Parece que la salida más fácil frente a los hechos trascendentales que vive el planeta es buscar la explicación más evidente, a veces la más simple, a pesar de que sabemos que el mundo es, por naturaleza, complejo:
– Qué Inglaterra sale del Brexit, pero es que la gente no entendía por lo que estaba votando. Qué al otro día se arrepintieron.
– Qué el próximo inquilino de la Casa Blanca es un “loquito”. Qué es que los medios le dieron mucho espacio a sus histriónicos actos públicos.
¿Acaso las cosas pueden ser tan simples? Voy a arriesgar una hipótesis sobre lo que sucede en Estados Unidos con la elección de Donald Trump.
Las causas: exportación de empleos e inmigrantes.
Desde la creación del GATT en 1948, el Sistema Multilateral de Comercio se ha erigido sobre los principios de un comercio transparente y sin discriminaciones. Sin embargo, desde 1994, cuando se creó la OMC, es evidente que los acuerdos comerciales han migrado su prioridad hacia el librecambio mundial. Las negociaciones de la Ronda de Doha y la firma de TLC por todo el planeta se caracterizan por la eliminación de obstáculos al intercambio mundial de mercancías, de servicios y de capitales.
Sin embargo, la producción mundial de mercancías ha sufrido fuertes transformaciones, especialmente como resultado del desarrollo científico-tecnológico. La agregación de valor, que ha provocado que el comercio mundial sea fundamentalmente de bienes procesados y no de commodities, evoluciona a una velocidad asombrosa, a tal punto que las fábricas han dejado de elaborar mercancías para ocuparse de tareas en cadenas que conectan factorías a lo largo del planeta: hemos migrado de la producción de bienes al comercio mundial de tareas.

Los administradores de empresas deben tener ahora una visión más abierta y más global de lo que es su profesión. No dirigen una empresa aislada, sino que son parte de un sistema de producción en el que la coordinación interorganizacional y el reconocimiento de la interculturalidad son las claves del éxito.
En síntesis, un bien que llega al hogar de un consumidor no es hecho ni en Estados Unidos, ni en China, sino en una cadena de fábricas que se entrelazan a lo largo del planeta. Es por ello que hoy se habla de exportación de empleos, ya que muchos productos de marca estadounidense, europea o japonesa se elaboran con mano de obra china, coreana, mexicana, tailandesa y de otros países.
De otro lado, el mundo se ha hecho más complejo, particularmente el desarrollo de las TIC y del transporte mundial, además de los sistemas de financiación han conllevado una mayor interacción cultural entre las poblaciones de diferentes naciones. Aunque las migraciones no son un hecho nuevo -los españoles invadieron América desde el siglo XVI, los ingleses y franceses a África y Asia en el XIX y países como Australia, Estados Unidos o Argentina han sido construidos por inmigrantes-; la realidad es que el fenómeno migratorio (incluídos los refugiados que buscan asilo, huyendo de guerras o de la pobreza) ha adquirido una connotación más significativa en las últimas décadas, despertando crisis socio-políticas y económicas especialmente en los países industrializados.
Las migraciones que enriquecen económica, cultural y genéticamente al planeta, hoy son objeto de críticas de diversa índole. El auge de un terrorismo fundamentalista de origen religioso despierta suspicacias con respecto a las migraciones del medio oriente y norte de Africa hacia Estados Unidos y Europa, principalmente. El racismo y la xenofobia han despertado miedos culturales entre ámplios segmentos de la población blanca en países occidentales, temerosos de perder sus valores e identidad ancestral: grupos de integrantes de la hegemónica raza blanca de países industrializadas se niegan a reconocer la tendencia mundial del mestizaje cultural.
Pero, el último factor es de carácter económico: hace carrera entre la población autóctona de países industrializados el hecho de que los inmigrantes se roban los puestos de trabajo. Esta, que es una verdad a medias, se ha impuesto contraria a una mirada más holística y lógica, como lo es el hecho de que los inmigrantes dinamizan las economías; no sólo crean empleos, sino que con sus ingresos producen un efecto multiplicador sobre los mercados domésticos, ya que, el porcentaje que exportan en forma de remesas es muy inferior al que dedican para asegurar su subsistencia en el país que los acogió.
Las consecuencias: neoproteccionismo y xenofobia.
Donald Trump se ha hecho elegir con un discurso que suena como música en los oidos de trabajadores, desempleados y pequeños y medianos industriales norteamericanos. Los cuestionamientos que hace el nuevo presidente al NAFTA, al comercio con China, a los nuevos megatratados intercontinentales, acompañados de una campaña antiinmigratoria y de anuncios de un país menos interesado en la geopolítica global, fueron un incentivo para que el “viejo Estados Unidos” industrial y blanco votara masivamente por el candidato que parecía interpretar sus preocupaciones.
Donald Trump tiene muchos electores de diferentes razas, géneros e intereses. Pero considero que su campaña fue, especialmente, una propuesta de corte proteccionista. El magnate ha ofrecido a los norteamericanos expulsar a quienes roban el empleo (los inmigrantes) y traer de nuevo a casa los trabajos que se están exportando al Este Asiático y a otras naciones emergentes. Trump parece que piensa revivir el sueño americano, algo parecido al “Detroit automovilístico” de mediados del siglo pasado.
El nuevo discurso de la Casa Blanca no tiene que ser visto como las palabras de un charlatán o de un “loquito”, Trump ha ilusionado a millones de norteamericanos y en su ánimo de mantener su legitimidad electoral es muy probable que tome medidas que profundicen la actual crisis de la economía neoliberal. Desde 2008 Europa, Norteamérica y Japón no levantan cabeza y China viene en una constante desaceleración de su crecimiento económico. Si la esperanza de la recuperación de la ola globalizadora que lleva ya más de un cuarto de siglo, estaba fincada en la profundización de la integración comercial, todo indica que el nuevo gobierno norteamericano será una piedra en el zapato.
Independiente de las implicaciones geopolíticas que pueden traducirse en un relativo acercamiento de Rusia a Estados Unidos, debilitando el eje China-Rusia, y de las consecuencias sobre la seguridad europea, lo que es evidente es que el neoproteccionismo norteamericano podría romper con una tendencia aperturista de varias décadas y desencadenar en algún nivel, una guerra comercial entre países, bloques y regiones, obstaculizando la expansión de los TLC.
Sin embargo, tal y como expliqué en la primera premisa, las cadenas globales de valor, a través de las cuales se produce la mitad del comercio mundial, responden a tendencias de desarrollo tecnológico que provocan una mayor especialización de las fábricas y que estimulan economías de escala que reducen los costos de producción a nivel global. La pregunta es cómo podría el nuevo gobierno norteamericano devolver la producción a su territorio sin afectar la competitividad de las firmas de origen estadounidense. En otras palabras, si el nuevo gobierno sube los aranceles, esto afectaría a la industria norteamericana que tiene eslabones de producción en México o China, por ejemplo.

Un solo producto es elaborado en una cadena de factorías que se distribuyen a lo largo y ancho del planeta. Una fábrica no hace un BIEN, hace una TAREA.
En consecuencia, no se ve muy viable que Trump pueda cumplir todas sus promesas en materia migratoria o de comercio exterior, pero lo que es claro es que su campaña no fue caprichosa, sino que leyó los intereses de muchos norteamericanos que se ven representados en su discurso proteccionista, antimigratorio y xenófobo.
Pingback: La caja registradora – Discurso de posesión de Trump: ¿cuento chino?
Pingback: La caja registradora – Para entender la decisión de Trump de no ingresar al TTP.