 

Parte 2

En 1985, a los 17 años, Cristina se encontraba en Bogotá, ya que el año anterior en diciembre había acabado el bachillerato y sus padres, Rosalba y Cristobal le habían dado la posibilidad de viajar desde su hogar en Villavicencio, pues en ese lugar no había universidades con la carrera que ella anhelaba, a Bogotá a completar un preuniversitario mientras transcurría el tiempo hasta la fecha de las inscripciones en la Universidad Nacional, a la que ella intentaría entrar; la falta de dinero en su familia no le daba para el pago de una privada. Aún con la distancia de sus padres, ella mantuvo un constante contacto con ellos, hablaba cada semana con su madre y de vez en cuando con su padre cuando no estaba fuera por el trabajo.

Durante su estadía en Bogotá ella hizo varios amigos, entre los que estaban Luz, Jaime, Gustavo y Elmer, quienes eran su compañía casi todas las mañanas o en las tardes en la biblioteca cuando se reunían juntos para estudiar. Cristina era muy competente en distintas disciplinas, principalmente, en las matemáticas. En una de esas tarde-noches en las que el grupo se reunió, se desviaron algo del tema para terminar en una conversación acerca del futuro de ellos, es decir, lo que harían después del preuniversitario. Todos los amigos, creyeron que ella optaría por una carrera relacionada con la Ingeniería,  por su desempeño en las áreas de matemáticas, pero en realidad ella tenía otra idea en mente: Medicina. 

Luego de esa charla uno de sus amigos se quedó pensando en su respuesta acerca de su idea de futura carrera y un tiempo después se reunió con ella y le expresó su pensamiento al respecto. Jaime le dijo que la admiraba mucho, que era muy inteligente y talentosa, pero que estaba en el lugar equivocado, desperdiciaba su tiempo quedándose en el preuniversitario y que no debía esperar las inscripciones de la Nacional porque tenía otras opciones. 

Cristina no comprendió lo que él le quería decir hasta que este le explicó el porqué de sus palabras: resulta que Jaime también deseaba entrar a esa carrera y, por eso, conocía de una universidad pública a la que seguro ella lograría pasar directamente por su desempeño en el bachillerato, en el preuniversitario y en las pruebas Icfes. Así que esa misma noche Jaime le ayudó a redactar la carta y la constancia con los datos para el departamento de admisión de la universidad, y además le pagó el envío de la solicitud.

A la semana siguiente ella siguió asistiendo al preuniversitario con normalidad, ya que lo último que ella se esperaba fue que, al hablar con su madre, Rosalba le contara que a su casa había llamado  un funcionario de admisión de la Universidad del Cauca, el cual había revisado su solicitud y querían informarle que había sido admitida en la carrera de Medicina. La emoción la llenó al escuchar esa noticia, estaba algo sorprendida y definitivamente feliz, apenas colgó con su madre fue directamente a contarle a todos sus amigos la situación. 

Al lunes siguiente ella, junto a su grupo, decidieron salir por dos razones: uno, a celebrar la admisión de su amiga en la universidad y dos, a hacerle una despedida, porque al entrar a la Universidad del Cauca ella se veía obligada a salir de Bogotá y viajar ahora en dirección a Popayán. Al acabar este encuentro ella volvió a su apartamento y se dispuso a empacar sus maletas para prepararse para el vuelo. Doblaba su ropa mientras se preparaba para todo lo que implicaba su decisión:  cambiar de ambiente, no estar cerca de sus amigos, entrar oficialmente a la carrera, estar lejos de su familia… Pero todo por  cumplir su sueño y más grande aspiración. 

Luego de llegar a Popayán y empezar su carrera siguió en contacto con sus amigos, especialmente con Jaime: le escribía cartas contándole cómo era todo el lugar, cómo era la carrera y lo agradecida que estaba por su ayuda. Finalmente allí, lejos de su hogar, de su familia y amigos, logró cumplir su meta, todo gracias a ese inesperado y afortunado desplazamiento.

 

Parte 3

En 2024, Camila, a sus 14  años estaba sentada en la mesa del comedor de su casa, luego de comer se quedó un rato considerando en qué más escribir mirando su libreta llena de garabatos y manuscritos; mientras jugaba con su lápiz pensaba en lo recientemente escrito en aquellas hojas: historias de su abuela Rosalba y su trágica huida a tan corta edad y con tanto peligro. Recuerda cuando ella le contó esa vivencia por primera vez, sus ojos cristalizados con lágrimas que amenazaban con salir ante el recuerdo de la tristeza, la angustia y el temor. Historias de su mamá, Cristina, quien cuenta con inexplicable alegría acerca de tan inesperado viaje que aún con las desventajas del cambio de ambiente y la lejanía de sus seres queridos, la tenían llena de emoción por cumplir sus sueños y metas; cuando lo recuerda sus ojos se iluminan y una sonrisa le aparece.

Ambas historias son tan diferentes y tan parecidas, en ambas ocurre algo importante: un desplazamiento, por razones distintas, en circunstancias, épocas y condiciones diferentes, dando como resultado situaciones bastante contrastantes.

Camila mira al techo unos segundos y luego cierra su cuaderno de escritura para levantarse de la mesa vacía y dirigirse a su habitación, dejando su libreta a un lado de su escritorio y recostándose en su cama mirando a la  nada con un solo pensamiento en la cabeza: ¿Cuál será su desplazamiento?

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Ilustración: Manuela Correa Uribe

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