Algunas buenas intenciones y otras decisiones torpes y facilistas colmaron los ecosistemas del país de especies invasoras. Se suele pensar que las especies que hoy causan tantos daños a la fauna y flora nativa, y a varios sectores productivos, fueron fruto de alguna mano malintencionada que las introdujo al país con ese fin, pero no es así.
La historia del peligroso retamo espinoso lo ilustra perfectamente. En los 50, con el país explotando a toda marcha canteras y montañas para conseguir los materiales necesarios para construir casas, carreteras y demás, a alguien se le ocurrió que era necesario una siembra masiva para evitar los procesos de erosión en esas zonas de extracción. Y entonces pensaron que la mejor solución era traer el retamo espinoso que crece originariamente en el occidente de Europa y el Norte de África, lo escogieron por su facilidad para dispersarse en áreas degradadas. Hoy es una especie regada en todo el país que produce 20.000 semillas al año, cada planta puede conquistar 10 metros alrededor en un año, sofoca especies nativas y ya hace su intimidante presencia en bosques altoandinos y páramos. Amenazante porque no solo se nutre del fuego para diseminar mejor sus semillas sino porque sus tallos contienen aceites y otros componentes inflamables que facilitan la propagación de incendios.
Actualmente Colombia tiene normativa vigente para controlar, erradicar y manejar 23 especies invasoras. Pero la amenaza es mucho mayor: son casi 600 las especies de flora exóticas introducidas y trasplantadas en el país. En el Oriente antioqueño existen 243 especies de flora introducidas de las cuales 41 presentan alto riesgo de invasión, según un estudio liderado por el biólogo de la Católica de Oriente, Mario Quijano.
Las recomendaciones de los expertos de Corantioquia y Cornare coinciden en que hay una sola medida verdaderamente eficaz para controlar especies invasoras de cualquier tipo: la pedagogía.
David Echeverri, jefe Oficina de Gestión de la Biodiversidad de Cornare, ha sido enfático en señalar que ninguna autoridad ambiental tiene la capacidad de ir predio por predio determinando la presencia de especies invasoras, por lo que es crucial que la ciudadanía tome medidas elementales como informarse sobre qué tipo de especie pretende usar para una cerca viva o cómo controlar una planta invasora. Por ejemplo, el ojo de poeta –que está en por lo menos 3.000 hectáreas del Oriente antioqueño y que asfixia los árboles nativos impidiéndoles la fotosíntesis hasta que mueren secos, mutilados y fracturados– no se puede controlar con fuego porque eso alimenta sus semillas. Las autoridades ambientales actualizan frecuentemente las cartillas que explican con todo detalle los pasos para controlar y erradicar estas especies.
Otra medida necesaria por parte de la ciudadanía es el monitoreo de ríos, humedales y cuerpos de agua cercanos. Esto es clave, por ejemplo, para contrarrestar a otra especie que arrasa con todo a su paso, como el buchón o jacinto de agua, considerada de alto riesgo en Colombia y que tiene la capacidad de duplicar su biomasa cada año y acabar con el oxígeno del agua hasta extinguir ese cuerpo de agua, su vegetación de flora y desplazar la fauna cercana. Una detección a tiempo de la presencia del buchón puede facilitar que las propias personas de la comunidad le hagan control manual.
Monitoreos preventivos como estos por parte de la comunidad, permitieron, por ejemplo, la detección hace unos días de la langostilla roja en los humedales Lotus y Vegas de la Calleja, en el municipio de Rionegro. Esta especie proveniente del sur de Estados Unidos es un transmisor de agentes infecciosos y su presencia en cuerpos de agua urbanos se convierte en una potencial amenaza a la salud pública.
Echeverri es enfático: la introducción de especies exóticas tiene que parar “porque los daños pueden ser irreparables”. Desatender estas advertencias le ha costado al país pérdidas en su biodiversidad y productividad. Un caso emblemático es el de la rana toro, introducida en 1986 desde Brasil por productores que pretendían entrar al entonces atractivo comercio mundial de ancas. Desde el principio el Inderena lo advirtió como amenaza y ordenó destruir los criaderos, pero la rana fue más rápida, escapó de estos y 40 años después depreda todo a su paso y arrincona especies nativas en ocho departamentos, incluyendo Antioquia.
El ganso del Nilo, la especie que completa este ilustrativo cartel de las especies invasoras más buscadas, fue introducido también premeditadamente y hoy es considerado una plaga agrícola, según explica Corantioquia, porque depreda semillas y arrasa cultivos. Es un animal agresivo que usurpa nidos y mata competidores como especies como garzas y rapaces.
Si se encuentra con alguna de estas especies de fauna y flora u otras que considere inusuales o que hagan presencia masiva en alguna zona, no dude en buscar mayor información y contactarse con las autoridades ambientales para su correcto manejo. Puede estar ante una de las especies invasoras que están provocando estragos cada vez más difíciles de restaurar.
