Un día como hoyEl Colombiano, Oct 17
|
Sucedió hace 50 años Antioqueño ayudaba a escapar de Alemania Oriental Las autoridades de la frontera húngara han detenido a una mujer austríaca de apellido Gazzari y al colombiano Raúl Agustín Montoya Bedout por tratar de ayudar a un alemán oriental a cruzar ilegalmente la frontera con Austria. Hace algún tiempo una revista austríaca se refirió a las extraordinarias aventuras de la pareja a través de relato de un refugiado que ganó su libertad gracias a su colaboración. Montoya, que habla a la perfección once idiomas y dialectos, se hacía pasar por austríaco en sus viajes a Hungría y era conocido en los círculos de la resistencia anticomunista con el nombre de “Silvio”, aunque en su pasaporte figuraba otra identidad. En aquella ocasión la revista, sin conocer su verdadero nombre, lo bautizó como “El Príncipe de la Libertad”, en honor a sus repetidas hazañas.
La señora Gazzari se ocupaba de viajar hasta Berlín, en donde tomaba contacto con personas deseosas de pasar al mundo libre. Allí les daba la dirección de un café en Budapest donde Montoya, provisto de pasaportes falsos que obtenía con la ayuda de altos funcionarios austríacos, se reunía con ellos y los ayudaba a cruzar la frontera. Varias veces estuvo a punto de ser detenido. En una oportunidad, “Silvio”, alertado por la insólita nerviosidad de un camarero, sospechó que lo habían delatado. Se hizo entonces servir, sin inmutarse, una bebida acompañada de algunos sandwichs y en el interior de uno de ellos ocultó el pasaporte que llevaba encima. Cuando los policías llegaron a su mesa comenzó a protestar airadamente, invocando su condición de comerciante austríaco interesado en negocios con el gobierno húngaro. Por último simuló resignarse y pidió que le permitieran llevar algunos alimentos. Compró entonces varios sandwichs más y con todos ellos hizo un paquete. Al llegar a la Estación de Policía, lo abrió e invitó a sus carceleros a participar de la colación, mientras era sometido a un escrupuloso registro. Naturalmente, ninguno de los policías reparó en los sandwichs que estaban comiendo en ese preciso momento. Cuando decidieron devolverle la libertad, de la pila de emparedados solamente quedaban dos; el de abajo era el que contenía el pasaporte. Otra vez simuló ser esposo de una anciana austríaca inválida y padre de un joven adolescente, que en realidad eran alemanes orientales que querían escapar. Al llegar a la frontera el joven se puso nervioso y despertó sospechas. “Silvio”, simulando enfurecerse, lo regañó fuertemente en alemán, recordándole al joven que “debía ver en los señores policías a los mejores servidores del Estado y del pueblo húngaro”. A manera de disculpa explicó a los guardias que todo eso “era consecuencia de la infame propaganda americana que les hace creer a los muchachos que todos los policías húngaros son rufianes y asesinos”, y que él, en su calidad de amigo de Hungría, se sentía avergonzado de que en las radios austríacas se difundieran esas calumnias. Interpelando iracundo a su “esposa”, le advirtió que arrojaría del hogar a su joven hijo si alguna vez “volvía a sorprenderlo sintonizando las emisoras que transmiten propaganda anticomunista”. Sonrientes, los guardias lo felicitaron y uno de ellos lo ayudó a transbordar sus maletas al tren que debía llevarlos a Viena. En círculos occidentales se teme por la vida de Montoya ya que este tipo de delitos está severamente penado por las leyes comunistas y porque, en este caso, el detenido también puede ser acusado de espionaje. Distintas organizaciones democráticas y filantrópicas se han puesto en movimiento para lograr su libertad e impedir que sea ejecutado o sentenciado a largos años en un campo de concentración. Fuente: Archivo Centro de Información Periodística CIP
|
Por María Teresa Valenzuela A. mariatval@hotmail.com ©El Colombiano Colaboración Sergio López
|