Teresa Cifuentes Martínez recuerda que tenía 3 años cuando aprendió, junto a sus hermanos, a meditar el padrenuestro. Su padre les enseñaba por frases, explicándoles cada significado. Cuenta que su fe comenzó así, “uniendo palabras”. Esa niña hoy es abuela, y lidera varias comunidades de fieles y grupos de oración. “No tengo palabras para describir lo grandiosa que es la fe conmigo (...). Todo es posible con la fe”, dice.
El filósofo y antropólogo Hernán Darío Gil Alzate, docente en el Centro de Humanidades de la Universidad Pontificia Bolivariana y en el Seminario Mayor de Medellín, explica que con la fe se busca darle orden a la existencia. “Cuando se vive en la claridad se tiene la seguridad de la vida. Eso sería la fe para las grandes religiones del mundo”. Cuenta que, frente al cristianismo, Cristo mostró a unas personas otra manera de vivir en ese orden: amando, y fue a través del amor que apareció la seguridad en la existencia humana.
“La fe es mi respuesta libre, como persona, a la iniciativa de un Dios que se revela. Me permite crecer como persona, interactuar con el mundo, pero siempre en esa realidad con lo divino. Es creer que este amor que tengo en mi interior es capaz de transformarlo todo”, afirma monseñor José Mauricio Vélez García, obispo auxiliar de Medellín. Anota que la fe en cada católico comienza cuando es bautizado.
En el Catecismo de la Iglesia Católica se lee que “la fe es ante todo una adhesión personal del hombre a Dios; es al mismo tiempo e inseparablemente el asentimiento libre a toda la verdad que Dios ha revelado (...). La fe es un don de Dios, una virtud sobrenatural infundida por Él”.
La institución religiosa confiesa su fe en un solo Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Se trata de una “figura muy bella”, en palabras de Gil. Anota que el cristianismo demuestra que “hay un Dios Padre que protege; un Dios Hijo, que es su representación, y un Espíritu que está siempre con el hombre”.
Pero, como se lee en el Catecismo, la fe de la Iglesia es anterior a la fe del fiel. ¿Por qué? El profesor explica que el cristianismo, al igual que las otras grandes religiones, se caracterizó por ser comunitario. “Esa primera comunidad adquiere la fe y se la pasa a todo el que quiera adoptarla. Religión viene del latín religare, que tiene por traducción: atar, unir, tejer... La fe es eso: la comunidad”. En esa línea, monseñor José Mauricio agrega que a través de la fe individual se contribuye a sostener la fe de los demás. “Es un eslabón, una cadena, mi fe nunca soy yo, mi fe somos todos”.
En el Catecismo también se asegura que “solo es posible creer por la gracia y los auxilios interiores del Espíritu Santo. Pero no es menos cierto que creer es un acto auténticamente humano”. En ese sentido, explica el obispo auxiliar, el Espíritu Santo es el que acrecienta la fe en el ser humano, la cual se fortalece con los sacramentos, como se lee en el documento citado. Dichos sacramentos, añade el filósofo, “guían al individuo desde el nacimiento hasta la muerte”, pues están presentes en cada acontecimiento de la vida.
Cómo fortalecer la fe
El antropólogo se aleja de la idea de que con el tiempo la fe se cambie o adapte. “Creería que no cambia según las circunstancias históricas o el vaivén de una sociedad”. Pero, según monseñor, la fe sí puede delimitarse con tentaciones como el individualismo, el relativismo, vivir sin sentido, la increencia y la carencia del amor.
Precisa que desconectarse de la realidad del otro, someter todo a la palabra normal (cuando “no todo es normal”), vulnerar un proyecto de vida, dejar de creer y no amar hacen tambalear la fe del católico hoy en día. “La carencia del amor.... Ahí es donde está el mayor, digamos, cáncer de la fe. A mí se me pierde el amor y se me pierde Dios. A mí se me pierde el amor y se me pierde la humanidad. A mí se me pierde el amor y me pierdo yo mismo”.
Monseñor aconseja aumentar la fe tomando consciencia de la vida y la existencia de Dios, y “preocupándose por escribir su nombre en el libro del cielo”. Y añade: “Si la fe es la capacidad de llenarme de confianza y seguridad para poder mover todo lo que ataña a mi vida y lo que hay a mi alrededor, entonces tómese confianza, aprenda a apoyarse en su fe, y desde su fe aprenda a transformar o a cambiar todo lo que está en su corazón o ahí afuera”. En su opinión, la fe también debe llevar a tareas concretas por el bien de la humanidad, “por otro hijo de Dios que me necesita y necesito”.
Precisamente, en su mensaje de Cuaresma para este año, el papa Francisco hizo un llamado sobre las virtudes teologales: la fe, la esperanza y la caridad —las cuales, según el Catecismo, fundan, animan y caracterizan el obrar moral del cristiano—: “En este tiempo de conversión renovemos nuestra fe, saciemos nuestra sed con el ‘agua viva’ de la esperanza y recibamos con el corazón abierto el amor de Dios que nos convierte en hermanos y hermanas en Cristo”.
El mensaje de la Resurrección
Gil asegura que la Resurrección, para la teología cristiana, es el punto fundamental del cristianismo. “La Resurrección es estar vivos. Por eso el cristianismo debe ser una religión de vivos y no de muertos. Aquí hago una crítica: el cristianismo, en la vida cotidiana de la gente, se ha convertido en un Cristo muerto, es más importante el Cristo clavado en la cruz que el Cristo resucitado”.
En palabras de monseñor, la Resurrección recuerda que hay un reino de los cielos que espera por quienes creen. “Hay una eternidad con Dios por la cual debemos trabajar. A partir de esta vida voy a descubrir una nueva realidad, pero me la tengo que ganar”.
Según el Catecismo, “la Resurrección de Jesús es la verdad culminante de nuestra fe en Cristo, creída y vivida por la primera comunidad cristiana como verdad central”.
“Sería obligatorio creer en la Resurrección si soy cristiano. La gente hace mucho sincretismo religioso. Es cristiana, católica, reza el Rosario, le gusta mucho María Auxiliadora, pero cree en la reencarnación”, opina Gil.
Cada Domingo de Resurrección, como el de hoy, trae un mensaje de esperanza, la cual —según monseñor— es una actitud religiosa que tiene como protagonista a Dios y que hace referencia a los acontecimientos que dependen solamente de la voluntad divina. “Cuando pierdo un ser querido y tengo esperanza, tengo trascendencia; cuando pierdo un empleo y tengo esperanza, tengo oportunidad; cuando tengo un dolor a causa de la acción de otra persona y tengo esperanza, tengo la motivación para levantarme y seguir adelante. Lo bonito de la esperanza es que no deja que yo decaiga o pierda la esencia de mi vida”.
Sobre cómo los católicos pueden llevar el mensaje de la Resurrección a la vida cotidiana, monseñor invita a no tener miedo y confiar plenamente en Dios. “Si Cristo resucitó y venció la muerte, ¿qué no podrá vencer? Y si fue capaz de mover el corazón de su discipulado y continúa moviendo el corazón de nosotros...”.
Tanto monseñor como el filósofo coinciden en asociar la esperanza y la religión. El obispo auxiliar asegura que donde hay esperanza hay religión y el antropólogo explica que la religión hace posible imaginar el mundo con fe, lo cual, para él, es esperanza. “Si esa fe es guiada por un Dios es una fe con mensaje: amar al otro, amarme y amar a Dios. Tú haces eso y vives feliz”.