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Tras las huellas del inmolado exgobernador de Antioquia Antonio Roldán en su pueblo natal

En Briceño hay una estatua, un colegio y una urbanización con el nombre del gobernador asesinado en tiempos del narcoterrorismo, pero la casa donde nació no se ha considerado como sitio de memoria.

  • La casa queda a un lado del parque principal de Briceño. En ella habita una familia que con frecuencia recibe solicitudes de personas para entrar. FOTO MANUEL SALDARRIAGA
    La casa queda a un lado del parque principal de Briceño. En ella habita una familia que con frecuencia recibe solicitudes de personas para entrar. FOTO MANUEL SALDARRIAGA
30 de abril de 2024
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El personaje más ilustre en Briceño, un pueblo enclavado entre montañas en el Norte de Antioquia, es el inmolado gobernador Antonio Roldán Betancur. Su nombre por allí es pronunciado con orgullo, aunque sus huellas solo se insinúan tímidamente en el terruño que lo vio nacer.

En un vértice del parque central se ubica la casa donde Roldán pasó los primeros años de vida y a toda la entrada la única evidencia del carácter histórico de la edificación es una placa puesta el 8 de diciembre de 1988. Al año siguiente, el 4 de julio, el entonces gobernador fallecería en una fatal casualidad. Los sicarios del cartel de Medellín hicieron detonar 100 kilos de dinamita a su paso por la unidad deportiva Atanasio Girardot para ir de su casa a un consejo de seguridad en La Alpujarra, porque lo confundieron con el convoy del comandante de la Policía Antioquia, Valdemar Franklin Quintero. Fuera del funcionario fallecieron cinco personas que iban con él. Después, el 18 de agosto, casi un mes después, el oficial fue acribillado.

En esta casa nació el Dr. Antonio Roldán Betancur, gobernador de Antioquia, el 17 de febrero de 1946. Homenaje de la municipalidad”, dice el texto grabado en un pedazo de concreto que incrustaron a un lado de la entrada a la casa de pared blanca y zócalos que combinan el amarillo con el verde, los colores de la bandera municipal.

El recuerdo de la familia Roldán Betancur para muchos de los habitantes de Briceño resulta vago. En general, hablan del periodo en que Antonio fue gobernador y cómo llevó la electricidad, construyó el acueducto, lo mismo que el hospital Sagrado Corazón y estaba a punto de lograr recursos para pavimentar la vía de acceso al pueblo cuando lo asesinaron.

Una habitante asegura que “si a Antonio Roldán no lo hubieran matado, el pueblo tendría una carretera de espectacular, porque ya estaba en proceso”, pero lo cierto es que casi 35 años después de esa historia sigue siendo traumático llegar desde Medellín a ese casco urbano.

Los vestigios de la gratitud de los briceñitas hacia él se notan en una estatua en el parque, el nombre del colegio y una urbanización, pero no se ha planteado destinar su primera morada como un museo o algo que lo rememore.

Dora Saldarriaga Giraldo es quien hoy vive con su familia en la casa que antes era de los Roldán. Los demás son su mamá, doña Amparo, de 84 años, el esposo de Dora y un hijo, pocas personas para un caserón como ya casi no hacen y por eso alquilan una habitación de vez en cuando.

Son en total ocho habitaciones, dos baños y un corredor amplio lleno de pencas, anturios bien cuidados y otras matas floridas.

El primer nivel, por esas gracias de las pendientes pronunciadas de Briceño, luce como subterráneo, pero también tiene entrada por la cuadra que da justo al parque.

Cuando los propietarios eran los Roldán, era una casita de tapia que solo abarcaba la parte que hoy da a la plaza; mucho más pequeña y luego de que el papá de Dora la adquirió, fue añadiéndole piezas con adobe hacia atrás.

Rosa Roldán, 5 o 6 años mayor que Antonio, cuenta que los siete hombres y cinco mujeres hijos de don Ángel y doña Inés vieron la luz por primera vez en ese lugar y se fueron yendo bien por razones de estudio o matrimonio –también hay una religiosa–, hasta que solo quedaron ella, otra hermana y quien luego se convirtió en médico, líder social y dirigente político.

