En perfecto orden coexisten sobre el mismo tapiz rojo una máquina de escribir, un teléfono con disco para marcar y una barbera que asegura tener, por lo menos, 70 años de antigüedad.
Mientras tanto, un Lp da vueltas en una vitrola dejando una melodía de los años 60 en el ambiente. Bayron Marín ha disfrutado de ese panorama durante los 32 años que ha exhibido sus antigüedades y trabajos en madera. Ahora viene más por gusto que por negocio. “Con estos checheritos- me dice señalando las antigüedades- crié a mis hijos”, el Sanalejo, como el Parque Bolívar, son parte de la historia de vida de Bayron y de los cientos de artesanos que han pasado por este lugar.
Salir de casa
Tal vez por ese sentimiento de hogar cuando, en abril de 2019, los artesanos tuvieron que trasladarse a la Plaza de Botero mientras se realizaban los procesos de remodelación del parque, los artesanos vivieron un duelo que persistió durante los nueve meses que estuvieron por fuera. Al principio pensaron que, gracias a que el nuevo espacio era mucho más visitado por los turistas, las ventas se incrementarían, pero el entusiasmo fue desvaneciéndose desde el primer sábado fuera de casa.
“Estábamos muy divididos porque el espacio era mucho más amplio y se reportaron menos ventas y mucha más inseguridad”, contó Carla Cristina Colón, coordinadora de la Secretaría de Cultura Ciudadana y encargada del mercado. A esos dos factores se les sumaban algo más: “el bendito calor de Plaza Botero que no dejaba ni trabajar”, cuenta Bayron.
La conclusión fue que, aunque hubo unos pocos que reportaron más ventas, “tanto a los que les fue bien como a los que le fue mal querían regresar a este Parque de Bolívar”, dijo Colón.
Por eso, “volver a traer a los artesanos a este parque se convirtió en un reto para la administración” cuenta el subdirector de Arte y Cultura de Medellín, Álvaro Narváez, mientras resalta “la importancia de este tipo de actividades que refuerzan la historia y la memoria viva de esta ciudad”.
Volver a la sombra del hogar
Este primer sábado de marzo los 302 toldos fijos, que sumados a los artesanos invitados son alrededor de 350, se presentan con sus productos de bisutería, tejeduría, marroquinería, joyería, dulces típicos y trabajos decorativos en general, en el Parque Bolívar.
Así volverán los colores, los sonidos y los rostros nuevos que visitan el Sanalejo en el Centro y, a su vez, retornan la tradición a su lugar de origen, “de donde esperamos que no se vaya nunca” dijo Colón.
El mercado que ya cumple 46 años de existencia continúa haciendo historia. “Esta tradición ya es parte de mi legado”, me cuenta Gladis Saldarriaga, una de las mujeres que ha pertenecido al mercado desde su fundación, mientras narra como su hija la acompaña desde los cinco años a vender su gelatina de pata y se camuflaba debajo del toldo para jugar y ocultarse del calor.
Ahora, Luz Mari Cárdenas, su hija, también trabaja en el toldo. “Yo sigo viniendo porque me da gusto, el mercado es una tradición que nos compartió mamá y que se debe seguir compartiendo en las otras generaciones” .
