Bello Oriente es el primer barrio informal del mundo con sistema de alerta temprana de deslizamientos

Aunque es un caso emblemático, pone en evidencia los vacíos en gestión del riesgo que tiene Medellín

  • Los sensores regados por la montaña quedaron resguardados en sitios públicos que la comunidad incorporó a su cotidianidad. FOTOS julio herrera
    Los sensores regados por la montaña quedaron resguardados en sitios públicos que la comunidad incorporó a su cotidianidad. FOTOS julio herrera
  • Bello Oriente es el primer barrio informal del mundo con sistema de alerta temprana de deslizamientos
  • Bello Oriente es el primer barrio informal del mundo con sistema de alerta temprana de deslizamientos
  • Balance de gestión del riesgo Medellín Cómo Vamos.
    Balance de gestión del riesgo Medellín Cómo Vamos.
  • Las Loras se encargan de dar aviso si alguna casa, como la de Luz Inés, llega a mostrar alguna inclinación en medio de un posible deslizamiento.
    Las Loras se encargan de dar aviso si alguna casa, como la de Luz Inés, llega a mostrar alguna inclinación en medio de un posible deslizamiento.
  • Bello Oriente es el primer barrio informal del mundo con sistema de alerta temprana de deslizamientos
Bello Oriente es el primer barrio informal del mundo con sistema de alerta temprana de deslizamientos
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A la una de la tarde del 12 de junio de 2017 sucedió. Días atrás unos árboles ladeados y el traqueteo de unos postes de energía les dieron el aviso. Las matronas del barrio corrieron la voz. Entre todos improvisaron un plan: sacar lo importante de las casas, organizar la salida de los que no podían hacerlo por sus propios medios y no olvidar a las mascotas.

El pedazo de montaña se regó encima sobre seis casas del sector Palomar en el barrio Bello Oriente, tal como lo habían advertido días antes, mientras con manos temblorosas algunos grababan el inevitable desastre que pudo ser tragedia. Un niño y un perro terminaron con magulladuras. Pero 27 personas, 10 familias enteras, salvaron sus vidas por la intuición y el azaroso plan entre vecinos.

En Medellín hay 200.000 habitantes de asentamientos informales expuestos a que un deslizamiento se lleve sus vidas o sus hogares en cualquier momento. Para la mayoría ese riesgo es una certeza, pues viven en 16 zonas en las que el riesgo no es mitigable, es decir, la amenaza y vulnerabilidad es tan alta que la única medida posible para evitar que se pierdan vidas es reasentarlos en otro lugar, algo poco factible pues ocupan el territorio de manera irregular y para la Alcaldía eso significa que no tienen derecho al hábitat digna.

Vivir en las laderas, en zona de influencia del río y las quebradas de Medellín y el Aburrá exige un plan. Hoy existen 27 alarmas comunitarias que el Siata empezó a construir desde hace ocho años. Son sensores y monitores que detectan la emergencia, desatan una alarma –atemorizante pero efectiva– que se riega por el barrio convertida en mensajes de Whatsapp y llamadas que coordinan una evacuación segura y garantizan que nadie, ni siquiera las mascotas, se queden atrás.

Por ejemplo, la alarma comunitaria instalada hace cinco años en El Cafetal, en Bello, ha sonado 46 veces, 19 de ellas este año y las últimas tres en agosto pasado, avisando a tiempo a cientos de personas que los bríos de la quebrada La Loca, crecida por las fuertes lluvias, podía dejar muerte a su paso.

Pero en la mayoría de asentamientos irregulares los desastres y tragedias siguen llegando sin alertas que les hagan frente. Por eso es tan valioso que Bello Oriente se haya convertido en el primer barrio informal en el mundo con un sistema de alerta temprana para deslizamientos.

De los Alpes a la comuna 3

El proyecto empezó a germinar hace una década en Medellín pero fue hace cuatro años, a más de 9.000 kilómetros de distancia, en Alemania, donde se materializó.

