Colombia descubre yacimiento de gas en el Caribe: ¡Qué buena noticia! ¡Qué mala noticia!

Giovanny Cardona Montoya (mayo 9 de 2017)

 

Lo peor que le puede pasar a Colombia es que siga encontrando petróleo” (M. Porter, 2011)

 

Hace tan sólo una semana, en mi artículo “Economía colombiana: el problema no es el bajo crecimiento del PIB, es el subdesarrollo” hablaba sobre las bondades de las crisis,  para destacar que los actuales indicadores de desaceleración económica en Colombia servían para recordar que el problema tenía más fondo. Sin embargo, el 4 de mayo (2017) el presidente Santos anunció un hallazgo importante de gas en el Caribe. Y aquí volvemos al pasado…

petroleo en el mar

Desde muchas perspectivas se puede hablar de lo nocivo que puede ser para el desarrollo socio-económico de un país como el nuestro, seguir viviendo de bonanzas (peor aún, burbujas) de hidrocarburos.

Para empezar, nuestro país ha sufrido por décadas las consecuencias de una mala gestión de la industria estractiva: deterioro ambiental, informalidad económica y violencia. En el caso de los hidrocarburos, el problema de la contaminación es el relevante. Pero, adicionalmente, las bonanzas en Colombia (cafeteras, cocalera, petrolera) han mostrado síntomas de “Enfermedad Holandesa“, al terminar provocando inflación, acelerada revaluación de la moneda, aumento de las importaciones y deterioro de las industrias transables (agricultura e industria manufacturera).

Es particularmente notorio que con el aumento en la producción de petróleo (desde Cusiana a finales de los 90) y la bonanza de precios que terminó hace un par de años, el país se fue desindustrializando a la vez que se incrementaba la dependencia de las exportaciones de combustibles fósiles y de las rentas petroleras para el Estado.

La evolución de las exportaciones colombianas en las últimas décadas evidencia una menor sofisticación de la oferta y un aumento en el peso de los commodities de minería e hidrocarburos, hasta tal punto que petróleo y carbón llegaron a pesar 70% del total de la oferta del país. Si a estos productos sumamos oro y ferroníquel, el escenario se muestra mucho más deprimente. Hemos pasado de ser un país agrícola y de agroindustria a convertirnos en una economía minera.

sofisticacion de exportaciones emergentes y Colombia

Estos dos años de crisis de precios del petróleo en el mundo (el precio del bárril en los mercados internacionales se derrumbó de 100 dólares aproximadamente, a 50 dólares, desde finales de 2014), se han traducido en deterioro de la balanza comercial, en déficit fiscal y en caída de las inversiones extranjeras directas (IED) -la exploración de nuevos pozos es menos atractiva y por  ende caen las inversiones en el sector de hidrocarburos-.

Sin embargo, hacía ilusión ver que en menos de tres años de crisis, las discusiones en diversos escenarios giraban alrededor de la reconversión industrial, la necesidad de invertir en innovación, promover nuevos exportadores, etc. Pero, seguramente, con este nuevo “hallazgo” pondremos los ojos nuevamente en la minería de hidrocarburos, en la atracción de IED para exploración de pozos, etc., etc., etc.

No tiene  nada de malo en sí mismo tener hidrocarburos; Estados Unidos tiene grandes reservas, Canadá también y algunas naciones europeas también gozan de esta riqueza. Pero esto no los ha detenido para industrializarse, para proteger su agro, para diversificar sus economías y para estimular la innovación en diversos sectores. Incluso, un país como Chile, nación subdesarrollada como la nuestra, tiene una mejor gestión de su minería (en términos sociales, ambientales y económicos) si se le compara con Colombia o Perú.

Colombia: la hegemonía de una mentalidad cortoplacista y rentista.

El problema es la “mentalidad” cortoplacista y rentista que prima en las élites de nuestro país. No olvido las consignas con las que terminamos el siglo XX y comenzamos el XXI: “Bienvenidos al futuro“, “Antioquia 2020” o “Colombia 2032“. Sin embargo, el mismo Consejo Nacional  Privado de Competitividad nos recuerda año tras año cómo las metas se han venido quedando en sueños a los que no se les pone combustible. Desde la apertura económica (inspirados en los tigres asiáticos y la teoría de la Ventaja Competitiva) venimos hablando de modernización de la economía, de innovaciones y de agregación de valor. Nada de eso se ha hecho realidad; todo lo contrario.

Lo único evidente, a lo largo de 30 años de internacionalización de la economía, es la modernización del consumo: una mayor oferta y diversidad de bienes y servicios para los colombianos: dispositivos electrónicos, oferta turística y sistemas de financiación de viajes, amplitud en la oferta de marcas de todo tipo de productos, etc. Todo importado. Los consumidores son más felices, pero el empleo ni crece, ni mejora su calidad (remuneración). En otras palabras, entre más satisfactoria se ha puesto la oferta de bienes y servicios para los consumidores colombianos, menos confiable se visualiza el futuro de sus empleos. Todo porque hemos reducido nuestra capacidad de autoabastecimiento: las exportaciones de petróleo financian nuestro consumo ¿hasta cuándo?

El anuncio de nuevos pozos de gas reducirá el stress de los gobernantes de turno e inversionistas, entonces, volveremos a colocar nuestras prioridades en lo urgente: inflación, crecimiento del PIB, inauguración de obras antes de terminar el período. En cambio, mejorar la calidad de la educación, estimular la producción de fuentes limpias de energía, promover la inversión en I+D, fomentar las pymes innovadoras…¿eso?, de eso que se encarguen en el futuro.

¡Bienvenidos al pasado continuo!

 

 

 

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