“De allá hay muchos recuerdos. Corríamos, nos escondíamos en una de las alcobas de abajo que era una pieza de juegos y también había un solar muy grande con palos de aguacate y naranja”, relata sobre esos tiempos en que la escuela de niños quedaba al lado izquierdo de su vivienda y la de niñas de frente, al pie de la iglesia.

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Al pueblo no ingresaban aún carros y por eso cualquier desplazamiento tenía que ser a caballo o a pie. Rosa tendría unos 10 años y Antonio apenas unos 5, de manera que aún no había ingresado a la escuela, cuando la viuda de 47 años salió para Medellín con sus hijos menores y vendió la casa, tras la muerte del padre, de apenas 54 años. Sin embargo, no perdieron el contacto con Briceño. Siempre iban a visitar a la hermana, Luz, aunque era una presencia discreta, por lo que en el municipio algunas personas sostienen que solo recuerdan a Antonio Roldán ya de bigote y convertido en un alto funcionario.

Luis Mora, entrado hoy día en años, relata varias épocas en que tuvo un contacto estrecho con él. Recuerda por ejemplo que iban juntos a ver al Atlético Nacional en palco porque Roldán no solo fue hincha furibundo sino que presidió el equipo en 1984.


Otro pasaje de ese contacto vital transcurrió en una época que Luis no sabe precisar si fue antes o después, en que se lo volvió a topar porque, como presidente de la junta de deportes del pueblo le tocó hacer una gestión en Coldeportes y su coterráneo era director regional.

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En un tercer fragmento apunta que viajó a Medellín a unas diligencias en la Secretaría de Desarrollo del Departamento y ya se notaba la influencia de Roldán porque les ayudó a conseguir la energía eléctrica para el pueblo, que permaneció a oscuras hasta la década de 1980.

Posteriormente, ya como gobernador –cargo que ejerció desde el 18 de agosto de 1988 cuando lo nombró el presidente Virgilio Barco, hasta el día de la muerte– visitó Briceño en varias ocasiones, casi hasta la víspera de su asesinato.

Él estuvo acá en junio; había asistido a un acto público, y lo mataron en julio”, contó Luis. El acto público que menciona tuvo una connotación muy especial y hasta profética, según apunta doña Rosa.

Resulta que un vendaval había tumbado la iglesia en 1988 y el gobernador, su hermano, ayudó a conseguir fondos para la reconstrucción. Por eso el párroco lo invitó a poner la primera piedra, el 4 de junio de 1989. Es curioso, pero por equivocación la placa decía 4 de julio y aunque el cura propuso hacer la corrección, Roldán lo convenció de que no valía la pena, que “por algo sería”. Y la placa quedó justo con la fecha en la que partió el hijo más ilustre que ha nacido en Briceño.

El exsenador Gabriel Zapata opina que su amigo inmolado por el narcoterrorismo merece más homenajes de los que ha recibido y que, en particular en el pueblo, habría sido un acto de justicia que dedicaran la casa donde pasó sus primeros años a un museo donde ubicar fotos, objetos y testimonios en su memoria.

Más información sobre el municipio: Se registran nuevos combates en zona rural de Briceño, Antioquia

No obstante, Rosa, la hermana, con una voz que no deja dudas de su sinceridad, justifica que no se haya hecho porque por ese mismo pudor de no posar como personajes especiales, la familia no ha realizado ninguna diligencia.

MEDELLÍN Y URABÁ RECUERDAN AL LÍDER

Los homenajes a Antonio Roldán son tal vez más visibles en otras partes que en su pueblo natal. En Urabá, cada que un pasajero se baja de un avión ve el nombre del exgobernador en letras inmensas porque lo lleva el aeropuerto regional; el hospital público más importante del Eje Bananero también lo rememora, lo mismo que el colegio de Necoclí, el Coliseo Mayor de Apartadó y un centro de educación superior.

En Medellín existe la Villa Deportiva Antonio Roldán Betancur; la calle 47D, cerca de allí, se conoce con ese mismo nombre, igual que un intercambio vial vecino de la antigua fábrica de Pintuco.

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