El profesor Christian Werthmann, que para la época trabajaba en Harvard, desarrolló hace cerca de una década, junto con el Centro de Estudios Urbanos y Ambientales de Eafit – Urban –, una investigación llamada “Rehabitar la montaña”. De esta experiencia el profesor Werthmann se llevó una convicción: que ocupar una ladera no podía convertirse en una condena de muerte o miedo para miles de personas.

“Está claro que esos cerros propensos a derrumbes nunca debieron ser asentados, pero aquí estamos en el año 2022, con más de 200.000 ciudadanos viviendo en esa condición en Medellín. El objetivo principal de un sistema de alerta temprana es salvar vidas”, apunta el investigador.

En 2018 Werthmann, siendo ya profesor del Instituto de Arquitectura del Paisaje de la Universidad Leibniz de Hannover, presentó la propuesta al Ministerio Federal para la Educación y la Investigación de Alemania y consiguió los recursos para llevarlo a cabo.

Bello Oriente es el primer barrio informal del mundo con sistema de alerta temprana de deslizamientos

En febrero de 2019 empezó el proyecto Inform@risk. Expertos de doce entidades: geoingenieros, arquitectos, diseñadores de paisaje, liderados por la universidad de Hannover y Urbam se pusieron a construir un sistema de alerta ante deslizamiento de alta tecnología que ahora Bello Oriente comparte con los Alpes Bávaros, zona de castillos y aldeas de ensueño.

Carolina García Londoño, coordinadora local de Inform@risk y presidenta de la Asociación Colombiana de Geología en Antioquia, explica que el sistema tiene cuatro componentes. Lo primero que había que hacer, cuenta, era establecer confianza con la comunidad, conocer cómo viven y, sin estigmatizar, construir el conocimiento sobre el riesgo a partir de las prácticas locales: la forma en la que edifican sus casas, en la que intervienen las quebradas. Pero también valorar sus saberes empíricos sobre el territorio.

Luego llegó la tecnología. Crearon una red de más de 100 sensores por la parte alta del barrio y la montaña capaz de detectar el movimiento de uno a 50 metros. Otros sensores más que miden movimientos de viviendas fueron acompañados por instrumentos que se imprimen en 3D.

Finalmente desarrollaron la red de alarmas y las rutas de evacuación. Como parte de estos últimos componentes formular desde Alemania una aplicación de última generación, que ahora está bajo ajustes para funcionar en medio de un territorio en el que el internet sigue siendo un lujo.

A lo sensores en las casas la comunidad los bautizó Loras y en cuanto a los monitores de la montaña, en lugar de aislarlos, los convirtieron en parte de un espacio público que antes no existía: bancas y puntos de encuentro.

Puede parecer insignificante, pero Carolina explica que estas dos acciones marcan la diferencia entre una brecha entre la tecnología y la comunidad y la apropiación definitiva de gestión del riesgo por parte de una población, que a falta de un hábitat más estable ha asumido el compromiso de coexistir con el territorio en el que les correspondió vivir.

“Nosotros entendemos el cambio climático como algo sencillo; es una prueba que nos pone la naturaleza y depende de nosotros si la pasamos o no. Si tumbamos árboles, si contaminamos la quebrada, si no nos tomamos el trabajo de entender cómo funciona el territorio no vamos a pasar esa prueba. Eso es lo que decidimos aprender”, dice Luz Inés Morales, una líder comunitaria que hace 20 años llegó al barrio que surgió en los 80 ante la llegada de desplazados de Chocó y Antioquia y Medellín, expulsados por la violencia y la falta de recursos habitar una ciudad cuya especulación inmobiliaria y expansión ya iba a paso avasallante.

La deuda es prevenir

Por eso apunta Carolina que el enfoque del proyecto no se queda solo en crear un sistema de alerta antes de que ocurra un deslizamiento, sino aportar en un fortalecimiento comunitario para que se llegue al punto, incluso, en el que el evento pueda evitarse.

