Adolfo Arango Montoya es el segundo de la dinastía de los Arangos que ha digido los destinos de Argos, la empresa que sus ancestros crearon en la década de los años 30 para producir cemento, sumando los capitales amasados en el comercio, la producción de tacones para zapatos, una fábrica de cigarrillos y otra de mechas para encender cigarros. A la organización renunció el 26 de agosto de 1999, luego de trabajar, “de sol a sol”, durante 43 años, 8 meses y algunos días.
Las rigurosas cuentas son de Jaime Enrique Arango Restrepo, quien al retiro de su jefe laboraba como gerente Administrativo y secretario General de Argos. Del expresidente recuerda su dedicación al trabajo, su rectitud, honorabilidad, la capacidad conciliadora, sus acertados consejos, la inteligencia y visión para los negocios y una paciencia que, dice, era a toda prueba.
Buena parte de esos dones los heredó de sus mayores, que fueron exitosos emprendedores. En 1934 los Arangos le dieron vida a Argos. No la tuvieron fácil, porque les tocó ir, de puerta en puerta, a buscar inversionistas.
El case para esta industria fue de 700.000 pesos. Las primeras acciones fueron emitidas así: 2.000 a nombre de Lorenzo Claudino Arango Jaramillo; 3.700 para Jorge Arango Carrasquilla (abuelo, el primero, y padre, el segundo, de Adolfo Arango); 3.700 para Rafael Arango Carrasquilla; 1.500 para Carlos Sevillano Gómez; 2.000 para Leopoldo Arango Ceballos; 100 para Carlos Ochoa Vélez; 12.700 como reservas; y 5.940 acciones prometidas a Sevillano, quien junto con Jorge Arango hizo los estudios de factibilidad de la planta cementera.
La primera tentación fue bautizar la factoría como Cementos Arangos. La opción se descartó y en su lugar apareció Cementos Argos. La verdad es que la connotación familiar se mantuvo, porque Argos era la dirección telegráfica a la que le llegaba a don Claudino toda la correspondencia como empresario.
Rápido ascenso
Tan seguro estaba don Claudino del éxito de la cementera, que a los inversionistas les dijo que si adquirían acciones y al año no estaban contentos con los resultados, él les compraría los títulos. No tuvo necesidad de hacerlo. En 1936 terminó el montaje de Argos, que comenzó a vender el bulto de cemento a 1 peso con 90 centavos. Y en 1938 se decretó el primer dividendo.
Jorge Arango Carrasquilla estrenó la silla de gerente de Argos. Él era el más aventajado de los hijos de Claudino e Isabel Carrasquilla Naranjo, hermana del escritor Tomás Carrasquilla. Estudió ingeniería de Minas, complementó su pregrado en Estados Unidos y comenzó su carrera al servicio del Ferrocarril de Antioquia. Con Carlos Sevillano, compañero de la universidad, estudiaron los yacimientos calcáreos básicos para la industria cementera, consiguieron concesiones mineras y entusiasmaron a don Claudino para que comprara una finca con yacimientos calcáreos.
Adolfo, hijo de don Jorge, nació en 1928. Estudió ingeniería civil en la Escuela de Minas y con lo que ganó en su primer trabajo se fue a hacer un máster en Estados Unidos. Estando allí, su padre lo llamó para ofrecerle el cargo de jefe Técnico. En medio de risas le dijo que sí y en esa posición inició su carrera en Argos. En febrero de 1965 asumió la gerencia de la compañía, un cargo que se transformó en presidencia en 1982.
De su gestión hablan logros como estos: el patrimonio lo incrementó de 14,2 millones de dólares a 525 millones de dólares. Cada año se repartieron dividendos a los accionistas, sumando en su período 209 millones de dólares. En total, en su administración hubo una creación de valor de 720 millones de dólares.
Públicamente, Arango Montoya expresó que “una de las características de nuestro grupo es la de invitar a participar en los proyectos que promovemos a quien quiera acompañarnos”. Por ello durante su presidencia hubo un gran movimiento de capitales para fundar empresas, adquirir otras ya existentes y para comprar acciones de reconocidas sociedades antioqueñas.
