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El diablo se pasea por las calles con Cristo resucitado este domingo en Barbosa, Antioquia

En este municipio del norte del Valle de Aburrá viven hoy, Domingo de Resurrección, una tradición polémica y difícil de erradicar tras más de 80 de practicarla. Esta es la historia.

  • El Domingo de Resurrección en Barbosa es toda una fiesta, donde los habitantes no solo participan con fe, sino que también disfrutan la tradición del diablo que nació hace casi 80 años. A la derecha se ve al personaje interpretado por Saúl Meneses. FOTOS Archivo EL COLOMBIANO
    El Domingo de Resurrección en Barbosa es toda una fiesta, donde los habitantes no solo participan con fe, sino que también disfrutan la tradición del diablo que nació hace casi 80 años. A la derecha se ve al personaje interpretado por Saúl Meneses. FOTOS Archivo EL COLOMBIANO
  • William Carmona interpretó al diablo por más de dos décadas y es uno de los más emblemáticos que ha tenido el pueblo. FOTOS Jaime Pérez y Cortesía
    William Carmona interpretó al diablo por más de dos décadas y es uno de los más emblemáticos que ha tenido el pueblo. FOTOS Jaime Pérez y Cortesía
  • Muñeco en aserrín con pólvora que representa al diablo y que se quema para finalizar la tradición cada año. FOTO Cortesía Francisco Restrepo
    Muñeco en aserrín con pólvora que representa al diablo y que se quema para finalizar la tradición cada año. FOTO Cortesía Francisco Restrepo
  • Estos son otros que han hecho de diablos. Arriba: Clímaco Vahos, Efraín Castrillón y Pío García; abajo: William Meneses, Didier Restrepo y Juan Carlos Meneses. FOTOS Cortesía Francisco Restrepo
    Estos son otros que han hecho de diablos. Arriba: Clímaco Vahos, Efraín Castrillón y Pío García; abajo: William Meneses, Didier Restrepo y Juan Carlos Meneses. FOTOS Cortesía Francisco Restrepo
  • Juan Pablo Córdoba interpreta al diablo desde 2018 y este año lo vuelve a hacer. FOTOS Jaime Pérez y Cortesía
    Juan Pablo Córdoba interpreta al diablo desde 2018 y este año lo vuelve a hacer. FOTOS Jaime Pérez y Cortesía
30 de marzo de 2024
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El diablo se levanta temprano. Se pinta la cara de negro, se viste del mismo color, se acomoda fino los cachos y busca su mejor corbata, casi siempre roja, igual que los labios. A las 8:00 de la mañana, por tarde, debe estar en las calles buscando incautos; imponiéndose como el personaje que casi todos quieren ver, pero al que prefieren huirle; contento y orgulloso de asumir el papel que tiene solo una vez cada año, justo el Domingo de Resurrección. Antes de salir, puede estar ansioso, otras veces asustado, a lo mejor unas más le dé lo mismo; todo depende de quién sea el diablo o de si está debutando.

Hoy, como cada Domingo de Resurrección hace más de 80 años, el pueblo de Barbosa, al norte del Valle de Aburrá, vive una tradición polémica, pero arraigada en lo más profundo de su cultura popular. Muchos dicen que Semana Santa sin diablo no es Semana Santa y otros critican que uno de los días más importantes para los fervientes parezca más un carnaval que una celebración religiosa. No obstante, la mayoría buscará un espacio en calles, balcones o terrazas para mirar la actuación del diablo de turno que, contra toda lógica cristiana, se convierte en el protagonista de este día, por encima, incluso, del resucitado.

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José William Carmona, nacido y criado en Barbosa, ha visto evolucionar la tradición del diablo en Semana Santa desde que era un niño. Recuerda cuando le ofrecieron hacer el papel, hace ya tantos años que su memoria no da con la fecha exacta. Tuvieron que convencerlo porque le daba pena, pese a que había interpretado roles como el de Judas o el Cirineo que ayuda a Jesús a cargar la cruz. Le gustó tanto la primera vez que hizo de diablo que caracterizó al personaje por casi dos décadas y es uno de los más reconocidos del pueblo entre los que quedan vivos.