Ahí toca la experta quizás la cuestión fundamental de toda esta discusión alrededor de la gestión del riesgo en una ciudad en la que el número de emergencias y desastres, asociadas al cambio climático y la vulnerabilidad del territorio, aumentan sus cifras récord año tras año.

Prevenir el riesgo en lugar de mitigarlo o verlo materializado. Esa es la gran deuda que tiene Medellín entre manos. En los reportes anuales de la última década las emergencias por desastres naturales alcanzaron cifras históricas seis veces. El año pasado se acercaron a las 3.000 y en 2020 habían sido 1.799.

El número de viviendas destruidas en la ciudad por desastres naturales, que venían en descenso progresivo desde 2016, volvieron a dispararse a partir de 2020, tiempo desde el cual 1.555 casas (con corte a junio) han tenido que ser abandonadas por destrucción total.

Las inversiones públicas explican, en buena medida, estos resultados. Según Medellín Cómo Vamos el presupuesto asignado a prevención y atención de desastres representa menos del 2% de la inversión municipal total y las inversiones para el medio ambiente ni siquiera alcanzan el 1%. Para completar, la mayor cantidad de recursos están destinados a atender el desastre, no a prevenirlo y ni siquiera a mitigarlo.

La conclusión que entrega para Medellín Cómo Vamos Elizabeth Arboleda, directora de investigación y extensión de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional, Medellín tiene la brújula embolatada porque asumió la gestión del riesgo de desastres como una política sectorial, desconociendo que dicha gestión solo puede ser posible con un desarrollo territorial en su conjunto. En palabras castizas, esto se ha traducido en una debilidad de la sociedad para reconocer los riesgos presentes y futuros de la ciudad y construir soluciones colectivas ante las amenazas del cambio climático.

Ante el gran interrogante de cómo hacer sostenible y replicable este sistema de alerta comunitario que hoy tiene Bello Oriente, Christian Werthmann sostiene que su esperanza es que la sociedad migre hacia una ética ampliamente compartida de mejora de asentamientos informales y prevención de desastres.

El investigador alemán recalca que la prevención de desastres “debe ser intocable a los recortes presupuestarios o cambios de prioridad”. Aun así –lamenta– se gasta mucho más presupuesto en la respuesta (primeros auxilios, limpieza, reconstrucción) a los desastres que en la prevención. Aunque este, advierte Werthmann, “este es un fenómeno mundial y parece ser una debilidad general de la naturaleza humana”.

Para el líder del proyecto Inform@risk, “mientras la sociedad no tenga una fuerte ética de prevención compartida por todas las entidades políticas, la última línea de defensa será la propia comunidad vulnerable y su capacidad para autogestionar el riesgo”.

En una ciudad que mira hacia las laderas en actitud de reproche, es importante mantener presente una realidad: los habitantes que allí habitan son poblaciones atrapadas, es uno de los conceptos que conforman la migración climática, fenómeno que la ONU lleva casi dos décadas abordando aunque todavía persisten enormes vacíos jurídicos en los países.

Están allí porque la ciudad y la institucionalidad no les dio otra opción y no pueden irse, aunque permanecer equivalga a vivir bajo amenaza, porque no tienen otra lugar a donde ir.

¿Puede la ciudad darles la espalda? Mientras la institucionalidad resuelve esa pregunta hay que seguir generando conocimiento y capacidad a las comunidades. Una causa que en Bello Oriente logró unir a expertos mundiales y a un montón de vecinos que se niegan a seguir errando.

1.555
viviendas han sido destruidas por desastres naturales en Medellín desde 2019.
Infográfico
espere mañana

Ante la falta de respuestas de la Alcaldía para hacerle frente al crecimiento en las laderas, comunidades en barrios informales han emprendido proyectos de autonomía energética y alimentaria.

