Construyendo la identidad del cine colombiano
Verónica Salazar
Escuela de crítica de cine
Pelucas y rokanrol es la historia de Dino González, un peluquero rockero que se enamora, aparte de la música, de una sargento de la policía, con quien desarrolla una relación que pasa por numerosas etapas en los 90 minutos que dura la cinta. Su relación con esta atraviesa lo sentimental y lo legal, por lo que se alcanza a ver a los personajes en distintos matices que entablan un juego con el espectador y lo invitan a acompañar, mas no a sumergirse en la historia que tiene en la pantalla.
Un logro de la película es que da cuenta de una Bogotá diversa, habitada por el goce, la supervivencia, la cotidianidad, presentada desde las dinámicas básicas hasta las más curiosas. Todo en el microcosmos que se representa en unas cuantas calles de Chapinero: una peluquería, una estación de policía, un bar, un parque. Divide estos aspectos en el día y la noche y poco a poco estos se van encontrando, lo que es presentado desde planos llenos de color y con mucha vida, que se complementan de forma grata con la música de Mario Duarte, el guionista, actor principal, músico y director de este filme, su ópera prima. También cuenta con la participación de Nina Caicedo, Hernán Cabiativa, Clara Sofía Arrieta y Harold Córdoba.
Es inquietante que una obra se promocione tanto como una pieza de comedia cuando este elemento no se explora más allá de la exageración. Sin embargo, se podría decir que los varios absurdos que se distribuyen por el guion se justifican dentro del mismo argumento. Bebe mucho del contexto colombiano y la realidad de muchas personas que se la rebuscan, refleja diversas situaciones como el rebusque para conseguir plata, las relaciones amorosas, el contraste en los oficios, la ley y lo clandestino; todos esos aspectos cotidianos que llevan ya una gracia propia tienen protagonismo en un principio, y más adelante son tratados con menos tacto, hasta encontrarse con una serie de eventos que pierden verosimilitud. Es esta la forma de humor ante la cual estamos, cuando la doble vida de un peluquero ya no es tan doble y se convierte en una sola vida pero llena de matices.
Lo que promete, y en parte cumple, es con la posición frente a los estereotipos. No los rompe por completo, como asegura, pero es curioso ver que en los protagonistas: Dino, sus dos amigos, y la sargento, hay menos roles establecidos que los que lleva una película tradicional. Sin embargo, hay un esfuerzo por llevar a los personajes secundarios, con los que Dino tiene algún conflicto o de quienes necesita algún favor, al arquetipo. Es muy evidente en los periodistas que entrevistan a Dino para reseñar su música, pues al menos uno de estos, “el contemporáneo”, alcanza un nivel caricaturesco del oficio. Esto funciona bien como una crítica a la industria de la música, pues se burla del camino hacia el éxito desde ese humor absurdo que puede no conectar con todos. En escenas como el primer concierto de Dino, donde hasta el espectador podrá pensar que le están tomando el pelo, está evidenciada esta sátira un poco ilógica pero que condensa la caricaturización de la situación: un músico buscando darse a conocer en un entorno que busca otras cosas.
La entrega es una agradable sorpresa por su creatividad, lo difícil que es ubicarla en una sola categoría del cine colombiano (no es humor criollo en su totalidad ni es una pieza exótica hecha para el espectador extranjero) y la elocuencia que logra, teniendo en cuenta que es una ópera prima; tiene la huella de Mario Duarte por todas las etapas de creación, lo que la hace auténtica y, aunque caiga en lo hiperbólico de vez en cuando, logra construirse una identidad de estilo y lenguaje bastante entretenido. Se aprovecha mucho al autor y se logra una conexión con el público local, su principal objetivo y su principal aliado.