Cuando la historia depende de uno solo
Verónica Salazar – Escuela de Crítica de cine
El cine en Hollywood, en su interés por hacerle pensar al espectador que está ante historias diversas, tiende a variar ligeramente sus fórmulas dentro de los límites que la misma industria se pone. Es sabido que este tipo de películas se hace pensando siempre en la receta y en su fácil acogida en el público, y The Wife no es la excepción. Sin embargo, es de esas piezas que no es completamente predecible ni completamente repetida, por lo que darle una mirada a su propuesta no está de más.
Esta historia comienza con una llamada en medio de la noche para notificarle a Joe Castleman que recibirá el premio Nobel de Literatura. Él recibe la noticia junto a su esposa, Joan, quien es presentada como su “polo a tierra”; es quien le recuerda qué hacer, se asegura de que tome su medicamento y aparenta ser la cuerda en esta pareja. Es un planteamiento que recuerda el rol de la esposa tradicional, con una identidad construida a partir de su esposo y unas funciones pasivas. Pero Joan expresa en varias ocasiones que no le gusta ser vista así. La narrativa de The Wife es netamente clásica. A pesar de ser de un director sueco, el filme encaja completamente en los parámetros técnicos y de contenido que predominan en Hollywood, e incluso se podría decir que es esta fórmula del cine de consumo masivo que le asegura una acogida relativamente amplia en el público.
Es una lástima que no se tome ningún riesgo narrativo, ni discursivo, ni técnico, pues el relato completamente plano y algo predecible en este sentido. Sin embargo, no es difícil dejarse llevar por la historia y tratar de extrapolar los acontecimientos a la realidad de cada uno. Siendo tan sencilla, es muy digerible y fácil de entender, pero no trasciende. No hay un tratamiento destacable que permita diferenciar a esta pieza de los cientos de otras que se estrenan cada año en el cine de masas. Aún así, plantea cuestiones interesantes y tiene una ejecución muy limpia.
Casualmente, los actores principales llegaron a The Wife tras haber actuado en televisión y en numerosos blockbusters. Esto es uno de los elementos que ayuda a que la película se sienta tan ligera y hasta elocuente en algunas partes de la historia. Es claro, esta película es también un blockbuster. Por ejemplo, Christian Slater interpreta a Nathaniel Bone, un escritor algo irreverente y que busca donde no le permiten. Como en su papel en la serie Mr. Robot, lo caracteriza un comportamiento propio de un personaje que ayuda a avanzar la trama, a que no se trate solamente de una familia con problemas, pues él es secundario pero se entromete en el asunto principal. Él ejerce presión sobre estos puntos en un intento por desenmascarar un secreto de pareja que cree haber descubierto.
Sin aportar mayor cosa a las discusiones a las cuales les hacen guiños los personajes de The Wife, el relato sí deja clara la idea de dudar de las versiones oficiales, de lo instituido, y de las figuras públicas. Interesa por lo que no se dice y por quien no habla, pero no es más que una insinuación. La sensación que predomina a lo largo de este desfile de privilegios es la frustración. Por la película y por lo que esta cuenta, es difícil no cuestionar esta serie de acontecimientos y plantearse si es realmente necesario que el filme sea tan (aparentemente) políticamente correcto. Y esto porque, si bien se plantea de manera incipiente una discusión acerca de los roles de género y se debate la idea de que Joan, la esposa del escritor, sea vista de forma condescendiente y ornamental, no enriquece el desarrollo de este planteamiento. Sigue siendo una crítica tibia y cómoda, que se conforma con insinuar la duda.
Con base en el laureado devenir actoral de Glenn Close, y por el estilo de su presencia, tenerla es una ficha importante en términos de publicidad, pues es clave su aparición para hacer énfasis en el tema del género (que finalmente no se elabora, pues la narrativa cae en el male gaze), en su rol en la vida de su esposo, en la exploración emocional que solo ella alcanza a lograr y que finalmente se estanca en la corrección política. Efectivamente, Glenn Close entrega una elegancia que ya se ha visto antes en la serie, y no se equivocan los distribuidores al afirmar que ella es lo más notorio de The Wife, aunque en ocasiones parezca lo contrario. Ella lleva la carga de la historia, además de la película frente a la industria, porque seguramente será nominada a algún premio (por su actuación, claro).
Incomoda bastante que, a primera vista, se dé a entender que la pieza será sobre la vida de un escritor o su relación con su esposa. Es demasiado claro que la protagonista es esta última, tal vez exageradamente evidente que ella sea quien más tiempo pasa frente a la cámara, además trata de nutrir la historia con flashbacks desde su perspectiva y, por consiguiente, su entrega emocional es la mayor entre los personajes. Esto en la forma, pero finalmente la historia se redirige a Joe Castleman, el escritor. El conflicto se desarrolla en torno a él, no a ella; cada tensión que ocurre se resuelve como borrando la escena que acaba de pasar, de una forma casi gratuita, y le quita fuerza al personaje que interpreta Glenn Close, el que tanto aseguran que brilla en la película. Esta reafirmación tan figurativa de su importancia en el filme se cae al este centrarse tanto en desarrollar la personalidad narcisista de Joe frente a su esposa o, según el título en español, su “buena esposa”.
Sin mencionar spoilers, este texto no puede quedarse sin mencionar que el final es algo inesperado pero no incoherente, aunque se sienta injusto, pues sí dirige la atención a Joan y le entrega cierto poder de “control” que parece buscar durante toda la trama, pero no aparenta valer la pena toda su trayectoria desde lo contado en sus flashbacks hasta esta última escena. Sin duda, suscita discusiones, invita al debate y no deja contento a todo tipo de espectador.