Dentro de esa gama de opciones están Tolcemento, Conavi, Manuelita, Colclinker, Corporación Financiera Nacional, Carbones del Caribe, Cryogás, Reforestadora El Guásimo, Dicente, Suleasing, Cementos Ríoclaro, Setas Colombianas, Tablemac, Metroconcreto, Rocas y Equipos, Áridos de Antioquia, Canteras y Derivados, La Cemento Nacional (Ecuador), entre otros.
Estas operaciones, sumadas a la diversificación de inversiones en acciones de compañías como la Nacional de Chocolates (hoy Nutresa), Tejicóndor y Suramericana de Seguros, le permitieron a la cementera capotear los tiempos recesivos de la economía colombiana. Así ocurrió en 1989, cuando cayeron los despachos de cemento y el Gobierno Nacional estableció un régimen de libertad regulada para este producto. Pese a ello, el valor patrimonial de la acción de Argos se incrementó en 101%, gracias a la valorización de su portafolio de inversiones.
Al año siguiente, también con deterioro de la actividad edificadora y descenso de los despachos de cemento y mezclas de concreto, el patrimonio de Argos aumentó 87%, por obra y gracia del mayor valor de sus inversiones.
Batallando con los años
Cercano a los 90 años, Arango Montoya enfrenta como un guerrero la enfermedad que lo aqueja desde 2008. Ese año, comenta su hija Maria Mercedes Arango Uribe, realizó su último viaje a la temporada de ópera, la mayor afición que lo llevó a disfrutar de los espectáculos en Nueva York, Alemania, Viena, Italia. Ahora sigue la Ópera en Vivo como abonado de las transmisiones que se hacen en más de 2.000 teatros de 71 países del mundo. “Mi papá va a donde pueda llegar una silla de ruedas”, anota su hija. Por eso, aún visita su finca para darle vuelta a su ganado y también madruga a la oficina, para custodiar los intereses económicos de la familia.
Al decir de Germán Botero Arango, expresidente de Cementos El Cairo, y quien trabajó 30 años con Arango Montoya, el empresario aún lidera los negocios familiares “con la misma sagacidad y capacidad de análisis que siempre lo caracterizaron, todo ello enaltecido por su seriedad, estoicismo y moderación. Su reconocida solvencia en temas bursátiles (fundamental para Argos y para el Grupo Empresarial Antioqueño todo y siempre, incluyendo la gestación) le permite, aún hoy, orientar inversiones de manera que sorprendería al más avezado de los yuppies (o veteranos) de la bolsa de valores”.
“Mi papá es un descreste. Tiene una fuerza interior tan grande, que ninguna adversidad lo tumba”, anota su hija.
¿Qué tal era como jefe?
“Él siempre ha sido noble, sencillo y muy humano. A uno le faltan palabras para describirlo”, expresa Aida Manotas, quien durante 20 años y pico trabajó en Argos con Adolfo Arango Montoya.
Agrega que el expresidente de Argos inspira respeto. En la empresa la gente lo veía muy serio, pero era jocoso y cálido. Se preocupaba mucho por el personal, estaba en todo y mostraba vivo interés por el bienestar de sus colaboradores. En sus ratos libres, Arango Montoya disfrutaba y aún disfruta de la música clásica, su finca, la familia y la filatelia. Según Aida, una de las cosas que más lo sacaba de casillas era el incumplimiento de la gente. “Él es muy puntual. Cuando necesitaba ir a una cita y salía y no encontraba al conductor, se iba en un taxi para llegar a tiempo”.
Luis Fernando Ochoa Acevedo, exgerente General de Cementos Ríoclaro, describe a don Adolfo Arango Montoya como un líder nato. “Él era muy respetuoso, se rodeaba de gente buena y le daba mucha autonomía. Su estilo no era tanto de dar órdenes. Con su sola presencia hacía que lo emuláramos. Él mantenía cohesionado al grupo en una sola dirección. Los gerentes teníamos libertad de acción y si las cosas iban bien, no nos cortaba las alas”.