“El vejigazo del diablo”

Ahora conocido como “diablo”, José William describe la tradición con nostalgia, considera que ya no es lo mismo, pese a que las nuevas generaciones preservan el legado. Cuenta que lo primero es anticiparse unos días para conseguir vejigas de novillos que deben inflar, limpiar, untar de cal, poner a secar y amarrar a cabuyas resistentes. “Es casi como tener un globo de piñata amarrado a una pita”, dicen muchos habitantes para que quienes no lo han visto se hagan una imagen.

William Carmona interpretó al diablo por más de dos décadas y es uno de los más emblemáticos que ha tenido el pueblo. FOTOS Jaime Pérez y Cortesía
William Carmona interpretó al diablo por más de dos décadas y es uno de los más emblemáticos que ha tenido el pueblo. FOTOS Jaime Pérez y Cortesía

El Domingo de Resurrección, cuando está arreglado y sale a la calle, el diablo le pega a la gente con la vejiga. “Es un papel importante, las morisquetas, la mirada fija, las pocas palabras son parte de lo que significa representar al diablo, no es solo pegar y ya”, dice José William.

Un vejigazo puede que no duela, pero sí quema la piel. Por eso, todos lo quieren evitar. Pero no hay súplica que valga, porque “el diablo no tiene amigos”. La única forma de no “recibir una pela” es darle plata, así sean $1.000 o $2.000 que van guardando en un morral los sayones, otros personajes emblemáticos del municipio en Semana Santa, que antes se vestían solo con túnicas moradas, pero que hoy en día han transformado su vestuario hacia un estilo más de soldados romanos.

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Claro que hay límites: el diablo no puede golpear en la cara a nadie ni entrar a negocios o casas para dar un vejigazo. Por su lado, los habitantes no se pueden enojar si les pegan; “si usted sabe que allá pegan para qué va”, suelen responder ante cualquier descontento. Entre los barboseños esa es una de las premisas de esta tradición y saben que el dinero no se le da al diablo solamente para evitar un vejigazo, hay quienes le pagan para que les pegue a otros. José William recuerda aquel día en el que le pagaron $100.000 para que “pelara” a un habitante y este, a su vez, le dio otros $100.000 para que ejecutara la venganza. Tampoco olvida cuando una vez le compraron una vejiga en $20.000 sin saber que era para darle una “pela” a él mismo.

Esa plata se sigue recogiendo, según contaron varias personas que conocen la tradición, quienes aseguraron que se invierte en pagar los mismos gastos del evento: vestuarios, refrigerios, agua y la fabricación de una especie de muñeco de año viejo, un demonio que queman al concluir la jornada y con lo que se oficializa el final de la tradición hasta el año siguiente.

Poco después de que el diablo sale a hacer de las suyas, se cumple en el municipio la procesión del resucitado, tal cual como sucede en otros lugares de Antioquia, el país y el mundo, pero los cargueros del monumento no van en marcha lenta, sino bailando, otra de las diferencias de esta tradición en Barbosa y que hace que sea más demorada de lo normal. Entonces, al diablo se le permite ir adelante o atrás, pero nunca meterse a la procesión.

Y cuando esta termina, ya con la certeza del Cristo resucitado, el diablo debe desaparecer. Queman el muñeco, que suelen colgar en el parque principal en un sitio elevado, a veces relleno con pólvora, mientras que el personaje real huye, asustado, temblando, porque se impone el bien sobre la envidia, el rencor o el odio, simbolismo que se esconde detrás de esta tradición o, por lo menos, así fue concebido en sus orígenes, explica Francisco Restrepo, gestor cultural del municipio, auxiliar administrativo de la alcaldía y quien manejó por más de 30 años el grupo de danzas folclóricas.

