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Sin dios ni ley: piques y disparos en velorios colapsan vías de Medellín y Bello

Ocurrió el fin de semana en el nororiente y en el carril de metroplús. Comunidad clama por controles.

  • 1. En 2018, se presentó una caravana por Manrique por la muerte de un presunto fletero. 2. Así fueron las honras fúnebres de alias “Terror” en el nororiente de Medellín. 3. Los articulados del Metroplús deben sortear las motos que invaden sus carriles en la 45. FOTO Cortesía y Esneyder Gutiérrez
    1. En 2018, se presentó una caravana por Manrique por la muerte de un presunto fletero. 2. Así fueron las honras fúnebres de alias “Terror” en el nororiente de Medellín. 3. Los articulados del Metroplús deben sortear las motos que invaden sus carriles en la 45. FOTO Cortesía y Esneyder Gutiérrez
15 de febrero de 2023
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El sosegado ambiente de los cementerios del norte de Medellín y de sus barrios vecinos se interrumpe de vez en cuando con piques de motos de alto cilindraje, música a alto volumen e incluso pólvora y tiros al aire que surgen desde algunos cortejos fúnebres, sobre todo de fallecidos en fleteos y robos fallidos.

De un momento a otro el desorden se arma cuando enjambres de cientos de motociclistas (algunos de ellos drogados o ebrios) se toman a plena luz del día y ambientados por toques de guaracha, electrónica y reguetón corredores como las carreras 45, Bolívar, Carabobo Norte y Juan del Corral, así como la calle Barranquilla para hacer piques en honor del difunto y ante la mirada impávida de transeúntes y conductores que no tienen más remedio que esperar a que “la tormenta” en dos ruedas amaine y así puedan retornar su marcha, pues los sepelios, incluso, comprometen al metroplús.

De hecho, en la última semana los sepelios de Sebastián Marín y Juan Pablo Parias Múnera terminaron en una caravana que bloqueó algunas calles del nororiente, mientras varias motos hacían piruetas y de fondo se escuchaba música a alto volumen, así como detonaciones, que algunos dijeron que eran disparos.

Infortunadamente todo este caos y descontrol no solo se desata en esta zona de la ciudad sino también en otros puntos de Medellín, pues a los sucesos anteriores se suman los registrados en abril de 2022 en Campo Valdés y San Blas; a los de julio de 2022 durante el entierro de alias Terror, y los vividos en el entierro de un presunto fletero en abril de 2018, entre otros sonados casos.

Por eso, mientras atestiguan semejantes desmanes en el que se mezclan imprudencias en la vía, consumo de drogas y armas, no falta quien se pregunte: ¿y dónde están las autoridades?

“Toca quedarse quieto”

Los vecinos del nororiente mostraron una serie de reacciones ante los desmanes. Estos comentaron que dichas situaciones son invariables y dependen del termómetro del orden público de la ciudad. Si la urbe está tranquila, pueden darse hasta dos entierros de este tipo al mes; pero si la ciudad “está caliente”, pueden llegar a verse hasta siete de estas honras fúnebres que trastocan la cotidianidad.

Algunos vecinos, luego de mirar varias veces a los lados, indicaron en voz baja que dicha situación los atemoriza y que todavía no logran acostumbrarse al ruido y a los tiros. “Uno solo se queda quieto esperando que eso pase. Con ese susto que dan todas esas cosas, ¿qué más hace uno?”, añadió una comerciante de la zona.

Otros residentes, más veteranos en el sector, llegan a un punto en que dicen que ya ni las rejas bajan cuando los cortejos aparecen pues de repetirse tanto la escena ya las ven como algo “habitual” del paisaje.

No faltan los que, ya sea por condescendencia o por temor, dicen que lo que pasa en dichos entierros es lo “normal” en los barrios. Tampoco sobran los que callan ante el asunto o prefieren ignorarlo.

“Vea señor, yo acá llevo mucho tiempo vendiendo ramos, sobre todo los fines de semana. Pero créame que nunca me ha tocado ver un asunto de esos”, añadió un florista de la zona.

El asunto ha cobrado tanta relevancia que incluso el sector funerario –que generalmente queda envuelto en este tipo de situaciones ante la ausencia de las autoridades– tiene una especie de protocolo para cuando pasan estos casos.

“Se respeta la forma que ellos tienen de realizar su ritual de despedida y se cumple con respeto por parte nuestra el servicio fúnebre, sin causar ningún tipo de choques”, añadió uno de los representantes del gremio funerario.

Valores trastornados

Para Gregorio Henríquez, investigador del conflicto urbano, es evidente que este tipo de actos fúnebres hacen recordar aquellas ostentaciones al delincuente abatido que tan familiares se volvieron en los años ochenta y noventa y que tristemente nunca abandonaron la ciudad.

“Hay una gran exhibición de la estética de la pandilla haciendo ostentación de su presencia. Aunque esto también se ha acrecentado gracias a la presencia de extranjeros que han traído su propia iconografía que surge del ‘culto malandro’”, apuntó.

Según Henríquez, los participantes de estos sepelios ven las caravanas y los desmanes como una gran reunión social en la que se da un mensaje de poder que se resume en un desafío a las autoridades y en el que el muerto —si murió durante un operativo policial— se entroniza como un “sacrificado” dentro de sus valores invertidos.

Ante el papel permisivo de las familias, Henríquez apuntó que estamos ante una situación sui géneris porque estas convierten en una especie de héroe a quien ha delinquido, porque no solo lo ven como alguien que reta al Estado sino también a quien llevó dinero a la familia y que por ello cumplió como proveedor, independiente del cómo lo hizo.

“Esto demuestra que hay un problema ético y un reto para la educación porque si en la casa es donde se están dando estos valores, se le está enviando un mensaje equívoco a las nuevas generaciones”, añadió.

Ante la pregunta de la comunidad por la falta de presencia de las autoridades en este asunto, EL COLOMBIANO consultó tanto a la Secretaría de Movilidad de Medellín como a la Policía Metropolitana para conocer los resultados operacionales cuando ocurren estos desmanes. Sin embargo, al cierre de esta edición no habían emitido respuesta alguna.

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