Para Prensa Escuela es muy satisfactorio compartir experiencias significativas que les permiten a los jóvenes expresar sus opiniones y replantear su papel frente a la posibilidad de narrar su realidad a través de un medio de información escolar.
En el 2017 el Colegio Cumbres le pide a Prensa Escuela apoyo para el fortalecimiento del periódico escolar, El Espejo. Y por una grata coincidencia, podemos acompañarlos realizando unos talleres con énfasis en los géneros del perfil, la crónica y la entrevista, con la orientación de Santiago Burbano, estudiante de Comunicación Social – Periodismo de la Universidad Pontificia Bolivariana, y exalumno del Colegio Cumbres.
Queremos compartir algunas apreciaciones acerca de lo que este espacio de formación ha significado, tanto para Santiago Burbano como para Manuelita García, estudiante del grado 12 y participante en El Taller Prensa Escuela que se realiza en el colegio como parte de esta asesoría.
Más preguntas que respuestas
Por Santiago Burbano Orozco
Estudiante Comunicación Social – Periodismo
Universidad Pontifica Bolivariana
Tallerista Prensa Escuela El Colombiano
¿Para qué escribir? fue la primera pregunta que surgió en la sesión del taller, una pregunta casi como ¿para qué vivir? Y si se está al frente de un medio de comunicación, como era el caso de los asistentes, miembros del periódico estudiantil El Espejo del Colegio Cumbres, se debe hacer esta pregunta. ¿Para qué escribo en este medio?, ¿cuál es mi propósito con los textos que publico?, ¿realmente es importante la escritura en un medio como este?
Finalmente eso es un taller: una serie de preguntas que llevan a cuestionamientos profundos; mucho más que derramar montones de saberes específicos por los oídos de unos asistentes atónitos que retendrán escasamente un par de frases y cifras. No.
Educar es poner a pensar, cuestionar y, si es necesario, desacomodar de una postura asentada y tiesa; y construir juntos. La pregunta sobre las razones para escribir los llevó como equipo a elaborar sus propios motivos, a pensarse desde la escritura. Con ella exploramos los géneros periodísticos y más tarde tomaron el periódico escolar en sus manos para confrontar qué, de todo lo que conversaron, realmente se expresaba en la construcción del medio.
Ellos se dieron cuenta de que no siempre cumplían con el verdadero propósito de su periódico. “Uy, mirá este titular tan flojo”, “yo, la verdad, no me interesaría por leer este texto”, “es que la redacción está buena, pero el tema no tanto”. Más frases así dieron cuenta de que, poniendo en común los pensamientos sobre su trabajo, podían surgir críticas necesarias y sanas para perfeccionarlo cada vez más. El modelo anterior era presentarle un derrotero de temas o áreas al equipo redactor y ellos mismos elegir uno que fuera de su preferencia personal para escribir sobre él y llenar una de las páginas que estaban en blanco. La reflexión se orientó hacia poder poner siempre en común tanto los temas como los textos y entre todos evaluar la pertinencia de los mismos. Se habló de no tocar los temas de los medios tradicionales, pues competir en información con ellos es un sinsentido, y mejor buscar las historias propias de su Colegio y su comunidad, tratando siempre narrar, contar, elaborar un contenido sólido y atractivo para sus públicos.
Al comienzo, cuando se plantea la posibilidad de salir del esquema para escribir sobre el portero del colegio, o sobre la habilidad especial de algún compañero, los chicos quedan algo sorprendidos, y yo de inmediato entendí su sorpresa. Hace cuatro años yo estaba sentado ahí, como ellos, y sé lo limitadas que parecían las posibilidades en ese momento y lo restringido y estrecho que resulta lo viable dentro del patio de fútbol y los salones de clase, pero fue una gran oportunidad poder comprender su situación, por haberla vivido antes, y hacerles caer en cuenta de que las cosas no necesariamente eran así, y que las opciones eran infinitas y los temas y géneros abundaban. Que era válido contar historias diferentes y que escribir un informe sobre el último acto cívico que se llevó a cabo en la institución no era precisamente su razón de ser. Pensar más allá y fuera del molde que una vida escolar como esa construye tácitamente.
Tal vez quedaron con muchas más preguntas que respuestas, y tal vez aún se sientan algo desorientados, pero el hecho de que por lo menos piensen que escribir y contar en un medio como El Espejo tiene más de reflexión que de mecánica, vale la pena.
La importancia de cuestionarse
Por: Manuelita García
Colegio Cumbres
Resolver interrogantes es, tal vez, una de las formas más completas de introspección. Saber el para qué de nuestras acciones y lograr desglosar las razones guarda una complejidad un tanto existencialista.
Durante mucho tiempo he desarrollado ciertas actividades, como el escribir o coordinar el periódico escolar, que, puedo decir, me llenan completamente, pero solía cuestionar su trasfondo de manera superficial.
Algún día, hace unos meses, se me dio la grata noticia de que, junto a mi equipo periodístico, recibiría un taller brindado por Prensa Escuela. En principio la idea me maravilló, ya que sabía que sería de muchísimo provecho para este proyecto escolar que de la mano de mis demás compañeros tengo el honor de liderar, además se me informó que el facilitador que serviría el curso y nos guiaría a lo largo de las sesiones, sería un egresado del colegio, al cual he admirado de manera visceral desde la primera vez que tuve la oportunidad de leer alguno de sus textos.
Así estaban las cosas, alineadas perfectamente; asistiría a un taller para fomentar el potencial de El Espejo (el periódico escolar) y este sería servido por una persona que tiene relación con el mismo, no se podría pedir nada más. Me sentía emocionada y a la expectativa de lo que aprendería.
Cuando llegó el día de la primera sesión se logró inundar nuestro pensamiento con una pregunta, ¿Para qué escribir? La lluvia de ideas cayó como tormenta sobre el aula, aunque, lo más mágico fue que la reflexión estuvo acompañada de la experiencia de terceros, como Cortázar o García Lorca, poniendo en contexto lo que tal vez no habíamos sido capaces de concretar en palabras. Luego, en las demás tardes, se nos propuso una serie de retos, por los cuales pudimos conocer la habilidad de las personas con las que convivimos día a día y observar los tintes de nuestras propias capacidades.
Estas sesiones hicieron de nuestros martes días para reconsiderar el porqué de lo que ejecutamos como equipo, además de retarnos a expresar nuestra perspectiva de la cotidianidad de maneras totalmente innovadoras para nosotros.
Más que aglomerar ideas que lograrán aumentar la calidad de lo publicado, me llevo la idea de preguntarme. Preguntarme todo y preguntarme mucho. Desde la duda nace la pasión, el desafío y la motivación para construir aquello que nos mueve, en este caso comprendiendo el trabajo del que relata detrás del telón, aquel que por medio de la palabra evita el olvido, instruye y detona los sentimientos más profundos.
A El Taller entré con ansias de una teoría metódica para perfeccionarme, pero salí de él aprendiendo el verdadero valor del que comunica, sabiendo que la fogosidad es indispensable, pero que el argumento de esta es la respuesta más importante a las preguntas que para conocernos debemos resolver.
Que enriquecedora y hermosa experiencia fue el Taller para todos los alumnos de Cumbres que participan en “El Espejo”. Comparto plenamente lo escrito por Manuelita y admiro su responsabilidad y valentía. Creo que mi hijo Santiago Romero aprendió mucho de sus compañeros y reconoció algunas de sus fortalezas y debilidades. Espero que todos sus compañeros hallan logrado algo semejante, lo cual hace que este ejercicio cobre sentido. GRACIAS por enseñar a pensar a nuestros hijos.