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La Kings League criolla se juega en el Barrio Antioquia

En el Barrio Antioquia se está jugando un torneo de fútbol que se transmite por la plataforma Twitch y tiene miles de seguidores en Colombia y el mundo.

  • Torneo del Barrio en barrio antioquia siendo transmitido por Twitch. Foto: Manuel Saldarriaga Quintero
    Torneo del Barrio en barrio antioquia siendo transmitido por Twitch. Foto: Manuel Saldarriaga Quintero
  • Torneo de microfútbol en en barrio antioquia. Foto: Manuel Saldarriaga Quintero
    Torneo de microfútbol en en barrio antioquia. Foto: Manuel Saldarriaga Quintero
  • Se juegan dos tiempos de 20 minutos. Foto: Manuel Saldarriaga Quintero
    Se juegan dos tiempos de 20 minutos. Foto: Manuel Saldarriaga Quintero
  • La Kings League criolla se juega en el Barrio Antioquia
05 de abril de 2023
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¿Y qué es el Barrio Antioquia? Una moto sin casco, un concierto de pitos, una olla, los plones, el perico, los buñuelos rellenos de chocolate, arequipe, mora; un avión, el aeropuerto, un granizado, un laberinto subterráneo, un lavadero, un “la buena” y, ahora, un referente del fútbol aficionado, del entretenimiento virtual.

En el Barrio Antioquia se está jugando la Kings League criolla, la Kings League a la colombiana. Se juega en una cancha de cemento, y solo diez jugadores y dos árbitros casi siempre mujeres. Son partidos de cuarenta minutos. Así se conformó El Torneo de Barrio de Medellín. Mientras sucede el juego hay un camarógrafo —un streamer— que lo graba todo con su celular y con una cámara que hace tomas en 180 grados, y todo va directo a internet. A veces, ese camarógrafo —que se llama Santiago Rodríguez— hace de narrador, pero más que todo está hablando con su audiencia, algo imposible para la televisión.

Torneo de microfútbol en en barrio antioquia. Foto: Manuel Saldarriaga Quintero
Torneo de microfútbol en en barrio antioquia. Foto: Manuel Saldarriaga Quintero

Las noches de lunes a domingos —excepto los sábados— el barrio se convierte en el centro de una liguilla distrital que reúne a los mejores 32 equipos de fútbol de barrio de la ciudad. El torneo tiene tanta acogida y nivel que reguetoneros y músicos como Blessd y Dj Pope tienen su propio equipo dotados con los mejores pisos (zapatos) y camisetas, dignas de cualquier profesional —se secan rápidamente del sudor— y uno que otro jugador que descresta con golazos y gambetas. El prestigio que está dando la liguita es tal que han llegado a participar jugadores de la Selección Colombia de fútbol sala.

Se disputan entre cuatro y seis partidos por noche en el parque de la 26, en medio de las plazas de venta de drogas duras —a oscuras— hay una cancha que ilumina los rostros de los espectadores que sonríen, celebran y se entretienen con jugadas, faltas, patadas, atajadas, toques, roces, cabezas y goles, golazos. Algunos sentados en las graderías de dos escalones dicen que desde allí los jugadores “se ven como gigantes”, y tal vez lo que dice sea producto de quién ya lleva varios minutos “trabado a lo pajarito”.

¡Baloncito, baloncito, baloncito! dice la árbitra a los jugadores del equipo Brasil, para que continúen con el juego y no confundan el pitido del campanero del parque que avisa que pasa alguien —“algún tombo”—; a lo lejos alguien grita “todo bien, ¡todo bien!”, sinónimo de que quien pasa no es la Policía.

Los partidos tienen dos tiempos, cada uno de 20 minutos, en los que se pueden hacer cambios ilimitados. No hay fuera de lugar ni se invalidan los goles en el área. Todo sucede en jugadas rápidas e intensas, con tiempo limitado en el lado del adversario. Aquí se vale el achique, la bicicleta, los túneles, el gol de túnel al arquero, picar el balón o ponerlo en el ángulo, un tiro rastrero más rápido que las piernas del arquero, pasarla de caballito o vuelta al mundo y rematar con el empeine y los tres dedos, es decir, borde externo. En esta liguita parece que importa más el lujo, el malabarismo extremo, que la efectividad.

