Giovanny Cardona Montoya. Octubre 7 de 2018.
La lista de tareas importantes de este país es muy larga: menguar la corrupción en las relaciones público-privadas; una sociedad con cultura política; una economía innovadora y competitiva; una mayor equidad en la distribución de bienes y servicios; una sociedad tolerante y en paz.
Todos estos pendientes tienen un factor común: la educación de los colombianos. No hay productividad, ni competitividad, ni cultura política, sin una suficiente y adecuada educación. Los retos de justicia oportuna y convincente, de creatividad e innovación en las empresas o de un electorado culto y respetuoso de las ideas ajenas, sólo pueden ser enfrentados por una población educada.
Cobertura: ¡Hay que educarlos a todos!
La educación que necesitamos debe tener logros en cobertura y alcanzar una calidad adecuada. La calidad no sólo se define a través de una comparación con naciones industrializadas, sino midiendo su impacto en términos de pertinencia a los retos de la sociedad colombiana.
Las deudas comienzan a evidenciarse desde la cobertura. Según el DANE, para el año 2017, sólo el 33,5% de la Población Económicamente Activa -PEA- había terminado su bachillerato y menos del 23% alcanzó un título de educación superior. Casi 30% de los colombianos en edad de trabajar sólo han culminado su educación básica primaria (5o grado) o secundaria (9o grado).
Educación y desarrollo son variables inseparables. Si lo simplificamos y miramos desde la relación entre nivel de formación e ingresos, entonces, podemos decir que 40% de las personas que trabajan y que no han culminado siquiera la primaria, apenas ganan medio salario mínimo; mientras 78% de los que trabajan y tienen educación superior, ganan más de 1.5 salarios mínimos (DANE, 2017).
Redondeando la idea, la tarea en materia de cobertura educativa es enorme. La Sociedad del Conocimiento no tiene empleos para personas que no alcancen al menos un nivel de educación terciaria: técnico laboral, técnico profesional, tecnólogo o universitario. O sea, la meta es que 100% de la PEA supere la educación media, entre a la formación técnica o a la universitaria y obtenga un título.
Calidad: ¡Necesitamos un nuevo paradigma!
Hay un cuento que anda por ahí en las redes sociales. Éste señala que si un médico y un mecánico del siglo XIX revivieran, no podrían ejercer su profesión, todo habría cambiado tanto que no sabrían qué hacer. En cambio, si el que revive es un maestro, éste entraría al aula y comenzaría a dictar clase. Estamos educando a los jóvenes de la Sociedad del Conocimiento con las metodologías del siglo XIX.
Hoy aún se cuestiona a la educación virtual en lugar de estudiar todo su potencial. Así, el país se debate entre modalidades: ¿presencial o virtual? Pero esa no es la pregunta; las preguntas son ¿cómo se va a usar la virtualidad en la educación en general? ¿cuáles metodologías son las más adecuadas para lograr mayor cobertura y formar el pensamiento crítico en los estudiantes? ¿cómo preparar a los maestros para sus nuevos retos pedagógicos?
Pero, los retos en materia de calidad tienen mayor complejidad. Ni las pruebas SABER, ni las Pisa, ni la acreditación de alta calidad -que certifica el Consejo Nacional de Acreditación, CNA- dan cuenta de la integridad personal de los egresados de los centros de educación: la corrupción “de cuello blanco” pulula por todo el país.
Adicionalmente, por estos días está de moda defender a la “universidad pública” en vez de abogar por el carácter público de la educación, independiente de la institución que la sirva. Tal vez muchas personas quisieran que el 100% de la educación la sirvieran las instituciones del Estado. No entraremos en este debate. Pero el hecho es que esto no es posible; es necesario desplegar la creatividad para que las escuelas públicas y privadas, al igual que las universidades, logren una acelerada ampliación de cobertura, actualizada en sus metodologías y mediaciones, con docentes idóneos para desarrollar procesos formativos que “no preparen borregos” sino ciudadanos con pensamiento crítico, autónomo y compromiso social y ambiental.
Educación made in Colombia.
Tenemos retos, enormes retos sociales y económicos: niños en las calles, deserción educativa en todos los niveles (la mitad de los que entran a la universidad no la terminan), maestros de inglés sin la competencia debida, falta de cultura política (la mitad de la población no vota y muchos de los que lo hacen no conocen o comprenden el contenido de las programas de gobierno). Tenemos un campo abandonado, con cientos de miles de campesinos que migraron y vagan sin oportunidades por las calles de las grandes ciudades; además tenemos rencores enconados de una guerra de medio siglo.
Tenemos una sociedad que no dimensiona éticamente el fraude: pasar el semáforo en rojo, no pagar a tiempo o lo justo a un proveedor, evadir impuestos, tomar “ventaja” en los negocios o plagiar autores cuando hacemos un trabajo de clase, son hábitos que no generan “cargo de conciencia“.
En síntesis, tenemos muchas particularidades que requieren la respuesta de un sistema educativo que las comprenda.
La necesidad de un nuevo “contrato social” en el cual la convivencia se fundamente en el respecto a las reglas, se debe acompañar de unos principios muy profundos de solidaridad y preocupación por el medio ambiente. Décadas de inequidad y un futuro incierto del planeta son razones suficientes para replantear los valores que han guiado la convivencia de la humanidad.
Hay enormes lagunas y fisuras en la ética de los ciudadanos de cara al país que necesitamos construir. Este puede ser el mayor reto del Sistema Educativo Colombiano y, estoy seguro, éste no se resuelve con dinero. Hoy los maestros y los estudiantes se reunen para protestar por la desfinanciación de la Universidad Pública. Ese es un problema importante. Pero quienes lideran la huelga reducen el debate a esta dimensión.
Conseguir que el gobierno aporte unos cientos de miles de millones de pesos sólo es un paliativo frente a un problema mayor: construir un nuevo sistema educativo de cobertura universal, con principios incluyentes frente a la diversidad y de alta calidad.