Cuento de hadas en un planeta de concreto.
Cuando Ciro y Laura se vieron por primera vez, sus ojos no brillaron de amor mútuo. No fue amor a primera vista. Ella, tan dura, ejecutiva y expresiva, no casaba con la serenidad casi pueril de aquel enorme muñeco de peluche con apariencia de ogro sacado de un cuento medieval.
Sin embargo, la rutina los acercó y de manera inexorable los hizo compañeros inseparables. Son las cosas inexplicables de una vida citadina. El horario de trabajo, los planes y las jornadas creativas acercaban el aceite al agua; el agua al aceite. Sin embargo, por pura ciencia, todos los racionales que rodeamos el nacer de aquel amor, no podiamos sospechar que la química nos sorprendería. Su química, la de estos dos seres “evidentemente” incompatibles.
Pero la naturaleza inexplicable de eso que llamamos sentimientos fue derrumbando los paradigmas de la racionalidad. Nació el amor en una noche, una tarde o una mañana cualquiera.
Somos de naturaleza social, vivimos en manada, nos acompañamos y nadamos cual cardumen. Los rituales los hemos creado para validar nuestros valores, para confirmar nuestra participación en la tribu. Y, por ello, llegó el día.
Hoy se materializó el ritual del amor. Dar el sí es el ritual de dos en el mundo de muchos. Es la confirmación del amor mútuo, bajo la fresca brisa de la pradera que da cobijo a la manada.
Esta mañana, en una simbología creada por nuestros ancestros, el enorme niño de terciopelo y la incansable y expresiva mujer se miraron a los ojos y se dieron el Sí. Sí volaré a tu lado, le dijo el uno a la otra. Sí volaré a tu lado, le dijo la una al otro.
Hoy, queridos amigos, tómense de las manos y vuelen juntos. ¡Qué el amor forje sus alas!
Giovanny
Maravilloso cuento, me saco de la rutina. felicitaciones.