Se juegan dos tiempos de 20 minutos. Foto: Manuel Saldarriaga Quintero
Se juegan dos tiempos de 20 minutos. Foto: Manuel Saldarriaga Quintero

Kevin Palacio es el presidente del torneo, el gran organizador, el inventor y dice: “Esto inició después de la pandemia, como un torneo de niños y ya unos 8 días después me pidieron que organizara un torneo para adultos, yo hice el torneo con 14 equipos”.

Después de la pandemia, el torneo se hizo famoso por ser como un “Interplazas”. Se trató de un nombre nada discreto: jugaban a nombre de las plazas de vicio, porque en el Barrio Antioquia las calles más allá de tener nomenclatura son conocidas por quién manda el negocio que pone a volar a todo Medellín. “Así nos reunimos para jugar al fútbol y a medida que después de la pandemia más dura iba pasando y se flexibilizaban las salidas se hizo más fácil jugar en la noche, luego comenzó a tomar ruido los partidos del barrio y decidimos crear un torneo el semestre pasado”.

Justo entonces fueron hasta el Barrio Antioquia a ver los partidos unas 500 personas en las finales. “Desde que empezamos, hasta la final del torneo, con solo cinco días de transmisión, tuvimos el pico de espectadores más alto: la final la vieron 2.275”, dice Rodríguez. En total, han realizado 46 emisiones, es decir, unas 153 horas de video y tienen 140.000 vistas en vivo. Además, “nos han escrito personas de Canadá, Marruecos, Estados Unidos”.

Los equipos están compuestos por hombres de todas las edades, algunos juegan por amor al deporte, otros reciben una entrada extra o la convierten en su modo de existencia. No todos son paisas, también se escuchan acentos venezolanos, costeños y uno que otro rolo. “El año pasado entregamos 8 millones de pesos al campeón, 4 millones al segundo y 2 millones al tercero. Cada semana regalamos algo al mejor equipo, cosas que llegan de los patrocinadores, puede ser alguna comida o bebida. Además, las árbitras que tenemos vienen de una escuela”.

El torneo parece tener una combinación entre profesionalismo y ese toque original que le da lo urbano, como si lo jugaran las mejores figuras del fútbol freestyle. El arquero puede ser un gordito rotundo o un larguirucho robusto que tiene además de sus zapatillas unas canilleras bien calzadas, rodilleras y coderas, pero sin guantes. Los jugadores que no tienen una posición fija juegan con camiseta y pantaloneta diseñada exclusivamente para el equipo. Entre los patrocinadores está Kappa, la misma marca que patrocina en la liga Betplay a Santa Fe; también están presentes marcas de bebidas azucaradas e hidratantes, alcohol en diferentes presentaciones, una pizzería, una óptica y más.

Aunque no hay un pago obligatorio, algunos jugadores reciben unos 50 mil pesos por partido, quizá más, también los equipos pueden pagar el transporte. Así mismo, hay jugadores que continúan su noche en otros barrios, salen hacia Manrique o Robledo a integrar otros equipos, unos llegan a considerar a estos partidos la forma de trabajar y ganarse unos pesos. Otros están en su camino de sueños, sueñan con el profesionalismo.

Aquí no hay ningún Piqué, Kun Agüero o algún streamer con audiencia destacada, todos son jóvenes que desafían las barreras y visión que hay sobre su barrio. Se apropian de un espacio que algún momento fue violento, que bandas se disputaron a tiros para consolidar alguna plaza de vicio. Hoy esta cancha les da vida a las noches, es un punto de encuentro, así fabrican un divertimento.

Pero no todo es tan bueno. Kevin no se explica por qué aún no arreglan la cancha: “Una vez fui a esa oficina de la Alcaldía donde se ocupan de arreglar los parques y me dijeron que ya habían invertido 80 mil millones de pesos para las canchas, pero por aquí nadie ha venido”. La Alcaldía responde que está “saldando la deuda histórica con los escenarios recreodeportivos”, pero parece que esas promesas se quedaron en tuits y likes.

Es casi media noche, la árbitra da el pitazo final. La gente comienza a diluirse, barren las gradas, recogen las basuras, enrollan los anuncios publicitarios y guardan el tablero del marcador. No queda nada de la parafernalia del torneo, todo queda limpio. Sebastián se despide de los espectadores virtuales mientras que Kevin habla con el equipo ganador porque les queda debiendo la pizza, que no alcanzó a llegar.

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