Una habitante asegura que “si a Antonio Roldán no lo hubieran matado, el pueblo tendría una carretera de espectacular, porque ya estaba en proceso”, pero lo cierto es que casi 35 años después de esa historia sigue siendo traumático llegar desde Medellín a ese casco urbano.
Los vestigios de la gratitud de los briceñitas hacia él se notan en una estatua en el parque, el nombre del colegio y una urbanización, pero no se ha planteado destinar su primera morada como un museo o algo que lo rememore.
Dora Saldarriaga Giraldo es quien hoy vive con su familia en la casa que antes era de los Roldán. Los demás son su mamá, doña Amparo, de 84 años, el esposo de Dora y un hijo, pocas personas para un caserón como ya casi no hacen y por eso alquilan una habitación de vez en cuando.
Son en total ocho habitaciones, dos baños y un corredor amplio lleno de pencas, anturios bien cuidados y otras matas floridas.
El primer nivel, por esas gracias de las pendientes pronunciadas de Briceño, luce como subterráneo, pero también tiene entrada por la cuadra que da justo al parque.
Cuando los propietarios eran los Roldán, era una casita de tapia que solo abarcaba la parte que hoy da a la plaza; mucho más pequeña y luego de que el papá de Dora la adquirió, fue añadiéndole piezas con adobe hacia atrás.
Rosa Roldán, 5 o 6 años mayor que Antonio, cuenta que los siete hombres y cinco mujeres hijos de don Ángel y doña Inés vieron la luz por primera vez en ese lugar y se fueron yendo bien por razones de estudio o matrimonio –también hay una religiosa–, hasta que solo quedaron ella, otra hermana y quien luego se convirtió en médico, líder social y dirigente político.
“De allá hay muchos recuerdos. Corríamos, nos escondíamos en una de las alcobas de abajo que era una pieza de juegos y también había un solar muy grande con palos de aguacate y naranja”, relata sobre esos tiempos en que la escuela de niños quedaba al lado izquierdo de su vivienda y la de niñas de frente, al pie de la iglesia.
Le recomendamos leer: Tres personas heridas dejó presunto ataque del Clan del Golfo a un vehículo en Briceño, Antioquia
Al pueblo no ingresaban aún carros y por eso cualquier desplazamiento tenía que ser a caballo o a pie. Rosa tendría unos 10 años y Antonio apenas unos 5, de manera que aún no había ingresado a la escuela, cuando la viuda de 47 años salió para Medellín con sus hijos menores y vendió la casa, tras la muerte del padre, de apenas 54 años. Sin embargo, no perdieron el contacto con Briceño. Siempre iban a visitar a la hermana, Luz, aunque era una presencia discreta, por lo que en el municipio algunas personas sostienen que solo recuerdan a Antonio Roldán ya de bigote y convertido en un alto funcionario.
Luis Mora, entrado hoy día en años, relata varias épocas en que tuvo un contacto estrecho con él. Recuerda por ejemplo que iban juntos a ver al Atlético Nacional en palco porque Roldán no solo fue hincha furibundo sino que presidió el equipo en 1984.
Otro pasaje de ese contacto vital transcurrió en una época que Luis no sabe precisar si fue antes o después, en que se lo volvió a topar porque, como presidente de la junta de deportes del pueblo le tocó hacer una gestión en Coldeportes y su coterráneo era director regional.
También puede ver: Zozobra en límites de Briceño y Valdivia, en Antioquia, por presunto regreso del Clan del Golfo
En un tercer fragmento apunta que viajó a Medellín a unas diligencias en la Secretaría de Desarrollo del Departamento y ya se notaba la influencia de Roldán porque les ayudó a conseguir la energía eléctrica para el pueblo, que permaneció a oscuras hasta la década de 1980.
Posteriormente, ya como gobernador –cargo que ejerció desde el 18 de agosto de 1988 cuando lo nombró el presidente Virgilio Barco, hasta el día de la muerte– visitó Briceño en varias ocasiones, casi hasta la víspera de su asesinato.
“Él estuvo acá en junio; había asistido a un acto público, y lo mataron en julio”, contó Luis. El acto público que menciona tuvo una connotación muy especial y hasta profética, según apunta doña Rosa.
Resulta que un vendaval había tumbado la iglesia en 1988 y el gobernador, su hermano, ayudó a conseguir fondos para la reconstrucción. Por eso el párroco lo invitó a poner la primera piedra, el 4 de junio de 1989. Es curioso, pero por equivocación la placa decía 4 de julio y aunque el cura propuso hacer la corrección, Roldán lo convenció de que no valía la pena, que “por algo sería”. Y la placa quedó justo con la fecha en la que partió el hijo más ilustre que ha nacido en Briceño.
El exsenador Gabriel Zapata opina que su amigo inmolado por el narcoterrorismo merece más homenajes de los que ha recibido y que, en particular en el pueblo, habría sido un acto de justicia que dedicaran la casa donde pasó sus primeros años a un museo donde ubicar fotos, objetos y testimonios en su memoria.
Más información sobre el municipio: Se registran nuevos combates en zona rural de Briceño, Antioquia
No obstante, Rosa, la hermana, con una voz que no deja dudas de su sinceridad, justifica que no se haya hecho porque por ese mismo pudor de no posar como personajes especiales, la familia no ha realizado ninguna diligencia.
MEDELLÍN Y URABÁ RECUERDAN AL LÍDER
Los homenajes a Antonio Roldán son tal vez más visibles en otras partes que en su pueblo natal. En Urabá, cada que un pasajero se baja de un avión ve el nombre del exgobernador en letras inmensas porque lo lleva el aeropuerto regional; el hospital público más importante del Eje Bananero también lo rememora, lo mismo que el colegio de Necoclí, el Coliseo Mayor de Apartadó y un centro de educación superior.
En Medellín existe la Villa Deportiva Antonio Roldán Betancur; la calle 47D, cerca de allí, se conoce con ese mismo nombre, igual que un intercambio vial vecino de la antigua fábrica de Pintuco.