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Hechos que estremecieron a Antioquia: El pueblo que desapareció debajo de la primera gran hidroeléctrica

El viejo Peñol fue inundado para construir el mayor embalse regulador del país y espantar el fantasma de un apagón que ya rondaba en 1980. La traumática reubicación todavía se recuerda 46 años después.

  • Aspecto del Viejo Peñol en 1981. FOTO: Hervásquez
    Aspecto del Viejo Peñol en 1981. FOTO: Hervásquez
  • Aspecto del viejo Peñol en 1981. FOTO: Hervásquez
    Aspecto del viejo Peñol en 1981. FOTO: Hervásquez
  • Viejo Peñol en 1975, antes de quedar sumergido. FOTO: Archivo EC
    Viejo Peñol en 1975, antes de quedar sumergido. FOTO: Archivo EC
27 de septiembre de 2024
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“Ese era El Peñol, dirán los turistas. Pero quienes nacieron y crecieron en el pueblo tendrán que decir, allá era mi parcela, aquí donde se ven esas ruinas estaba mi casa, en esas tumbas lloré mis muertos, el verano ha hecho que a la superficie vuelvan todos mis recuerdos”. Así terminaba una nota publicada en EL COLOMBIANO en febrero de 1981, nueve meses después de que cualquier rastro del viejo Peñol quedara en el fondo de un gigantesco espejo de agua de 6.365 hectáreas que sacaría al país de un inminente racionamiento durante cuatro años.

El costo del progreso fue una traumática reubicación que generó protestas y descontentos en su momento. El Peñol fue trasladado y perdió la esencia que caracteriza a los pueblos antioqueños, no tiene un parque principal, casas coloniales o republicanas, una iglesia que se impone en la centralidad y los recuerdos de los lugares donde crecieron los más viejos. El nuevo casco urbano fue otra cosa: calles anchas y pavimentadas, edificaciones modernas, tantos parques como barrios y una plaza.

“Nadie está tan triste como yo por tener que partir de esta casa. Acá nací y esta propiedad pertenece a mi familia desde hace más de 100 años”, exclamó en enero de 1978 Antonio Hoyos Gómez, una de las miles de personas que tuvo que dejar El Peñol para ir a residir en el llamado Pueblo Nuevo.

Aspecto del viejo Peñol en 1981. FOTO: Hervásquez
Aspecto del viejo Peñol en 1981. FOTO: Hervásquez

En esa nota publicada en EL COLOMBIANO se reseña que los habitantes de esa localidad expresaron hasta la saciedad el descontento por varios aspectos de su nueva situación: “Cerca de 300 familias aún no han podido encontrar la fórmula para continuar una vida al menos decorosa. A algunos el dinero que les pagaron por su antigua vivienda no les alcanza para adquirir otra en la nueva cabecera. Otros estaban en una casa alquilada por 100, 150 ó 200 pesos, pero ahora el dueño la ha vendido y tienen que salir hacia otros lares. En algunas residencias viven 10 ó 12 personas y ahora tienen que trasladarse a otras en las cuales no caben ni uno encima del otro”.

El rosario de lamentos continuaba: “Unas casitas minúsculas, que desde lejos asemejan palomeras, reemplazarán la frescura de los viejos caserones de los pueblos paisas. Con precios que oscilan entre 110.000 y 220.000 pesos si es de una, dos o tres piezas, esas viviendas albergarán a buena parte de los habitantes de El Peñol que a lo mejor, durante el resto de sus días, maldecirán la hora en que el progreso les desacomodó la vida”.

“La mayor obra de ingeniería”

El 24 de mayo de 1978, el titular al ancho de la página decía: Comenzó la inundación de El Peñol, el mayor embalse regulador del país, con un costo de $5.200 millones y el cual descarta la posibilidad de racionamiento de energía en 4 años.

La gigantesca central hidroeléctrica de Guatapé fue calificada por el propio gerente de Empresas Públicas, Diego Calle Restrepo, como la mayor obra de ingeniería civil en Antioquia en toda su historia.

El hito técnico para que empezara el embalsamamiento fue la colocación de un enorme tapón —una compuerta cilíndrica de 2,50 metros de diámetro en el túnel de desagüe de la represa, capaz de soportar fuerzas de empuje superiores a 500 toneladas— que evitaría que el agua sobrante se siguiera desperdiciando en el embalse, lo que al mismo tiempo implicaba la desaparición, bajo millones de metros cúbicos de agua, de toda la cabecera del viejo pueblo de El Peñol y una porción importante del casco urbano de Guatapé.

Viejo Peñol en 1975, antes de quedar sumergido. FOTO: Archivo EC
Viejo Peñol en 1975, antes de quedar sumergido. FOTO: Archivo EC

Cada tanto, cuando la sequía es severa, las aguas bajan y el pueblo de antaño resucita. En febrero de 1981, el redactor Juan Guillermo Montoya escribió una nota titulada: Del viejo fondo surgió el pasado. Decía: Comenzó un largo periodo de verano. Ausencia de lluvias. Poco a poco el nivel de las represas fue bajando considerablemente. Ninguno de los embalses en el país fue ajeno a esa situación. Después, llegaron las medidas, producto de esa situación racionamiento de energía y amenaza de racionamiento de agua. Las represas comenzaron a mostrar su fondo, a dejar tierra reseca, resquebrajada prueba de que alguna vez sobre ella estuvo el agua, pero en El Peñol fue diferente.

Y continuaba: Allí no apareció esa tierra reseca, allí no apareció un piso de piedra a manera de tapete. Allí fueron volviendo los recuerdos de lo que alguna vez fue un lindo pueblo. Volvieron a la superficie las tapias de la casa de los abuelos, las columnas de esos pocos edificios que se constituían en muestra de progreso, los restos de una demolición sin sentimientos producto del paso avasallante del desarrollo y hasta el cementerio, donde muchos habitantes del Viejo Peñol dejaron sus recuerdos y sus muertos. El Peñol ha vuelto a salir para mirar sus propias ruinas para revivir en quienes fueron sus habitantes, esa nostalgia que despierta la tierra.

Y se cumplió la premonición de Montoya en ese artículo, porque los guías de los miles de turistas que hoy visitan las aguas del embalse les muestran de vez en cuando que allí y que acá quedaba el viejo Peñol, pero quienes aún recuerdan la hora de llegada y la inundación replican que allí y que acá, en ese lugar que ahora es ningún lugar, quedaba mi parcela, mi casa y mi tumba.

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