En los campamentos se sentía eso que el Bolillo Gómez llama un “tensionadito bacano”. No se jugaba ninguna final de fútbol, pero los nervios estaban de punta entre ingenieros, obreros y contratistas. No era para menos, la obra de infraestructura pública más importante de Antioquia en los últimos 30 años estaba a pocas horas de lograr el hito más esperado después de cinco largos años.
A 900 metros de profundidad, en el corazón del alto del Toyo, una delgada pared de roca se interponía como el último obstáculo para poder cruzar de punta a punta los 9,73 kilómetros del túnel Guillermo Gaviria Echeverri.
Al frente de la excavación —y como no, de la maniobra definitiva— estaba el ingeniero civil Héctor Alonso Gómez Giraldo, subsecretario de proyectos estratégicos y concesiones de la Gobernación. Si alguien sabe de obras es él, que se ha pasado su vida laboral levantando construcciones civiles en toda Antioquia.
Por 12 años estuvo al frente de las obras del Comité Departamental de Cafeteros y después lideró nada más que la construcción de la etapa occidental de Parques del Río, el puente de la Madre Laura y el metrocable Picacho.
“Pero esta obra —la conexión vial del Toyo— es el culmen de las obras de ingeniería porque tiene de todo”, cuenta Héctor Alonso.
No solo era construir el túnel carretero más largo de América —desbanca por más de un kilómetro al de la Línea, que tiene 8,65 kilómetros—, sino que esta era una obra con un peso histórico de un siglo entero.
Como si fuera un guiño de las casualidades del tiempo, casi que coincidirán la puesta en servicio de la conexión vial a Urabá en 2025 —compuesta por las autopistas 4G Mar 1, Mar 2 y las dos etapas del Toyo— con los 100 años del inicio de las obras de la primera carretera al mar, promovida desde 1926 por Gonzalo Mejía Trujillo y el periodista Jesús Tobón Quintero.
Pero el peso, más que histórico, era técnico, por el macizo rocoso que se tenía que romper en el Boquerón del Toyo para que una carretera pudiera pasar de la cuenca del río Cauca a la del río Sucio, sin la necesidad de subir el cerro para luego bajar a Cañasgordas.
Esa primera carretera, la de Mejía y Tobón, por la que se podían demorar más de 20 horas en sus inicios entre Medellín y el Golfo de Urabá, se trazó para pasar el lugar más bajo de la cordillera Occidental por el alto del Toyo, a 2.560 metros sobre el nivel del mar. Ese siempre fue el desafío para cruzar la montaña.
Fue el dirigente y empresario Guillermo Gaviria Echeverri quien se aventuró por allá en los años 70 a mover la idea en el departamento de que la solución en ese punto de la cordillera era construir un gran túnel, por eso la obra lleva su nombre.
“Esta es una construcción muy compleja, acá la cobertura —la tierra que hay encima del túnel— alcanza los 900 metros en la parte más alta de la montaña. Un dato, los túneles de Oriente y Occidente tienen coberturas de 400 metros”, explica el ingeniero Héctor Alonso.
Pero además de la profundidad, hay otro sinfín de arandelas que manejar: los anclajes, el manejo de taludes, la construcción de 30 puentes y otros 17 túneles más cortos, cronogramas exigentes, retos sociales y ambientales, fuera del más bravo que era torear una montaña recóndita.
Por eso los días previos a que se montara el operativo de demolición de la última pared de roca fueron todo ilusión, pero también tensión en los campamentos y comedores de los trabajadores.
“Teníamos ese tensionadito bacano, había que hacer un seguimiento minucioso de la ejecución. El cale —como se llama de forma técnica al momento en que se logra la excavación completa de un túnel— se iba a lograr debajo de unas coberturas muy grandes. Era nosotros haciendo el hueco y la tierra tratando de cerrarlo. Fueron momentos bastante tensionantes, hubo que emplear todo el ingenio del equipo para lograrlo”, cuenta el ingeniero Héctor.
No podía haber errores en el encuentro de los dos frentes de perforación de la montaña, esos últimos tres metros de voladura debían juntar las dos partes excavadas con una sincronización de reloj suizo.
Incluso se hicieron pollas para tratar de acertar el día exacto en que cayera la última roca. Yo creo que falta tanto, nos vamos a encontrar tal terreno, avanzaremos tantos metros, decían entre los trabajadores. Al otro día la cosa se complicaba y las predicciones se movían en los tableros. La ingeniería propone, pero la montaña es la que dispone.
Los últimos avances en la perforación eran apenas de medio metro —cuando hubo momento de rendimientos de cinco metros diarios— para que no hubiera ningún problema, vístame despacio que voy de prisa. “Uno de los problemas cuando se está construyendo un túnel es que si se acosa demasiado se puede cerrar, y si se cierra el túnel, recuperarlo es muy difícil. Por eso había que hacerlo con toda la calma. Al final ninguno de nosotros le pegó a las apuestas porque el cale se adelantó más de un mes”, cuenta Héctor Alonso.
El reloj entonces marcó las 7:30 a.m. del 5 de octubre. En ese instante se activó la última carga explosiva. “Conteo regresivo en cinco, cuatro, tres, dos, uno, cerooo. ¡Colombiaaaa!”. Sonó la sirena y luego la detonación. Una polvareda y después aplausos y abrazos, al fin, luego de 63 meses de triturar sin descanso la roca con las enormes máquinas Jumbo, los dos frentes de excavación —uno por Giraldo y otro por Cañasgordas— se encontraron con diferencia de centímetros. Una proeza, un milagro en la infinidad de la cordillera de los Andes que descarga su mano izquierda en Antioquia, justo en estas tierras donde el paisaje empieza a descender hasta encontrar el mar.
“Se le quiere estallar el corazón a uno, se vienen recuerdos de la vida, de las obras pasadas. Muy lindo estar terminando la vida profesional con la obra más importante de Antioquia”, se enorgullece el ingeniero. “Quisiera que le contaran a mis bisnietos que pusimos un granito de arena para que Antioquia siga creciendo”.
¿En qué año se podrá estrenar la conexión completa?
El cale era el hito que se requería para avanzar en la última fase de construcción del corredor. Una vez concluidas las obras en el túnel, previstas para el primer semestre de 2024, la pelota quedará en el campo del Invías, al que le corresponde instalar los equipos electromecánicos y terminar la vía de acceso al túnel principal, un corredor de 19,4 km. Esta semana reportó un avance del 73% en el tramo a su cargo. ¿Será que podremos estrenar la conexión completa en 2025? La respuesta la tiene el Gobierno Nacional.