Para Ochoa, otro atributo de Arango Montoya es que durante su gestión nunca se despilfarró dinero. “A todos nos infundió el control de los costos y gastos, a fin de obtener economías importantes de recursos que se pudieran invertir en otras actividades”.
Adicionalmente, resalta que el expresidente se ajustaba a la ley, en todo, ya fuera en el pago de los impuestos, la remuneración de los trabajadores, las prestaciones sociales y las obligaciones con la comunidad. “Es un hombre diáfano, honesto y eso se contagia. Cuando uno lo necesitaba, no tenía qué pedirle cita con días o con horas de anticipación. Uno le llevaba un proyecto, le veía su factibilidad y le daba vía libre. Su estilo pocas veces se ve, pues dirigía con su ejemplo y con su forma de actuar”.
Antes de ser presidente de Bancolombia, Carlos Raúl Yepes Jiménez se desempeñó como vicepresidente de Asuntos Corporativos de Argos. Eso le permite describir a Adolfo Arango Montoya como un hombre “absolutamente sencillo, callado, analítico, de muy bajo perfil, sensible por los temas de ciudad, discreto, tímido natural y muy dedicado a su familia”.
“Era como una tumba”, anota Jaime Enrique Arango Restrepo, para resaltar lo difícil que a veces resultaba hablar con Arango Montoya, que es hombre de pocas palabras.
Liberal a toda costa
Siendo presidente de Suramericana de Seguros, cabeza visible y vocero del conglomerado conocido como Sindicato Antioqueño o ahora Grupo Empresarial Antioqueño (GEA), Nicanor Restrepo Santamaría dijo alguna vez que los presidentes de estas organizaciones eran “mayordomos”. A esa categoría perteneció también Fabio Rico Calle, por largas décadas presidente de la Nacional de Chocolates, hoy Grupo Nutresa.
El trío de poderosos lo completaba Adolfo Arango Montoya, quien, sin embargo, tenía una pequeña diferencia con los anteriores: no era “mayordomo”, sino accionista, así fuera ya minoritario. Y lo segundo prima sobre lo primero, igual que, como dicen por ahí, “Coca-Cola mata tinto”.
Así quedó demostrado en 1995 cuando, contrariando el sentir de los otros dos “cacaos”, Arango Montoya le brindó su apoyo a Ernesto Samper Pizano en el Proceso 8.000.
María Mercedes Arango Uribe, una de sus hijas, destaca de ese hecho histórico que más que el apoyo a Samper, su padre siempre apoyó la institucionalidad, porque “destituir al presidente era poner en riesgo la democracia”.
Horacio Serpa Uribe, exministro de Gobierno de Samper, no tiene registro en su memoria de ese apoyo y, aunque dijo conocer a Arango Montoya tampoco lo destacó como una figura dentro del liberalismo.
Álvaro Uribe Vélez, quien como presidente de la República condecoró a Arango Montoya con la Cruz de Boyacá, tampoco recuerda hoy, como senador, ese suceso. Del empresario antioqueño destaca su “honestidad, preparación, laboriosidad, sencillez, patriota superior. Una gran obra sin protagonismo público. Le tengo toda la gratitud”.
Arango Montoya siempre se movió en escenarios políticos del más alto nivel. El asunto es que el expresidente de Argos ha vivido orgulloso de su talante liberal. Tanto, que a las votaciones siempre acudía de camisa roja.
En un video que como homenaje le hizo el Partido Liberal, su esposa, María Cristina Uribe de Arango, mencionó que aunque su papá era godo, ella no se imaginaba que pudiera terminar siendo más liberal que su propio cónyuge.
Probado quedó, como lo enfatizó su consorte, que Adolfo Arango Montoya “es liberal, pase lo que pase” .
43
años trabajó Adolfo Arango Montoya en la organización Argos. Renunció en 1999.