Un E.T para adultos poco exigentes
Íñigo Montoya
Es sabido que la industria del cine, en su vertiente más comercial y de consumo, produce películas donde el reciclaje de temas, esquemas argumentales, fórmulas y estereotipos son la manera más fácil de enganchar con el gran público y la recompensa de la taquilla. Pero se supone que hay unas películas que tienen la capacidad de conectar con ese gran público y, aun así, contener una buena dosis de originalidad y virtudes en las cosas que dicen y como las dicen. Esas películas son las que, generalmente, terminan siendo premiadas en los distintos certámenes.
La película favorita de esta temporada de premios es la última obra de Guillermo del Toro, un director caracterizado más por el atractivo visual de sus universos fantásticos que por el ingenio o la originalidad de sus historias (Cronos, Mimic, Hellboy, La cumbre escarlata, Titanes del pacífico). En esta cinta ha recibido el beneplácito de muchos, incluyendo los críticos (y un sorprendente 7.9 en IMDB!), eso a despecho de lo esquemático y trillado de su argumento, así como de sus personajes obvios y unidimensionales.
Es como si E.T. El extraterrestre y El monstruo de La laguna negra hubieran tenido un hijo, el cual quedó con la apariencia de este último y los poderes del primero. Aunque las coincidencias con la ingenua y esquemática película de Spielberg (de la que Mankiewicz dijo que era maravillosa pero con el coeficiente intelectual de la perra Lassie) no se quedan solo en eso, la gruesa línea argumental es la misma: el encuentro de una persona noble y vulnerable con un ser de apariencia extraña y con poderes que quiere ser sometido por agentes del gobierno para hacer experimentos con él.
Igual ocurre con los personajes secundarios y los giros, la conexión por vía de lenguaje no verbal, los humanos que ayudan a escapar a la criatura, la ridiculización de un villano que no puede ser más maniqueo y (advertencia de spoiler) el predecible final donde este ser le devuelve el favor al humano resucitándolo con sus poderes.
Esto es solo por mencionar el referente más célebre, pero el cine fantástico más esquemático está lleno de recursos, universos, personajes y argumentos como este. Por eso resulta difícil entender la fascinación de tantos por una película harto predecible y groseramente complaciente con el espectador. Una película que poco dice aparte de su conocida anécdota y que solo tiene de llamativa su concepción visual, lo cual no es virtud en una época en la que el virtuosismo de la imagen es lo menos que se le puede pedir a un producto de Hollywood, y más si es cine fantástico.