Hitchcock: el Maestro del Suspense, el maestro de las audiencias

Por: Estefanía Herrera Agudelo

“Dales placer, el mismo que consiguen cuando despiertan de una pesadilla”.

Alfred Hitchcock

El Maestro del Suspense no convivió con tribus indígenas ni comunidades africanas, tampoco salió a los barrios marginados a interactuar con las personas para comprender mejor las realidades sociales que debía proyectar en la pantalla y que debían servir de conciencia colectiva. Sin embargo, fue un gran etnógrafo del cine, de los mejores que pudo haber existido, comprendía las audiencias mejor que cualquiera, sabía qué querían, cómo lo querían y a qué hora del día. Hitchcock fue un observador minucioso, un etnógrafo encubierto, un etnógrafo de la intuición.

Para contextualizar un poco, Hitchcock, que tuvo dos grandes épocas en su cine -la inglesa y la americana- demostró, a lo largo del desarrollo de éstas, ser un genio de la taquilla, un genio que vendía porque entendía qué pasaba con la gente allá afuera. Toda su visión de la realidad la utilizó para atraer a la gente a ver su celuloide, para hacer una carrera a cuenta de grandes clásicos cinéfilos y taquilleros.

Hitchcock era inteligente: observaba lo que la gente quería, se lo proyectaba en una historia y se lo vendía. La gente le pagaba a Hitchcock para que le contara de qué estaban hechos. Basta con ver el éxito comercial de clásicos como Blackmail, The 39 Steps y The Lady Vanishes (dentro de la inglesa, por mencionar algunas) y de Rebecca, North by Northwest y Strangers On a Train (dentro de la americana –con Selznick y la Warner, exceptuado el desastre de la Transatlantic– por mencionar algunas otras). En el estreno, sus películas venían acompañadas de inmensas filas de personas ansiosas por ser asustadas y que, muchas veces, lamentablemente, no alcanzaban a conseguir su butaca para el miedo.

Ahora, para agregar dramatismo, cabe decir que, cuando el argumento de la película lo requería, Mr. Hitchcock hacía unas pequeñas exigencias a sus exhibidores y a su público. Durante la exhibición de Psicosis, en cada una de las entradas de los teatros donde se proyectaba, se leía el siguiente anuncio: ‘Nadie, pero ABSOLUTAMENTE NADIE, será admitido al teatro después del comienzo de cada presentación de PSICOSIS’.

Ahora, la pregunta que se hace uno es ¿por qué hacer filas eternas en un teatro sin butaca segura y, además de todo, por qué aguantar las exigencias de un director que me dice la hora a la debo usar el tiquete por el que acabo de pagar? Todo es muy claro, el dueño de la exigencia era Alfred Hitchcock, y a Hitchcock se le cree y se le obedece. Porque él sabe desde dónde arma sus crímenes y patrañas. Lo sabe porque entiende al que le habla, y eso no lo hace todo el mundo. Eso lo hace Hitchcock y los etnógrafos. Etnógrafos que miran y participan y que después, sacan sus conclusiones y las aplican en algún producto o acción. Hitchcock entonces era un etnógrafo.

Ahora, para entrar en detalle e inmiscuirnos en el universo de personajes del señor Hitchcock, vamos a tomar dos ejemplos de estos: Norman Bates, de Psycho y Marnie, de la película con el mismo nombre. El primero de ellos es quizá su personaje más icónico (aunque creado por Robert Bloch, la representación que le dio Anthony Perkins es la más recordada). Bates, un hombre delgado y de aspecto bondadoso, resulta ser un gran villano que carga a cuestas la muerte de mujeres atractivas e inocentes y el asesinato de su madre.

La  caracterización de este personaje, que corre por cuenta de Hitchcock en lo referente a la expresividad frente a la cámara, y por cuenta de Perkins en lo concerniente a la expresividad emocional y corporal; es inspirada (y posteriormente explicada al final del guión) desde los trastornos psíquicos, en este caso, el trastorno de identidad disociativo o, comúnmente, conocido como psicosis. Además, según es afirmado dentro del conocimiento popular (conocimiento valido también para el etnógrafo), la creación de Bates, al interior de la cabeza de Bloch, fue inspirada por el legendario Ed Gein. Esto nos lleva a pensar en un estudio de casos que rayan con lo descriptivo e inductivo y que aporta un elemento esencial de detalle en el reconocimiento de lo representado en pantalla.

