Nelly Cifuentes tiene vívido el recuerdo de dos veces que estuvo frente a Elda Neyis Mosquera, la excabecilla guerrillera llamada “Karina”. La primera, en el 2000, se arrodilló y le suplicó que le devolviera a sus dos hijos reclutados o, por lo menos, a la de 14 años, su única niña. La segunda, en 2021, se dejó abrazar por esa mujer que llevó el horror a su vida y le pidió que le dijera qué pasó con ellos o, tan siquiera, dónde podrían estar sus restos.
En ambos encuentros se entremezclaron poder, sumisión, temor, dolor, valentía, arrepentimiento y deseo de verdad. Los dos están clavados en la memoria de Nelly, aunque puede errar en fechas exactas, como decisivos capítulos de una historia que nunca buscó vivir.
El día que Nelly conoció a “Karina”, dice que en el 2000, caminó tres horas con tres niños a cuestas por las trochas de una vereda de Argelia (Oriente antioqueño). Al mayor, de 1 año, lo llevaba de la mano, al otro se lo colgó en la espalda y al menor lo cargó en sus brazos. Quería recuperar los dos más grandes: Dora Cecilia, de 14, y Roveiro Antonio Ocampo Cifuentes, de 17.
Los había visto por última vez días atrás cuando un guerrillero se llevó a la niña con la promesa de devolverla horas después; le compraría un vestido para el cumpleaños, dijo. No hubo súplica que valiera para que no la sacara de casa, como tampoco un día después cuando llegaron por el mayorcito con el pretexto de que recogiera a su hermana.
Pero, con un fusil terciado al hombro, alias Karina, entonces comandante del frente 47 de las extintas Farc (apoderado de Argelia y el vecino Nariño), devolvió a Nelly sin sus dos hijos, sin esperanzas y con el ultimátum de que abandonara el pueblo; no se conmovió al verla de rodillas. La madre no se fue, pero empezó a vivir con la cabeza gacha, sin saber dónde ni a quién preguntar. Alguien le dijo que su amada Dora Cecilia había muerto en Granada, también en el Oriente, y su hijo reclutado lo confirmó en una nota clandestina que le envió con una compañera del frente. Desde entonces, Nelly solo quiere hallar los restos de ella y saber dónde está él.
La llegada de la Comisión
Por eso, cuando la Comisión de la Verdad le dio la posibilidad de encontrarse por segunda vez con la excabecilla, ella se alegró. En septiembre del año pasado fue a El Carmen de Viboral, otro municipio del Oriente, a un encuentro al que también fueron otras madres de hijos reclutados, desaparecidos o asesinados.
Fue entonces cuando sucedió el inesperado abrazo entre víctima y victimaria; y esta última aseguró que Nelly le recordaba a su madre, le pidió perdón, le dijo que Dora Cecilia sí falleció en Granada, que ayudaría a que encontraran sus restos y que de Roveiro perdió el rastro tras entregarlo a otro frente guerrillero.
Nelly no fue la única protagonista. Varias mujeres de la zona cargan dramas similares o peores y algunas afrontaron con valentía la posibilidad de preguntarle a “Karina” por la suerte de sus seres queridos y por las razones de los nefastos sucesos. La sicóloga Sorany López ve el proceso con la Comisión de la Verdad como fundamental para Argelia, municipio de clima templado, incrustado entre montañas y bañado por cristalinas aguas de varias cascadas, que tuvo una época oscura por el conflicto armado. Si no destruyó por completo el pueblo, sí lo dejó con heridas aún abiertas en su tejido social, el desarrollo y la confianza de la gente.
A Sorany también le tocó la llegada de la guerra. Tenía 15 años cuando se materializó el rumor de la presencia guerrillera. Se hizo común ver muertos en los caminos, algunos conocidos, entre ellos su tío, y se tuvo que desplazar con su familia de la vereda hacia la centralidad del municipio, a unas cinco horas de camino.
Se fueron porque no querían que uno de los cinco hijos fuera reclutado. Recuerda que por más de dos años la fuerza pública salió de Argelia y los dejó bajo el mando guerrillero, que resolvía hasta la más mínima pelea entre vecinos.
