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La casa de Francisco Antonio Zea está rodeada por el lumpen

En la morada se prometió un gran centro cultural, pero hoy funciona más como una sede administrativa de la Alcaldía.

  • Aunque la casa fue adquirida por el Municipio para convertirse en un centro cultural, hoy funciona más como una sede administrativa y sus alrededores están deteriorados. Foto: Jaime Pérez.
    Aunque la casa fue adquirida por el Municipio para convertirse en un centro cultural, hoy funciona más como una sede administrativa y sus alrededores están deteriorados. Foto: Jaime Pérez.
  • Esta foto, de 1972, retrata cómo se veía la casa en mejores tiempos. Foto: Archibo
    Esta foto, de 1972, retrata cómo se veía la casa en mejores tiempos. Foto: Archibo

Una leve corriente de aire todavía parece agitar un pedazo del atuendo de Francisco Antonio Zea. Levantando su cabeza con firmeza y empuñando con determinación su mano derecha, la figura de mármol del científico, de más de siete metros de altura y esculpida en 1932 por el maestro Marco Tobón Mejía, pareciera estar a punto de dar un discurso.

Tras más de ocho décadas de dominar el centro de la plaza que lleva su mismo nombre, ubicada en el barrio San Benito, la figura del científico, político y diplomático medellinese terminó atrapada en un sector caracterizado por una alta concentración de habitantes en situación de calle y establecimientos dedicados a la explotación sexual.

A un par de cuadras, guardadas las proporciones, una situación parecida atraviesa la casa que también perteneciera al prócer, ubicada en la calle Boyacá con la carrera Tenerife, que, pese a ser rescatada de las ruinas recientemente por la Alcaldía, permanece igual de ignorada que la escultura.

Hoy 28 de noviembre se cumplirán 200 años de la muerte de Zea, una conmemoración que ha vuelto a despertar para historiadores y expertos la inquietud por el desconocimiento de su legado para la mayor parte de los medellinenses.

Mario Andrés Llano Restrepo, miembro correspondiente de la Academia Antioqueña de Historia e investigador de la vida del prócer, considera que el olvido en el que ha caído su figura es preocupante, dado los innumerables aportes que dejó para el país.

Pese a que la ciudad en algún momento decidió reivindicar su nombre, poniéndoselo por ejemplo al Museo de Zea o al barrio Francisco Antonio Zea (Comuna 5), su espacio en el imaginario colectivo es menor a lo que debería, plantea el académico.

“Él fue un naturalista, escritor, periodista, estadista y diplomático. Es uno de los hombres más ilustres en la historia de Antioquia”, apunta Llano Restrepo.

Pensador y político

A finales del silgo XVIII, Medellín era todavía un pequeño asentamiento dedicado principalmente a la agricultura y la ganadería. En 1766, cuando la capital de Antioquia quedaba aún en Santa Fe de Antioquia, Zea nació en un lugar en donde las oportunidades para florecer en las ciencias y el conocimiento eran muy limitadas.

Esta foto, de 1972, retrata cómo se veía la casa en mejores tiempos. Foto: Archibo
Esta foto, de 1972, retrata cómo se veía la casa en mejores tiempos. Foto: Archibo

Todavía siendo un niño, salió de Medellín para estudiar en el Colegio Seminario San Francisco de Asís en Popayán y luego, con apenas 18 años, de esa ciudad se mudó a Bogotá, para continuar su formación en el Colegio de San Bartolomé, donde terminó graduándose como doctor en jurisprudencia.

Llegado a la capital, Zea prontamente mostró su talento para la política y las ciencias, comenzando a escribir en múltiples periódicos y volviéndose uno de los discípulos más destacados del sabio José Celestino Mutis, con quien empezó a formar parte de la Expedición Botánica.

Durante ese periodo de formación, Zea también conoció a Antonio Nariño en la célebre tertulia “El Arcano de la Filantropía”, en la que terminó metiéndose de lleno en la causa independentista y hasta terminó ganándose una deportación a España por colaborar en la publicación y difusión de material revolucionario.

En Europa, como lo cuenta el texto principal de esta página, se convirtió en uno de los hombres más cultos de su generación, en uno de los “afrancesados” de ideas liberales.

Un legado en deuda

A dos siglos de su fallecimiento, el monumento y la casa de Zea, ubicados en el centro de la ciudad, dan cuenta del olvido en el que ha caído la figura del prócer.

Mientras la plaza que lleva su nombre, ubicada entre la Avenida de Greiff y la carrera Tenerife, está sumida en el abandono, un par de cuadras al sur también son pocos los transeúntes de la calle Boyacá que reconocen que la casa que alguna vez le perteneció aún permanece en pie.

Esta última edificación de más de 530 metros cuadrados, pese a ser el centro de una larga disputa judicial y terminar siendo recuperada por el Municipio con una inversión de $1.182 millones (ver Para Saber Más), es más una sede administrativa de la Alcaldía y dista del gran epicentro cultural que en algún momento se pensó.

Llano plantea que, tal vez, también influyó en el olvido del prócer haber retirado su nombre del Museo de Zea, hoy Museo de Antioquia, o incluso no haber escogido su nombre para el jardín botánico.

Pero más allá de estos espacios, el investigador resalta la importancia de incrementar los esfuerzos por divulgar su historia

530
metros cuadrados tiene la casa que alguna vez perteneció al prócer Zea.
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