El segundo caso es Marnie, una rubia cleptómana con serios trastornos sexuales provocados por una infancia perturbadora y el hecho de haber presenciado varios asesinatos. Marnie y sus trastornos, inspirados en la novela de Winston Graham, y con varias adaptaciones en su guión requeridas por Hitchcock para que funcionara dentro del lenguaje cinematográfico, están basados en las explicaciones que se dan desde Freud y su psicoanálisis de la primera infancia. Marnie es entonces un personaje que toma las caracterizaciones emocionales de los perturbados mentalmente.

De esta forma, vemos entonces cómo hay muchas fuentes sociales y culturales de las que parte la construcción de personajes, tanto desde el creador y el director como desde los intérpretes. Estas observaciones detalladas y con rasgos claramente etnográficos, logran generar una identificación del público con la película/personaje, que mantienen ese pacto ficcional y ese diálogo film-espectador. Son observaciones que parten de lo real y que se proyectan en la ficción.

Su amplia capacidad para observar también la cuenta Truffaut en la introducción de El cine según Hitchcock hablando al respecto de la cita de otro: “Louis-Ferdinand Céline dividía a los hombres en dos categorías, los exhibicionistas y los mirones y es evidente que Alfred Hitchcock pertenece a la segunda categoría. Hitchcock no participa en la vida, la mira.”[1]


Así vemos pues a un Hitchcock voyerista, espión como sus mejores criminales (Norman, puede ser el mejor caso), y también contemplamos a un Hitchcock intensamente intrigado por su alrededor más que por su interior; vemos a un gran etnógrafo. Un etnógrafo que participa de lo que ve pero que, ante todo, sabe cómo ver y qué ver. Eso sólo lo hacen los buenos etnógrafos.

Ahora, la razón de las altas audiencias de sus películas también puede confirmarse en palabras de él mismo, quien, en una entrevista para Monitor de la BBC en 1964 declaró un pedazo, sólo un pedazo, (lo demás es secreto de etnógrafo), de su fórmula y forma para el éxito en taquilla:

Entrevistador: Uno encuentra que usted está en el negocio de asustar a las audiencias. ¿Usted encuentra que las audiencias ahora se asustan por cosas diferentes de las que se asustaban cuando usted comenzó 30 ó 35 años atrás?

Alfred Hitchcock: No, yo no diría eso, porque después de todo, esas audiencias estaban asustando a sus niños. Usted tiene que recordar: todo está basado en Caperucita Roja. Nada ha cambiado desde Caperucita Roja. Entonces, por lo que se asustan hoy, son exactamente las mismas cosas por las que estaban asustados ayer. Porque, cómo llamarlo…, ese ‘complejo del pánico’ está enraizado en cada individuo.

Entrevistador: ¿Cuándo usted rueda un film, apunta a asustar a los hombres o a las mujeres?

Alfred Hitchcock: Mujeres. El 80% de personas en el teatro son mujeres. Porque…, ves, incluso si fuera 50% hombres, 50% mujeres, un buen porcentaje de hombres ha arreglado su ida, al momento de estar en la taquilla, preguntando: ¿qué quieres ver, querida? Así es que ahí es donde la influencia aplica. Los hombres tienen menos que ver en la elección de la película.”[2]

Él sabía cómo funcionaba esa sociedad americana clásica, cómo trabajan las relaciones interpersonales y las relaciones de poder que había al interior de ellas. Sabía qué quería una mujer, ¡qué más se le puede pedir!

Así pues, toda esta armazón de estrategias fue puesta en función por Mr. Hitchcock y sólo pudieron ser llevadas a cabo mediante una inmensa comprensión de las audiencias y de las realidades en las que éstas habitaban; asimismo, mediante el entendimiento, completamente participativo (a través de los ojos), de los imaginarios que compartían. Con Hitchcock queda demostrado que hacer etnografía no es sólo participar con las comunidades, es también mirar la forma en que a éstas les gusta participar y que las hagan participes. ¿De qué? Pues del cine.

A fin de cuentas, además del Maestro del Suspense, también podría llamársele el Etnógrafo que Vende.

REFERENCIAS

  • Truffaut, François (1998). El cine según Hitchcock / François Truffaut. Madrid: Alianza. P21.
  • Hitchcock interview from 1964 (part 1). (En línea). Recuperado el 18 de octubre de 2012 de: http://www.youtube.com/watch?v=ydvU64L758c&feature=player_embedded.

[1] Truffaut, François (1998). El cine según Hitchcock / François Truffaut. Madrid: Alianza. P21

[2] Traducción propia. Hitchcock interview from 1964 (part 1). (En línea). Recuperado el 18 de octubre de 2012 de: http://www.youtube.com/watch?v=ydvU64L758c&feature=player_embedded

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