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Hechos que estremecieron a Antioquia: El ‘Woodstock’ paisa que llenó de hippies a Ancón y enfrentó al alcalde y al arzobispo

En 1971, Medellín se escandalizó con el recordado festival de rock que duró tres días y enemistó a las autoridades.

  • Miles de jóvenes de todos los rincones del país y hasta Sudamérica llegaron a Ancón para participar en el festival de música que duró tres días. FOTO: Hernando Velásquez Hervásquez
    Miles de jóvenes de todos los rincones del país y hasta Sudamérica llegaron a Ancón para participar en el festival de música que duró tres días. FOTO: Hernando Velásquez Hervásquez
  • Así cubrió EL COLOMBIANO el inicio del festival en Ancón, el viernes 18 de junio de 1971. FOTO: Archivo EC
    Así cubrió EL COLOMBIANO el inicio del festival en Ancón, el viernes 18 de junio de 1971. FOTO: Archivo EC
  • Desde el primer día del evento se produjeron grandes aglomeraciones, como esta en un puente que se instaló en el río Medellín. FOTO: Hervásquez
    Desde el primer día del evento se produjeron grandes aglomeraciones, como esta en un puente que se instaló en el río Medellín. FOTO: Hervásquez
  • Las lluvias que cayeron durante el festival incrementaron el caudal del río Medellín. FOTO: Hervásquez
    Las lluvias que cayeron durante el festival incrementaron el caudal del río Medellín. FOTO: Hervásquez
06 de septiembre de 2024
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Una multitud de curiosos colapsó durante varios días la Autopista Sur para ver con sus propios ojos el lugar que hippies de todas las partes del país y Suramérica se tomaron como base para un festival de música que conmocionó a Medellín.

Durante más de una semana, la ciudad se llenó de miles de foráneos de camisas raídas, sandalias y cabello largo que causaron sensación no solo por las carpas que alzaron en el Parque de Ancón, en La Estrella, sino por los corrillos de transeúntes que propiciaron en el centro mismo de la ciudad. Bien fuera echados en las desaparecidas bancas de cemento de la Sociedad de Mejoras Públicas o en cualquier andén, decenas de personas se aglomeraron alrededor de los hippies para comprarles artesanías o escuchar las odiseas de cómo habían llegado al polémico Festival de la Música, la Paz y el Amor, un concierto de rock de tres días seguidos que sigue resonando más de medio siglo después.

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“La ciudad toma un aspecto parecido al de un mercado persa. La variedad transita por todos los rincones, por las calles del centro, por los parques y por los barrios. Los hippies llegan en grandes cantidades. Varios buses vinieron desde Cali, Bogotá, Pereira y otras ciudades de Colombia”, narró el redactor Carlos Uribe en una nota de EL COLOMBIANO el 18 de junio de 1971.

El lugar seleccionado para el festival fue un terreno de propiedad del Municipio de Medellín ubicado en las orillas del río, en donde junto a un puñado de quioscos y una colina se instaló una tarima y 16 parlantes en los que se presentaron agrupaciones como Hidra, Los Moster, Conspiración del Zodiaco, La Banda Universal del Amor, Terrón de Sueños, la Banda de Rock integrada, entre otros.

El artífice del montaje fue Gonzalo Caro Maya, Carolo, quien no solo logró conseguirse al menos $300.000 que se estima costó el festival, sino un permiso de la Alcaldía de Medellín para utilizar el parque. Inicialmente las entradas se vendieron a $12, pero al lugar terminó colándose todo el que quiso.

Así cubrió EL COLOMBIANO el inicio del festival en Ancón, el viernes 18 de junio de 1971. FOTO: Archivo EC
Así cubrió EL COLOMBIANO el inicio del festival en Ancón, el viernes 18 de junio de 1971. FOTO: Archivo EC

Precisamente esta autorización, que vino por cuenta del alcalde Álvaro Villegas Moreno, desató la indignación de vecinos de La Estrella, organizaciones de colegios privados y el propio arzobispo de Medellín, Tulio Botero Salazar, quien de entrada advirtió no haber permitido que el festival se realizara si no se hubiera enterado después de que el permiso se otorgara.

Por su parte, el alcalde Villegas cerró filas para proteger el festival, argumentando que el evento pondría a Medellín ante los ojos del mundo y le permitiría irse consolidando como un referente turístico.

De la misma forma como se permite un festival de tango se debe permitir el de música pop. Medellín tiene que coger la vanguardia de Colombia en lo referente al turismo”, dijo el alcalde, quien asistió junto con su familia a la inauguración del festival. En su edición del viernes 18 de junio, EL COLOMBIANO tituló en primera página “Álvaro Villegas, un Alcalde Hippie”, un remoquete que persiguió al mandatario hasta que salió del cargo.

Aunque los defensores del concierto pedían que no se cayera en estigmatizaciones, al pensar que todos los asistentes tenían el objetivo de participar en una bacanal, la venta y el consumo de drogas muy pronto se le salió de las manos a la Policía.

Desde el primer día del evento se produjeron grandes aglomeraciones, como esta en un puente que se instaló en el río Medellín. FOTO: Hervásquez
Desde el primer día del evento se produjeron grandes aglomeraciones, como esta en un puente que se instaló en el río Medellín. FOTO: Hervásquez

El chicharrón de vigilar a los rebeldes quedó en manos de la Policía de Itagüí, liderada entonces por el capitán Zambra. La Inspección de Pueblo Viejo también se trasladó a la autopista con la misión de controlar la venta de marihuana, tarea en la que claramente fracasó, tal como quedó registrado en decenas de fotos.

En el lugar también se consumieron hongos a montones y otras drogas, bajo cuyos efectos los hippies hablaban ante los periodistas nacionales e internacionales explicando su visión de la vida.

“Uno no alcanza a entender por qué la gente lo considera a uno loco. Ellos están siempre dependiendo de un trabajo, de un patrón, de un sueldo y de una familia, lo que hace que sus preocupaciones se centren todas las veces sobre el mismo tema”, expresó uno de los hippies a este diario.

Entre los asistentes, un debate que se desató consistió en cuántos de los jóvenes que allí llegaron eran verdaderos hippies o solo “hijos de papi” vistiendo atuendos estrafalarios para mezclarse con los auténticos. A pesar del entusiasmo, el festival también fue un calvario para muchos, sobre todo por cuenta de las lluvias que se desataron antes y durante el evento, no solo creciendo el caudal del río Medellín, sino volviendo de Ancón un lodazal gelatinoso.

Las lluvias que cayeron durante el festival incrementaron el caudal del río Medellín. FOTO: Hervásquez
Las lluvias que cayeron durante el festival incrementaron el caudal del río Medellín. FOTO: Hervásquez

Muchos de los asistentes llegaron a expresar a los medios que de saber el clima con antelación no se habrían venido para Medellín. Otros levantaron sus carpas del sitio y decidieron dormir en el Centro de Medellín, bien fuera pidiendo posada o al aire libre.

La comida también fue un suplicio, ya que durante los tres días de rock no había mayor cosa para alimentarse que tajadas de pan y salchichón que se vendieron en un kiosco con publicidad de Cigarrillos Pielroja. Nunca se supo a ciencia cierta cuantas personas asistieron, los cálculos iban desde los 5.000 hasta los 20.000 en los momentos más concurridos.

Cuando el concierto terminó el domingo 20 de junio y el escenario comenzó a desmontarse, los últimos hippies terminaron yéndose con la amenaza del jefe regional del DAS incluida, quien temiendo problemas de salubridad les dio un ultimátum de 48 horas para que se fueran rápido.

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