No todo eran mangas en Medellín, también había pantano sobre el que era inimaginable una expansión urbana. Así era el terreno que conforma lo que hoy se conoce como el Edificio Inteligente de EPM, construido entre 1992 y 1997 a un costado del río, cerca de la calle San Juan.
El historiador Víctor E. Ortiz relató que la villa que se convirtió en la capital antioqueña era pequeña hasta finales del siglo XIX. Abarcaba todo el sector de Parque Berrío y apenas si se extendía hasta las inmediaciones de San Antonio, todo lo que hoy hace parte del centro de la ciudad.
Con la construcción de la plaza de mercado cubierta en Guayaquil, en 1894, creció el interés por urbanizar más zonas y se colonizaron los bordes del río Medellín.
Una zona de expansión
La canalización de la principal fuente hídrica de la ciudad se desarrolló, en su etapa final, entre 1920 y 1960. A partir de ese momento, el problema de las aguas represadas, los zancudos y los pantanos adyacentes al río, que hacían de los terrenos sitios insalubres, se fue resolviendo y creció el interés por continuar con la expansión urbana.
“Eso dio lugar a obras importantes: El Centro Administrativo La Alpujarra, que terminó de construirse en 1987, al igual que el Teatro Metropolitano. Incluso, luego del edificio de EPM, llegó Plaza Mayor en el 2006”, indicó Ortiz.
Antes de que aterrizara la sede de la entidad de servicios públicos, el historiador señaló que los lotes eran ocupados por una planta de Postobón, incluso cuando funcionaba con la marca Lux, y como RCN era del mismo grupo empresarial, hasta los años 90 funcionó allí la cadena radial.
“También existieron bodegas de Fedegán y otras de café. Incluso todo el sector donde está la Plaza de la Libertad era una extensión de depósitos del ferrocarril, por la cercanía con la estación Medellín”, contó Ortiz.
Migración de EPM
El auge de la zona y el hecho de que las instalaciones de la empresa, que desde 1957 operaba en el edificio Miguel de Aguinaga, se fueron quedando pequeñas, motivaron a las directivas de la misma a buscar un lugar con más potencial.
La búsqueda comenzó en 1975 y el objetivo era reunir en un solo lugar toda el área administrativa que estaba desperdigada en varios puntos de la ciudad.
Fue así como en 1989 EPM abrió un concurso nacional de arquitectura en el que participaron 50 propuestas. El proyecto ganador fue el presentado por los arquitectos Carlos Julio Calle, Carlos Eugenio Calle y Marco Aurelio Baquero.
Tan inundables eran estas tierras que para edificar la moderna sede de la entidad, luego de demoler lo que allí estaba asentado, fue necesario adecuar una placa sobre el área del edificio. Así se evitó que con el tiempo las bases cedieran, al tener también una estructura que respondía a las normas antisísmicas.
El 2 de agosto de 1992 inició la nueva construcción, que se prolongó hasta el 6 de agosto de 1997, cuando fue inaugurada oficialmente, aunque ya tenía más de dos años de funcionamiento. “Su puesta en marcha coincidió con la llegada del Metro. Eran momentos de innovación, la gente veía una especie de renovación futurista en Medellín. El edificio provocó una sensación de progreso. Es que incluso en la actualidad la construcción sigue pareciendo nueva”, comentó Ortiz.
Edificio inteligente
EPM explicó que el concepto de inteligencia de su sede se traduce en instalaciones que “permiten aumentar la productividad organizacional mediante la creación de un ambiente de trabajo que estimula la eficiencia, la creatividad y el trabajo en equipo logrando un mejor funcionamiento y economía de operación”.
De tal manera que el edificio, hecho de concreto, acero, vidrio y aluminio, responde a dicha premisa, y como elemento ornamental fue rodeado de espejos de agua, como una barrera física con su alrededor.
Son 3,6 hectáreas —poco más de 124.000 metros cuadrados— las que componen el lote de la sede de EPM.
En un documento de este lugar, publicado por el Banco de la República y escrito por Luis Javier Villegas B., se mencionan algunas de las características que deslumbraron al país y por lo cual fue bautizado como “inteligente”.
“Notable innovación en el medio son las seis torres adosadas al edificio principal, cuatro húmedas, dos al este y dos al oeste, para los sistemas hidráulicos y de aire acondicionado, y las dos torres secas, al sur y al norte, para sistemas eléctricos, electrónicos, de control, de comunicaciones y de seguridad”, dice el texto.
El historiador Ortiz agregó que el Parque de los Pies Descalzos, terminado en el 2000, completó el objetivo que pretendía lograr EPM y generó un espacio público que contrasta con el limitado acceso que tiene la sede de la entidad en parte de sus instalaciones.
“Este sitio tiene un concepto de descanso, muy al estilo de la cultura oriental del mundo. Fue una apuesta que integró un bosque de bambú, que tiene como referente a China, el asunto de caminar descalzos, que es algo tradicional de Japón, y la contemplación de agua, de un país como India”, observó.
El poder del asombro
Algo curioso que ocurrió cuando la ciudad recién estrenaba el edificio fue la leyenda urbana que se creó sobre la construcción en forma de cubo del auditorio de EPM.
El extinto periódico La Hoja reseñó este hecho. En el relato cuentan que la gente pensaba que este recinto era en realidad el espacio que albergaba un gran computador que se encargaba de manejar los sistemas de la empresa.
También se especulaba que la estructura era una planta solar de energía que surtía de fluido eléctrico a toda la sede.
Incluso, la publicación menciona que EPM fue invitada un evento internacional de líderes del gremio tecnológico organizado por Bill Gates. En el encuentro uno de los asistentes cree que la construcción es virtual y el gerente de la época (1998-2000) Ramiro Valencia, le dice que lo podría visitar en Medellín.
Por otro lado, el historiador Ortiz reveló que en 1997 participó de una visita guiada al lugar, mientras cursaba el último grado en el colegio.
“En el recorrido, lo más llamativo que vimos en los subniveles fueron las rampas para vehículos en forma de caracol. Luego, cuando llegamos al vacío central que tiene el edificio, sentíamos como si estuviéramos dentro de una nave espacial por la cantidad de luz que entra al sitio. En la terraza, que todavía no tenía tanta vegetación, nos deslumbró la vista que tiene de la ciudad. Fue como asistir a un espectáculo”, comentó.