Los titulares de prensa duran unas horas, a lo sumo un día; luego, caen en el olvido. Generalmente utilizan palabras como “drama”, “emergencia” o “tragedia”. Pero, así como llegan, se van, y nadie vuelve a acordarse de ellos. Villa Lía, el barrio de Itagüí, copó los titulares el 20 de septiembre, cuando una avalancha de barro y piedras bajó de una montaña y se llevó todo, todo por delante. Pasó un día y la opinión pública se olvidó de lo sucedido; los habitantes de ese barrio, en cambio, pasan noches en vela, recordando el horror.
La escena se repite en otros barrios: la furia de las lluvias, o de una riada, dejó heridas que no sanan. En Manrique, en el sector Palos Verdes, todavía está abierto el derrumbe del 27 de junio. En ese barrio se siente el temor de que la tierra se venga abajo y por eso la comunidad ha exigido que se cierre la vía, pues el paso de carros grandes puede acelerar el desgajamiento del talud.
Volviendo a Villa Lía, la Alcaldía de Itagüí ha entregado auxilios habitacionales por 750.000 pesos a las familias afectadas. A las casas, por su parte, se les arreglarán los daños que dejó la avalancha. Aunque los funcionarios van con regularidad a la zona, los vecinos se sienten desesperanzados.
“La Alcaldía dice que estamos bien, pero no es verdad. Hay lodo, charcos que pueden generar enfermedades. Hay gente que pasó hasta dos semanas sin servicios públicos. Que no digan que estamos bien, porque no es verdad”, dice Jenny Natalia.
Aunque casi todo el lodo ha sido retirado, hay piedras enormes que arrastró la avalancha y, en efecto, charcos con agua estancada. Es tanto así que Jenny Natalia usa botas pantaneras todos los días: “Por acá toca andar así. Ahora, le cuento, que llevamos 20 días sin trabajo. Teníamos una distribuidora y perdimos toda la mercancía. Por eso no nos va a responder nadie, pero además tuvimos que pagar para que nos reconectaran los servicios. Estamos abandonados”.