Con una carga superior al millón de visitantes por año según la Oficina del Bureau, el cerro Nutibara debe sentir la presión sobre sus recursos más preciados: la flora y la fauna, que lo convierten en uno de los pulmones naturales de Medellín, junto a los otros seis cerros tutelares: La Asomadera, El Volador, Picacho, Santo Domingo, El Salvador y el Pan de Azúcar, menos visitados pero no por ello menos sometidos a la afectación humana.
Sin embargo, la pandemia les trajo respiro a estos espacios, que dejaron de ser visitados por gente, que aunque no vaya con la intención de hacer daño, su sola presencia genera afectaciones al ecosistema.
El biólogo y directivo de la fundación Con Vida, Edinson Muñoz Ciro, señala que el mayor factor de incidencia en estos ecosistemas es el antrópico (causado por humanos), que genera alteración al hábitat general, destrucción de los recursos, modificación de los servicios a proveer y hasta la eliminación de la fauna.
“En el caso de los cerros tutelares, al no haber ruido ni basuras ni fogatas, la fauna silvestre siente confianza y se moviliza por sus corredores con más tranquilidad, aunque esta clase de fauna ya se ha metido mucho en la ciudad”, señala. Este aspecto, la movilidad, favorece más a los cuadrúpedos y a los mamíferos, que se mueven con más facilidad que los reptiles y ofidios.
Los cerros tutelares proveen a Medellín de más de 180 hectáreas de espacios verdes donde se cuentan más de 1.000 especies de escarabajos, mariposas y hormigas, 31 especies de murciélagos, 18 de roedores, 6 de marsupiales, 4 perros de monte y coatíes, además de micos, tigrillos, pumas y otros mamíferos.
Juan David Sánchez, profesor de Ecología de la Universidad CES, señala que si bien puede ser positivo que estos lugares no tengan presencia de humanos, a corto plazo estos efectos puede que no sean muy visibles, pues de alguna manera la fauna silvestre que habita estos cerros ya está inmersa en la matriz urbana, en los espacios de ciudad.
“A nivel de las laderas sí se facilita que los individuos se muevan con mayor facilidad y que busquen otros sitios para habitar. Saber si habrá cambios de fondo cuando los visitantes regresen requerirá de una medición”, advierte.
Aspectos como el ruido, el olor y la no presencia de mascotas juega a favor de la fauna silvestre. Aunque señala que algunas especies, como las ratas, zarigüeyas y palomas, que reciben mucha provisión de los humanos por los desechos que arrojan, pueden verse afectadas en su dieta diaria.
Su colega también del CES, Estela Quintero, indica que la flora reverdece mejor cuando no hay caminantes, “porque estos al pisar el suelo lo endurecen y en esa capa no crece nada, además de que van cortando hojas y flores y así esta puede crecer más tranquila”.