La actitud sospechosa del conductor de una camioneta que manejaba el pasado miércoles 5 de febrero por la vía que de Medellín conduce a los Llanos de Cuivá le sugirió a los policías de tránsito que lo detuvieron que ocultaba en su vehículo algo ilícito. Estaban en lo cierto, pero lo que no esperaban encontrar en la maleta era un puma concolor en un guacal putrefacto y destartalado en el que difícilmente cabría un pequeño gato.
El hombre fue inmediatamente capturado y de acuerdo con la ley de delitos ambientales podría enfrentar una pena que va desde los 60 hasta los 135 meses y multas que pueden oscilar entre los 134 y hasta los 43.750 salarios mínimos legales mensuales vigentes.
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En cuanto al cachorro de seis meses, el equipo de biólogos y veterinarios del Área Metropolitana intentarán recuperarlo de las graves secuelas que le dejó el cautiverio para intentar en unos meses –si logran rehabilitarlo– que por fin conozca la libertad.
Lamentablemente el caso no es una rareza y en cambio se suma a la extensa lista de sucesos que retratan el grado de crueldad al que ha llegado el tráfico ilegal de especies silvestres en Colombia. Los traficantes y todas las personas involucradas en esta cadena, en un intento por hacerse cada vez más escurridizos para las autoridades, han inventado nuevas formas de venta y transporte que han llevado el dolor y el maltrato a nuevos niveles.
Según la Policía Ambiental, el tráfico cara a cara es muy reducido ahora, pues los traficantes optan por ofrecer sus “catálogos” de especies a través de redes sociales donde, a través de subastas, por ejemplo, consiguen el mejor precio posible de clientes que generalmente están fuera del departamento de origen.
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Lo que sigue es camuflar los animales en encomiendas que se valen incluso de empresas de mensajería y hasta en buses intermunicipales. Según la Policía, en los últimos dos años y medio encontraron vehículos de empresas de transporte con escondites especiales donde transportaban todo tipo de animales silvestres: aves, tortugas y hasta pequeños mamíferos como erizos, que estuvieron sin aire ni agua en viajes de más de 10 horas. Medellín, de acuerdo con las autoridades, es un punto crítico no solo de envío sino de recepción de especies.
Lo que explican las autoridades es que ante el aumento de controles en zonas de origen y destino como las terminales y en las bodegas de las empresas por parte de equipos de carabineros, Fiscalía y Sijín, los traficantes han optado por otras estrategias como enviar personas de una ciudad a otra con lo que aparenta ser mero equipaje de viaje, pero que en realidad son animales inmovilizados con cinta que viajan embutidos en bolsos y maletines.
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Cali, Medellín y Bogotá son los destinos más frecuentes de esta modalidad. Hace tres semanas en el peaje Las Palmas, en la vía que conecta a Sonsón con Medellín, durante una pesquisa rutinaria en un bus intermunicipal la policía encontró en una mochila de un pasajero un perico chocolero que no habría alcanzado a llegar a Medellín pues no tenía ni un solo respiradero y ya estaba en estado de shock.
Aunque en los últimos años las autoridades han aumentado su capacidad operativa destinando mayores recursos, personal y tiempo, la problemática los desborda.
Según Cornare, que el pasado viernes rescató nueve animales víctimas de tráfico en Sonsón y Puerto Triunfo, entre 10.000 y 15.000 animales son rescatados al año en el país, pero la cifra de los que no logran esa segunda oportunidad podría ser el triple.
Por eso sigue siendo fundamental la denuncia ciudadana sobre cualquier caso que conozcan o presencial de tráfico de especies silvestres. La línea de Corantioquia es 3218175002 la de Cornare es 3217811388 y la del Área Metropolitana es 304 630 0090.