Cargando a dos pequeñas niñas en sus brazos, un bombero emerge de una espesa nube de humo que expulsa el extremo del Túnel de la Quiebra que da a la estación Santiago. Es el lunes 6 de marzo de 1972 y la obra de ingeniería más emblemática del Ferrocarril de Antioquia se ha convertido en un volcán de dos bocas que escupe sin pausa los restos de un incendio que consume a un convoy arrastrado por dos locomotoras (la 404 y 424) y 24 vagones cargados con al menos 80 pacas de algodón, atrapados tras recorrer un kilómetro y medio del túnel.
Aunque desde la noche anterior la zona está repleta de personal del Cuerpo de Bomberos de Medellín, que salió desde que entraron los primeros llamados de auxilio hacia las 9:00 p.m., los socorristas ya saben que no hay nada que pueda hacerse para apagar ese infierno.
El humo es tan intenso que no solo hace imposible adentrarse en el túnel, sino que empezó a colarse por varias casas aledañas a la estación y ha obligado a evacuar a 15 familias.
En medio de una multitud desconcertada, el fotógrafo de EL COLOMBIANO Hernando Velásquez, Hervásquez, captura con su cámara a uno de los bomberos cargando a dos de las niñas evacuadas, en las que se advierte un llanto de confusión. La imagen fue publicada en la primera página del día siguiente, junto a un informe a 16 columnas en el que se reconstruyó con lujo de detalles aquella tragedia que estremeció a Antioquia.
El episodio dejó un saldo de cuatro personas fallecidas: el maquinista Guillermo Hernán Torres Chica, los operadores José Jaime Orozco y Hernando Raigosa Acosta, y el frenero Octavio de Jesús Parra Foronda.
Todavía conmocionado por un desastre del que logró escaparse de milagro, el revisor de material rodante Jaime Jaramillo explicó que todo comenzó durante la noche del domingo 5 de marzo, cuando una de las pacas de algodón del tren 701 resultó inexplicablemente prendida.
En la reconstrucción hecha poco después, se supo que el tren hizo su última parada en la estación Grecia y entró por el túnel desde la estación Limón hacia las 8:00 p.m. Fue en la oscuridad del mismo que el maquinista, los operadores y los freneros vislumbraron las primeras llamas.
En unos instantes cruciales, se sabe que los tripulantes se enfrascaron en una discusión sobre qué hacer para contener el fuego. Mientras unos querían detener la máquina con angustia, otros gritaban que siguieran andando para evitar una situación peor.
Sin que se sepa muy bien quién, cómo y por qué, lo cierto es que alguien frenó de emergencia la máquina, sellando ahí sí para siempre la suerte esa noche.
“Cuando el tren paró las llamas que iban encendidas y que eran dejadas atrás por el viento tomaron otro rumbo o sea que se volvieron hacia la locomotora. Como el aparato acciona a base de combustible, una lengua llegó hasta uno de los depósitos y de inmediato se incendió. La situación se tornó más confusa. De nuevo gritaba al conductor que arrancara. Ya no podría. El ambiente estaba cargado de combustión y el oxígeno se había acabado y estas máquinas no funcionan si no hay de este elemento suficiente. Dos freneros, un agente de la policía y yo insistimos para que abandonáramos el sitio, pero tanto el maquinista como su operador y dos trabajadores más trataban de prender la máquina para salvarla. Nosotros corrimos y como ya le dije salimos con mucha dificultad”, dijo el revisor de material rodante a este diario.
Durante los primeros días, el calor del incendio era tal que llegó a pensarse que el túnel podía venirse abajo por las altas temperaturas, con base en el riesgo de que el concreto que sostiene al mismo se deformara. Gracias a algunas corrientes de aire y el atrevimiento de algunos bomberos que se arrimaron a la candela en las profundidades de la montaña, usando pequeños tanques de oxígeno, ya había logrado verse el tren ardiendo en la oscuridad.
“Desde que se entró al túnel, a medida que se va avanzando, se observa un arco rojizo y en el centro otro de menor tamaño. No lanzaban llamas pero es algo así como un hierro candente. (...). A medida que se avanza el color va aumentando y según lo manifestaron los técnicos e ingenieros, a menos de cincuenta metros hay una temperatura de más de 150 grados, lo suficiente para desintegrar a una persona”, registró en su informe el periodista Nel Córdoba, luego de meterse al túnel para atestiguar la escena.
Aunque nunca se supo la causa, durante años los tripulantes de los trenes algodoneros tuvieron prohibido parar en la estación Cisneros, desde donde se cree se habría producido la chispa inicial.