Era común que familias enteras durmieran en el monte, no aguantaban vivir en la zozobra y el miedo cuando los perros de las fincas ladraban de noche, porque podía ser el aviso de la llegada de hombres armados. El horror creció cuando además llegaron los paramilitares a desangrar el pueblo con una crueldad mayor que la de los primeros.
Consideraban que todos en Argelia eran guerrilleros y comenzaron torturas, amenazas, homicidios selectivos, desapariciones. Era tal el estigma, que los campesinos temían ponerse las botas pantaneras, caraterísticas de los subversivos. Y no solo se perdieron seres queridos, la guerra fue contundente para borrar hasta las tradiciones, convites y fiestas comunitarias.
Sorany no entiende cómo se salvó de morir o ser desaparecida cuando los “paras” la bajaron de un bus escalera y la tildaron de estar con un guerrillero. Era una sentencia a muerte: “Si a alguien lo bajaban, lo desaparecían. Quince días antes desaparecieron a un primo”. De alguna forma, no recuerda cómo, apareció en el pueblo, en shock, viva y sin saber porqué la dejaron ir.
Al principio, de esas historias no se hablaba, o se contaban en voz baja. El temor permanecía (aún hoy) y hasta los vecinos desconfiaban unos de otros. Una delegación de la Comisión de la Verdad llegó en octubre de 2019 y Sorany fue una de las personas con las que conversó primero. Ella, su esposo Róbinson y su compañera Diana iniciaron años atrás un proceso con las víctimas, casi todo el pueblo porque, como dice Sorany, “al que no le pasó de todo no se salvó de algo”. Algunas ONG apoyaron esa labor.
Una de las iniciativas fue recorrer las trochas de las veredas más alejadas para hablar con la gente sobre lo que pasó, qué podían hacer con ese dolor y cómo buscar verdad y reconciliación. No fue un proceso fácil, primero tuvieron que sanarse ellos para conversar con otros sobrevivientes de esa guerra absurda. Lo hicieron con juegos, conversaciones, sancochadas, plantones con velas en el parque principal y hasta una producción multimedia. Se dieron cuenta de que del reclutamiento y la desaparición forzada, tan comunes allí, poco se había hablado. Así se lo hicieron saber a la Comisión de la Verdad.
Cuando la entidad llegó ya había algunas mujeres organizadas que decidieron no seguir callando. No eran muchas; entre ellas estaba Nelly, quien dice que tan solo compartir el dolor con otras madres que vivieron lo mismo la ha ayudado a levantar la cabeza, a hablar y a preguntar. Entonces, nació la idea del cuaderno de la verdad, en el que muchas de ellas escribieron testimonios y pidieron respuestas.
Los encuentros
“Fuimos a Medellín a un primer encuentro que organizó la Comisión con algunos firmantes del Acuerdo de Paz y víctimas de Nariño, Sonsón, Argelia y Abejorral. Teníamos sentimientos encontrados, dolor y rabia. No sabíamos quiénes estaban más prevenidos, si nosotras o ellos. Empezamos a hablar y vimos que tienen un lado humano, aunque nada justifica lo que hicieron. Nos dijeron que querían reconocer responsabilidades y les entregamos el cuaderno”, recuerda.
Hubo un segundo encuentro en Sonsón y los firmantes devolvieron el cuaderno con anotaciones generales y reconocieron los daños que causaron en Argelia. Sin embargo, las madres le solicitaron a la Comisión una reunión con “Karina”, a quien ven como la gran responsable de la sangre y las lágrimas derramadas.
Desde mediados de 2020, la Comisión inició entrevistas con Elda, quien se sometió a Justicia y Paz tras desmovilizarse en 2008. Fue condenada un año después a 33 años de cárcel, pero en 2019 recibió libertad condicional para seguir su proceso con la justicia.
La mujer mostró voluntad de reconocer su responsabilidad ante las víctimas. Por eso, estuvo en El Carmen de Viboral en ese encuentro que Nelly no olvida y que le dio una esperanza: “Yo no la he perdonado. Pero, me alegra haber hablado con ella y saber que puede contribuir para que yo encuentre la verdad sobre mis hijos. Es la única forma de sanar, aunque el dolor nunca se me va a quitar”.