Contexto de la Noticia

“Hay que migrar hacia una ética de mejoramiento y prevención en los asentamientos informales” Christian Wertmann, profesor de Arquitectura y Paisaje Universidad de Hannover, líder proyecto Inform@Risk.

¿Cuáles son, en esencia, los elementos fundamentales para construir un Sistema de Alerta Temprana de deslizamientos en un barrio informal con los factores sociales, culturales y económicos que lo componen?

Todavía estamos aprendiendo sobre eso. Recuerde que es un proyecto de investigación y estamos tratando de resolver estas preguntas. Todo SAT está formado por cuatro componentes: el conocimiento del riesgo, el seguimiento y previsión de la amenaza, la difusión de la alerta y la capacidad de reacción. Sin embargo, en entornos informales hay varios aspectos específicos que deben tenerse en cuenta. Es fundamental tener varios actores en sintonía, como la comunidad en riesgo, las organizaciones locales de la sociedad civil y el gobierno local, incluida la autoridad de gestión de riesgos. De nada sirve todo el conocimiento y toda la tecnología del mundo, si estos actores no se alinean y colaboran. En este punto diría que un sistema de Alerta Temprana no es simplemente una empresa técnica sino una negociación social y política.

Hay un elemento de gestión de riesgos que es prospectivo, a través del cual se prevé un riesgo que puede tomar forma a medida que surgen nuevos desarrollos en un territorio. ¿Cómo preparar una comunidad para incorporar la planificación de estos riesgos futuros, teniendo en cuenta que cultural y socialmente comunidades como las que se asientan en barrios informales viven, como dicen, del día a día?

Hasta ahora, lo que podemos decir es que la comunidad informal que estudiamos persigue la misma negociación de riesgo subjetivo que toda la sociedad. Lo que significa que todos tomamos o no riesgos en función de nuestra comprensión subjetiva de ello, a veces a menudo en contradicción con el conocimiento científico. Curiosamente, descubrimos a través de una encuesta representativa en nuestra área de estudio de Bello Oriente que la percepción subjetiva del riesgo de deslizamiento de tierra de la comunidad coincide con nuestro análisis empírico del riesgo real de deslizamiento de tierra allí. Lo que significa que los residentes conocen muy bien los peligros a los que están expuestos. Aún así, a la mayoría de los residentes de Bello Oriente les gusta su barrio, o quieren quedarse o no tienen otra opción que quedarse incluso frente a los riesgos de derrumbes, que es un factor constante de estrés. Está claro que esos cerros propensos a derrumbes nunca debieron ser asentados, pero aquí estamos en el año 2022, con más de 200.000 ciudadanos viviendo en esa condición en Medellín. El objetivo principal de un sistema de alerta temprana es salvar vidas. Además, nuestra investigación opera bajo el supuesto de que un sistema de alerta temprana también podría ayudar a aliviar un poco el estrés constante de la amenaza de deslizamientos de tierra y abre una ventana de tiempo para una decisión individual de permanecer o abandonar el vecindario.

¿Cómo hacer que un sistema de alerta temprana en un asentamiento informal sea sostenible a largo plazo?

La cuestión de la sostenibilidad no es fácil de responder desde nuestro proyecto de investigación de cuatro años. Específicamente para nuestro proyecto de investigación, esperamos que el prototipo de un novedoso sistema de alerta temprana que estamos desarrollando en Bello Oriente sea de utilidad y sea continuado por la ciudad de Medellín una vez finalizada la investigación. Requerirá más esfuerzo y atención por parte de todos los actores involucrados, pero esperamos que el beneficio de una detección mejorada de deslizamientos de tierra convenza a todas las partes interesadas de continuar y mejorar el prototipo incluso después de que nuestra investigación haya terminado.

