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No sabemos vivir en urbanizaciones: los 5 problemas de convivencia más comunes

Los problemas de convivencia siguen siendo pan de cada día. Aquí, 5 de los más comunes.

  • Construcción y urbanización de vivienda en el municipio de Sabaneta en el sur del Valle de Aburra. Foto: Esteban Vanegas Londoño
    Construcción y urbanización de vivienda en el municipio de Sabaneta en el sur del Valle de Aburra. Foto: Esteban Vanegas Londoño
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lotes residenciales con edificios de 4 pisos en adelante tiene Medellín.

La vida se perfila cada vez más en “altura”. Las construcciones de edificios residenciales representan hoy más del 98 % de la oferta de viviendas nuevas en la ciudad, según Federico Estrada, gerente de la Lonja, gremio inmobiliario de Medellín y Antioquia.

Ya sea en edificios individuales o en “urbanizaciones” de apartamentos con perímetro cerrado y áreas comunes, el panorama de casas de un piso parece ser algo del pasado en zonas de la ciudad.

Esta nueva realidad plantea el nacimiento de comunidades muy distintas a las de los barrios de antaño. Así lo señala el arquitecto y urbanista Juan Miguel Gómez. Para el experto, los retos de relacionamiento en las unidades de propiedad horizontal pasan por superar el individualismo y encontrar canales para construir tejido social.

Solo así, dice Gómez, este tipo de comunidades podrá superar los problemas de convivencia que sufren.

Comunidades felices

De los diagnósticos del problema Alfonso Álvarez López conoce de fondo. Ha pasado casi los últimos 10 años de su vida investigando las dificultades de relacionamiento y convivencia que se viven en las unidades residenciales de propiedad horizontal. Para él, representante de una organización que agrupa a más de 600 de ellas, este es un debate de primer orden.

“Si en Medellín existiera un solo edificio y solo ahí se presentaran dificultades, no nos afectaría mucho. Pero si son centenares, miles de este tipo de construcciones, y cada una de ellas tiene este virus, entonces ya el problema no es de cada urbanización, es un problema de ciudad”, dice Álvarez.

Se refiere a lo que él ha analizado como una paradoja: que en la propiedad horizontal lo que debería unir a las personas, es lo que en realidad las separa más: las zonas comunes y las decisiones que se deben tomar en conjunto. “Un problema grave es que la gente no entiende como una inversión los gastos y presupuestos comunes”.

Además, agrega, existe lo que ha denominado una “mala costumbre” de las personas de acudir ante cualquier problemática con los vecinos, a un abogado.

“Si hay un desencuentro con el vecino, se llama a la administración; la administración se comunica con el presunto infractor; si este no acata la orden, llama a la Policía; las autoridades emiten el comparendo y si todo sale ‘bien’, el sujeto la paga. Si no, se van a juzgados. Y en todo ese circuito, los dos vecinos nunca se hablaron”, cuenta López.

Para cambiar esa realidad, él y su equipo diseñaron un programa que llamaron “comunidades felices”. Lo que buscan es propiciar espacios de encuentro para que las personas se conozcan, interactúen y accedan al diálogo como la base de cualquier relacionamiento.

“Lo que queremos es cambiar el chip de lo que la gente compra cuando accede a una vivienda en un edificio o en una urbanización de edificios. Hoy casi que las personas llegan con el mantra de que no los ‘moleste nadie para nada’. Eso lo queremos derribar creando una nueva concepción, donde conocernos se vuelve nuestra mayor fortaleza”, señala López.

Cuando dice eso viene a su memoria una anécdota que representa su preocupación.

“Un día, en un edificio, se murió una persona de forma sorpresiva. Al poco tiempo se hizo una reunión por otro motivo, y los familiares del fallecido se dieron cuenta de que solo unos pisos abajo de su apartamento vivían unas personas que hacían parte del sector salud y que pudieron haber hecho algo para salvarle la vida a su familiar ”, finaliza su relato.

EL COLOMBIANO consultó con diversos administradores de propiedades horizontales de distintos sectores, y encontró las cinco dificultades de convivencia más recurrentes de este tipo de comunidades.

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