Muñeco en aserrín con pólvora que representa al diablo y que se quema para finalizar la tradición cada año. FOTO Cortesía Francisco Restrepo
Muñeco en aserrín con pólvora que representa al diablo y que se quema para finalizar la tradición cada año. FOTO Cortesía Francisco Restrepo

El primer diablo del pueblo

Restrepo se ha encargado de consolidar los registros de la historia del municipio y encontró que la tradición del diablo en Semana Santa nació en 1941, ideada por el presbítero Juvenal Vásquez Chica. Pero el demonio propiamente no se lo inventó él, sino que fue el artífice de encontrar para la Semana Mayor un personaje que hiciera arrepentir a la gente de los pecados y ser más fervorosos. Y un habitante de la época, Clímaco Vahos, le siguió el juego y dijo que no podía ser otro distinto al demonio, porque todo el mundo le tenía miedo. Y se inventó los golpes con vejiga porque en ese tiempo trabajaba en una carnicería.

Lola Vahos, hija de Clímaco y de memoria prodigiosa a sus 89 años, recuerda como si fuera ayer que tenía 6 años cuando su papá llegó y la puso a inflar vejigas. No sabían para qué era, pero obedecieron. Esa misma semana, el Domingo de Pascua, se escondió debajo de la cama, aterrada de miedo, cuando lo vio con la cara pintada de negro, con cachos y un cajón colgando en la espalda con las vejigas. “Mi papá era un borracho y lo convencieron fácil, cuando llegó a la casa por la noche ya estaba caído de la rasca, nosotros nos escondíamos y mi mamá nos decía que ese era el papá, pero nos daba miedo”.

Estos son otros que han hecho de diablos. Arriba: Clímaco Vahos, Efraín Castrillón y Pío García; abajo: William Meneses, Didier Restrepo y Juan Carlos Meneses. FOTOS Cortesía Francisco Restrepo
Estos son otros que han hecho de diablos. Arriba: Clímaco Vahos, Efraín Castrillón y Pío García; abajo: William Meneses, Didier Restrepo y Juan Carlos Meneses. FOTOS Cortesía Francisco Restrepo

Lola rememora esos días como una época feliz, recuerda cuando su padre se siguió vistiendo de diablo cada año y perseguía a la gente, desde las 6:00 de la mañana para pegarles con las vejigas. A Clímaco también le daban plata o le colgaban piñas, plátanos y yucas en el cajón. Entonces, la procesión con el resucitado era más larga y al diablo no lo quemaban en el parque principal, como ahora, sino en el Diego Echavarría Misas, que queda dos cuadras más arriba y donde se construyó la primera iglesia que fue oficialmente la primera parroquia de Barbosa, según cuenta Francisco. Allí, por muchos años, colgaron el diablo muñeco, lleno de pólvora y aserrín para quemarlo a la vista de todos.

Pero antes de hacerlo, se leía ante todos los presentes el testamento del diablo, una sátira que contenía herencias como “el brasier del seno de Abraham” y que fue abolida en 1985 por el cura de la época. Hasta el último minuto, cuando el diablo se revolcaba en el suelo porque el resucitado se imponía, la gente estaba en éxtasis y después de la quema una banda interpretaba la canción parrandera “El diablo”, pero ahora también está prohibida. Lo que seguía después era una fiesta marcada por la algarabía, el baile y el aguardiente. “En Semana Santa Barbosa nada en alcohol”, dice alguien entre risas mientras Lola describe esos años.

Su padre Clímaco, que era liberal hasta los dientes, interpretó al diablo casi por 10 años, pues empezando la década de los 50 tuvieron que huir hacia Medellín. Era la época de la Violencia y su padre nunca más volvería al pueblo donde nació porque la muerte lo cogió en la capital antioqueña, en 1952. Lola, su madre y sus hermanos regresaron a Barbosa y allí se casó con Manuel Antonio Ángel, que se abanderó de la banda del pueblo y amenizaba los distintos eventos cada Semana Santa, legado que hoy conserva la familia tras su fallecimiento.