Más allá de esa cuestión específica de continuación, la sostenibilidad de los sistemas de alerta en asentamientos informales debe discutirse en términos más amplios. En una sociedad democrática, la sostenibilidad de un sistema de alerta temprana depende de la colaboración exitosa entre la comunidad en riesgo, las organizaciones locales de la sociedad civil y el gobierno local, incluida la autoridad de gestión de riesgos. Tiene que haber un compromiso constante, confianza y una visión compartida de la gestión de riesgos. Esto requiere esfuerzo, cuidado y presupuestos adecuados. Como todos sabemos, en las sociedades democráticas, las prioridades políticas pueden cambiar cada cuatro años. Las actitudes gubernamentales hacia los asentamientos informales han cambiado en el pasado, pero también los enfoques hacia la gestión de riesgos. Mi esperanza es que la sociedad migre hacia una ética ampliamente compartida de mejora de asentamientos informales y prevención de desastres. Especialmente la prevención de desastres debe ser intocable a los recortes presupuestarios o cambios de prioridad. Aun así, se gasta mucho más presupuesto en la respuesta (primeros auxilios, limpieza, reconstrucción) a los desastres que en la prevención. Este es un fenómeno mundial y parece ser una debilidad general de la naturaleza humana.

Mientras la sociedad no tenga una fuerte ética de prevención compartida por todas las entidades políticas, la última línea de defensa será la propia comunidad vulnerable y su capacidad para autogestionar el riesgo. Un buen sistema de alerta temprana tiene que fortalecer y aumentar estas capacidades de autoayuda. En Medellín, tenemos mucho respeto por iniciativas como la ”Escuela de ladera“ y el “Movimiento de ladera” que genera conocimiento y capacidad de residentes para residentes, pero también estamos tratando de fortalecer a la comunidad en nuestro proyecto de investigación Inform@ Risk.

Mucho se ha hablado en los últimos años de la ingeniería blanda (o ecológica), entendida como aquella que utiliza las características naturales para resolver problemas del territorio en sustitución de las tradicionales soluciones de ingeniería dura (presas, muros de contención, entre otras). ¿Qué tipo de experiencias en este sentido han realizado en Europa para gestionar el riesgo que pudieran replicarse en asentamientos y barrios de Medellín?

Como arquitecto paisajista, temas como la ingeniería/infraestructura verde son muy importantes para mi corazón. Un dispositivo simple como un árbol puede brindarnos muchas cosas: sombra, oxígeno, madera, fruta, retención del suelo y, por último, pero no menos importante, belleza. Se debe implementar infraestructura verde en entornos urbanos tanto como sea posible, porque tanto los humanos como los animales pueden obtener muchas ganancias. De hecho, encontramos intrigantes las medidas colombianas de control de pendientes con bambú que se utilizan en áreas rurales y nos preguntamos cómo podrían aplicarse en un entorno denso y dinámico como un asentamiento informal. Sin embargo, esta no es la investigación que hemos estado realizando en Medellín.

En el caso del tipo de deslizamientos en Medellín, tuvimos que aprender que una adecuada cobertura vegetal y el manejo del agua de lluvia pueden aliviar, pero no eliminar, el riesgo de deslizamientos. Eso significa que tenemos que pensar en enfoques más híbridos y, al final, tener mejores sistemas para detectar deslizamientos de tierra antes en vecindarios donde no se pueden mitigar. Es por eso que estamos probando un sistema de sensores digitales que se desarrolló en los Alpes bávaros en las colinas de Medellín. Nuestro interés como arquitectos paisajistas se convierte en la cuestión de cómo estos sensores se integran en las condiciones espaciales del asentamiento informal, cómo pueden servir no solo como recordatorios del riesgo de deslizamientos de tierra, sino también como elementos placenteros en espacios públicos intensamente utilizados. En nuestro caso estamos probando bancos anchos de ladrillo que albergan los sensores, pero también son lugares de socialización, mirada y congregación que no han estado allí antes.

Si quiere más información:

Juan Felipe Zuleta Valencia

Soy periodista porque es la forma que encontré para enseñarle a mi hija que todos los días hay historias que valen la pena escuchar y contar.

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