Como si fuera un camino real, los habitantes de Altos de Oriente, un asentamiento irregular en las montañas que unen a Medellín, Bello y Copacabana, reciben la caravana de vehículos que llegan por sus calles de trocha hasta su barrio con mercados y regalos, como parte de las actividades altruistas de fin de año, en la única época en la que se acuerdan de ellos y sus necesidades.
¡Bienvenidos a Altos de Oriente!, exclamó John Fredy Barbarán, un yarumaleño que desde hace un par de años reside en este sector con su familia y que tenía la misma cara de felicidad de los niños al ver que una decena de carros llegaba como si fueran los trineos de Papá Noel.
La caravana llegó a las 10:20 a.m. de este viernes, armando una congestión tradicional de las zonas urbanas del Valle de Aburrá, pero que es poco común en este sector montañoso, en el cual durante el resto del año el agua potable es un lujo que se puede tener caminando unas cuadras.
Con algunos artistas, en la parroquia Beato Jesús Emilio, una de las dos de este sector, representantes de la fundación Casa de Salvación hicieron su acto de caridad con la entrega de 177 mercados, que se le sumaron a los 100 regalos navideños que se les entregaron a los más pequeños de una zona poblada, en su mayoría, por desplazados de otras regiones del país y extranjeros que tuvieron que abandonar su territorio.
Andrés Bolívar, director de esta fundación creada hace tres años, manifestó que vienen trabajando con esta población en múltiples actividades de predicación y de labor social, pero que en diciembre sí se enfocan en darles los detalles a los menores, para que tengan ese rato de alegría.
Valentina Asprilla, una residente de este sector y quien tiene un hijo de dos años, explicó que generalmente estas entregas de regalos inician el 7 de diciembre y terminan a mediados de enero con la entrega de kits escolares para los niños, que en su mayoría estudian en las dos instituciones educativas de la zona.
Pero después de esa fecha, el color y la alegría de los niños y de la comunidad se apaga y vuelven a vivir la dura realidad del abandono estatal, en el que no cuentan con agua ni alcantarillado y que cuando se presentan las fuertes temporadas invernales quedan prácticamente asilados, según lo relatado tanto por Valentina como por John Fredy. “Es muy bonito lo que hacen por nosotros en esta época y los niños lo agradecen mucho, porque es la única época del año en la que realmente sienten que son importantes”, dijo ella.
Aunque el mayor regalo que esperan los habitantes de este sector es que puedan contar con los servicios domiciliarios básicos, como es el agua potable saliendo de los grifos de sus casas, una vía transitable y que las administraciones municipales se acuerden más de ellos y no solamente algunas fundaciones en fin de año.
“Los niños son muy felices cuando la gente viene y los visita, pero ojalá algún día no nos quedemos en abandono cuando pase la euforia de la Navidad y el Fin de Año”, concluyó Valentina.