“En una Semana Santa yo podía hasta hospedar a 30 personas en la casa. Me tocaba cocinarles, a veces ni tiempo me daba de salir a ver las procesiones”, expresa una Lola nostálgica, que cree que aunque la tradición del diablo se mantenga nunca volverá a ser como antes. Aunque nadie en la familia asumió el papel de diablo después de Clímaco, sí lo hicieron otros habitantes del pueblo. Efraín Castrillón, Pío García, William Meneses, Didier Restrepo, Juan Carlos Meneses, Saúl Meneses, Edwin Zapata, Sebastián Meneses y José William Carmona son algunos que han tenido el papel a lo largo de los años.

Los nuevos diablos

Otro de los cambios que ha tenido la tradición es que hace mucho tiempo ya no sale solamente un diablo, sino dos. Juan Pablo Córdoba interpreta a uno de ellos desde 2018 (dos años no se hizo por causa de la pandemia) y hoy también será protagonista. Cuenta que desde muy niño veía la tradición desde el balcón de su tía, muerto de risa, disfrutando. Pero que otra cosa era estar abajo, en la calle, cerca del diablo, porque todos los pequeños le tenían pánico: sabían que era una persona disfrazada, pero el miedo al vejigazo es casi como una marca de nacimiento. Su padre, que fue del grupo de los sayones, dejó en él el gusto por las actividades de Semana Santa al estilo barboseño.

Pero solo cuando se graduó del colegio le permitieron interpretar al demonio, ese primer año lo hizo junto a Saúl Meneses, otro de los más recordados y que hizo el papel más de una década: “Primero me asustaba mucho, no podía ni dormir pensando que me iba a coger la tarde el domingo para despertarme o que se iban a burlar de mí o me iban a arrancar la cola o los cachos”.

Juan Pablo Córdoba interpreta al diablo desde 2018 y este año lo vuelve a hacer. FOTOS Jaime Pérez y Cortesía
Juan Pablo Córdoba interpreta al diablo desde 2018 y este año lo vuelve a hacer. FOTOS Jaime Pérez y Cortesía

Con su puesta en escena trata de inspirarse en los gestos y la mirada de personas como Saúl o José William Carmona, a quien considera uno de los más emblemáticos de la historia. Y este año será guía para otro joven de 24 años que debutará con el personaje. Un joven que no sabe aún lo que le espera los días siguientes, cuando se levante adolorido, magullado y tan cansado que probablemente no pueda moverse. Pero José William y Juan Pablo coinciden en que vale la pena.

Hoy en día son casi 150 vejigas las que se inflan, porque se van rompiendo en la medida que le pega a la gente. Juan Pablo va dispuesto a gastarlas todas, como siempre lo ha hecho. Y sin duda recogerá muchos billetes. Aunque la mayoría serán de baja denominación, recuerda que en una ocasión un turista le pagó $50.000 para que le pegara el vejigazo, llevándole la contraria a casi todo el pueblo que paga para evitarlo. Es que son muchos los visitantes que llegan a vivir esta experiencia que los barboseños califican como única en el mundo en Semana Santa.

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Por esto, muchos barboseños afirman que no se podrá erradicar, aunque muchos párrocos lo han intentado a través de la historia. Jorge Velásquez, un habitante del municipio, cree que la tradición es tan representativa que debería declararse patrimonio: “ Por el hecho de existir el diablo el día de resurrección concurre más la gente, Barbosa ha cogido fama por esto”.

Pero el diablo en Semana Santa no ha estado exento de dificultades, como aquella vez que a José William le tiraron un artefacto que explotó y lo mandó al hospital; o cuando una terraza se cayó mientras varias personas miraban la procesión; o como en 2022, que todo terminó en disturbios y enfrentamientos de ciudadanos contra la fuerza pública. Los amantes de este evento esperan que hoy transcurra en calma, pero con jolgorio. Porque celebran, como creyentes que son casi todos, la resurrección de Cristo, pero también la preservación de una tradición que sienten como un sello de nacimiento que cargan los barboseños.

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