Un asunto tan complejo requirió que la Comisión los preparara a para que se vieran las caras. Entre julio y noviembre de 2021 hizo 11 talleres con las madres y dos encuentros en total con la exguerrillera. El segundo fue en Medellín, en octubre. “Hoy les pido perdón a todas aquellas madres que perdieron a sus hijos porque yo, o la organización a la que pertenecí, se los llevó para la guerra... ‘Karina’ en ese tiempo no entendía el dolor de madre”, les dijo y reconoció por lo menos 40 nombres de hijos que arrebatados de sus hogares para meterlos a la fuerza a una guerra que no entendían.
Pero en el cuaderno de la verdad, que hoy custodia Sorany, hay unos 100 nombres escritos, que recopiló en visitas a las familias, que le hablaron de seres queridos reclutados y desaparecidos. Varios de los que “Karina” no reconoció habrían sido entregados a otros frentes guerrilleros, con comandantes distintos.
No obstante, la información que dé es clave. Nelly tiene la esperanza de saber algo de sus hijos porque los datos que entregó Elda dieron pie a un proceso de la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD) para buscar a Dora Cecilia.
Todo el proceso fue consolidado en el documental ¿Por qué nos arrebataron a nuestros hijos?, que está en YouTube y busca mostrarle al país parte del relato que se construyó. Cuando fue presentado en el pueblo, reforzó las críticas y reclamos a las madres, porque muchos no entienden cómo pueden hablar y abrazar a “Karina”; aunque hoy les pida perdón no es fácil dejar de lado la rabia y el dolor.
El personero de Argelia, Juan Bernardo Marulanda, destaca que cuando la Comisión de la Verdad pudo llegar al territorio, luego de las restricciones de la pandemia, se empezó a generar confianza con las madres. Piensa que aunque la pretensión de las víctimas puede ser la verdad total y esta es difícil de conseguir, la que se logre es muy valiosa y debe hacerse efectiva.
“La expectativa de las víctimas es encontrar a sus hijos. Ahora la labor es mirar cuánta dosis de verdad que ella (“Karina”) nos dijo podemos hacer efectiva, porque ella nos dio nombres, indicios y situaciones que están en expedientes judiciales a los que se tiene que ir”, opina Marulanda. Cree que hay desconfianza de las víctimas frente a instancias como la Comisión porque han vivido intervenciones de varias entidades que muchas veces no terminan en nada.
Lo mismo opina Sorany. Cuestiona que muchas veces las víctimas son incluidas en procesos de atención que se acaban en dos o tres meses, cuando apenas se está entrando en confianza. Ambos creen que además hay muchos retos en la calidad de vida de este municipio que tuvo rezagos por la violencia: aumentó la pobreza, disminuyó el trabajo del campo, bajaron las oportunidades y quedaron veredas desoladas, donde dicen que hay cuatro o cinco familias.
Sorany cree que pudieron haber pasado de unos 13.000 habitantes antes del conflicto a los 7.780 que hay hoy. En muchos casos, dice el personero, no existen todavía las condiciones ideales para que retornen a sus tierras, una labor en cabeza de la Unidad de Restitución de Tierras (URT) y la Unidad para las Víctimas.
La reflexión la reitera Nelly desde su casita de ladrillos pintados de blanco con bordes rojos, al lado de una de las carreteras. Mientras muestra las únicas dos fotos desgastadas que conserva de sus dos hijos, habla de la falta de apoyo económico y la pobreza que ha vivido siempre, agudizada desde que la violencia tocó a su puerta. Sus otros hijos ya están grandes, no lograron crecer con sus dos hermanos y aún así también los recuerdan y honran, cuenta la madre.
Las bases que sentó la Comisión de la Verdad, esperan quienes creen en ellas, deben servir para que los relatos hallados se materialicen en hechos, porque seguramente si una madre encuentra el cuerpo de su hijo, las demás se alegrarán. Quienes resistieron en Argelia viven todavía las secuelas de la guerra. No en vano cuentan que quedan algunos que se asustan si oyen ladrar de noche a los perros.