Dos cosas son claras: no es un meteorito, como se puede llegar a pensar por su gran tamaño y su presencia en medio de prados y agua, y tampoco fue así siempre, sino que se formó en el Oriente antioqueño durante alrededor de 80 millones de años.
Los geólogos confirmaron ambas cosas. La génesis de la Piedra del Peñol está en las entrañas del planeta, explicó María Isabel Marín, doctora en ciencias de la Tierra y docente de la Universidad Eafit.
Al menos 10 municipios del Oriente están asentados sobre el batolito antioqueño, que según la experta es una formación producto del movimiento de placas tectónicas que generan una fusión, de la cual emerge material que se cristaliza. Luego, lo que vemos es apenas un lunar de un terreno rocoso con una extensión cercana a los 7.800 kilómetros cuadrados.
La Piedra del Peñol, con su fotografía actual y sus 220 metros de altura, es el resultado de la erosión que dejó a una pequeña puntita fuera de la superficie y no tiene más de 100.000 años. No es la única en el mundo (ver Paréntesis).
En lo que sí se diferencia es en que ninguna otra tiene escaleras incrustadas que permiten el acceso a su parte más alta. Al estar rodeada desde 1972 por un embalse, permite contemplar paisajes que catapultaron al lugar como un destino turístico.
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En esta historia el nombre de Luis Eduardo Villegas López (q.e.p.d) es fundamental. Al ser desafiado decidió escalar la roca con la que convivía desde niño y que luego terminó convirtiéndose en patrimonio de su familia. Pero eso lo veremos más adelante.
Una piedra en el camino
A lo largo de su milenaria historia también fue vista como un “estorbo” por el hombre, pero solo durante una insignificante parte de su existencia. Desde los tiempos de la Independencia (s. XIX) hasta la mitad del siglo pasado se la consideró un obstáculo a sortear en el camino entre las fincas de la zona.
Antes de la llegada de la civilización occidental, incluso la cultura indígena de los tahamíes, que habitó Antioquia desde hace más de 15.000 años hasta la conquista de los españoles, concibió la gran roca como un objeto de adoración. José Nevardo García, director del Museo Histórico El Peñol, reveló que en los alrededores se han hallado vestigios del siglo V y VI a. C.
Prospecciones arqueológicas permitieron encontrar basureros de los aborígenes y determinar que la piedra era un centro de rituales; García anotó que en lenguaje ancestral la formación geológica era conocida como “mojará” o “mojarrá”.
Cuando los colonizadores abrían rutas por el Oriente, indicó el historiador, el gran peñón servía como una especie de faro. Más tarde, para trazar el denominado Camino de Islitas (finales del s. XVIII) que iba desde Puerto Nare a Medellín, sería un referente de ubicación y los arrieros la llamarían “una piedra en el camino”.
El municipio de El Peñol tomó su nombre de esta roca y, señaló García, aunque está ubicada en otra jurisdicción (donde fue nombrada Peñón de Guatapé por acuerdo municipal), también hace parte de la identidad del pueblo y su historia, pues estas dos localidades se dividieron en 1811.
El conquistador
El historiador empírico Álvaro Idárraga, recordó que los terrenos donde está ubicado el peñón pertenecían al menos a tres familias y el terreno era una zona llena de rastrojos y monte durante la primera mitad del siglo XX.
Alrededor estaban la finca de los Franco, la de los Martínez y los Gallo, que tenían que dar largos rodeos para comunicarse entre sí.
Luis Eduardo Villegas López, contó Idárraga, veía la gran roca desde su infancia, trepado en un morro de la vereda Quebrada Arriba (Guatapé). Alguna vez su familia organizó un paseo con fiambres y pudo ir más allá de la simple contemplación al poder tocar la piedra.
Sin embargo, solo sería hasta 1954 cuando el párroco Alfonso Montoya Velásquez desafió al pueblo, que Villegas aceptaría el reto de llegar hasta la cima.
El sacerdote, relató Idárraga, calificó de cobardes a los guatapeños y les dijo que eran de la familia de los sapos porque no eran capaces de trepar la piedra y ubicar en lo más alto una cruz o un altar religioso.
Villegas animó a sus amigos Pedro Nel Ramírez y Ramón Díaz y emprendió la misión de conquistar la roca. La escalada se prolongó entre el lunes 12 de julio y el viernes 16 de julio, día de la Virgen del Carmen.
Los tres amigos subieron apoyados inicialmente con la ayuda de una escalera del templo que les facilitó el sacerdote, luego con cuñas de madera que incrustaban en la grieta natural que tiene la piedra, sobre la que existe la leyenda que es un arañazo que dejó el diablo cuando trató de llevársela.