Un Dios lo bendiga al finalizar la transacción podría redimir el pecado de comprar una moneda que no se sabe si es original o falsa. La gracia divina del valor que tiene la Madre Laura para los paisas se mide en lo que pueden pagar por una de las escasas monedas que hay en el mercado.
Un mediodía de bochorno calienta el suelo del centro de Medellín. A escasos metros del comando de la Policía Metropolitana un aparente transeúnte ofrece a diestra y siniestra las monedas con la imagen de la única santa colombiana, tan escasas para el resto de mortales, pero tan abundantes para él. En una bolsa negra carga más de 50.
-Lleve la moneda de la Madre Laura-, grita el vendedor, llamando la atención de los devotos que frenan en seco al oír la oferta.
Dos mujeres piden la moneda, la toman en sus manos, la detallan y preguntan por su originalidad. -Claro que sí, esta fue de las que emitió el Banco de la República-, responde afanado el vendedor, que continúa lanzando al aire la oferta para que se le haga el “milagrito” de la venta.
Otro hombre se acerca. -¿A cómo las deja para llevar 20?-, dice un cincuentón que se escuda del calor del centro con una cachucha y unas gafas negras.
Entre el que ruega y el que se siente rogado transan el negocio. Al final el comprador adquiere 10 de las “santas monedas” a 8.000 mil pesos cada una.
Pecado consumado para uno y milagro para otro que ya libró el día.
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