El 5 de mayo de 2003 fueron asesinados por guerrilleros de las Farc el gobernador de Antioquia Guillermo Gaviria Correa y su asesor de paz Gilberto Echeverri Mejía, después de un largo secuestro. Durante dos décadas ese caso estuvo entre el misterio en la impunidad, hasta que esta semana la JEP imputó crímenes de guerra y de lesa humanidad a siete exintegrantes del Bloque Noroccidental de las desaparecidas Farc: Luis Óscar Úsuga Restrepo, alias “Isías Trujillo”, exjefe del Bloque; Jesús Mario Arenas, alias “Marcos Urbano”, excomandante del Frente Jacobo Arenas; Rodolfo Luis Restrepo, alias “Víctor Tirado”, excomandante del Frente 27; Martín Cruz Vega, excomandante del Frente Aurelio Rodríguez; Ovidio Antonio Mesa alias “Anderson”, excomandante del frente 36 y Jhoverman Sánchez “Rubén Cano”, excomandante del Frente 58.
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Gaviria y Echeverri fueron secuestrados en medio de una marcha de paz que hacían por el occidente del departamento, justo en ese momento por el municipio de Caicedo. Según la JEP, en una versión colectiva del 2019 los comandantes de las Farc dijeron que la captura no fue planeada y que Aicardo de Jesús Agudelo Rodríguez, muerto en un bombardeo el 20 de septiembre de 2008 y quien era el comandante del frente que era conocido como “El Paisa”, dijo ante la dirección del Bloque que “él no había aceptado entrevistarse con el gobernador Gaviria (en medio de la campaña de No-violencia que adelantaba el mandatario) y que, por el contrario, le advirtió al gobernador sobre las consecuencias que podía tener la marcha en esa zona. No obstante, en la versión colectiva de 2022, los comparecientes reconocieron que El Paisa, intencionalmente, le tendió una trampa al gobernador y a su asesor para secuestrarlos. Y, aunque esta privación de la libertad no estaba planificada por la dirección del Bloque, el Secretariado autorizó mantenerlos en cautiverio.
La JEP ha llegado a la conclusión de que las Farc secuestraban por tres motivos: 1. Financiar la causa guerrillera, en el caso del Bloque Noroccidental, el Secretariado les pedía una cuota anual de 2 millones de dólares. 2. Por motivos de control territorial: retenían a foráneos, personas extrañar que se aventuraban a los territorios de su dominio. 3. El secuestro de personalidades tenía el fin de chantajear al Estado para pedir canjes por guerrilleros privados de la libertad. Este punto se hace vidente en el auto de la JEP, pues Guillermo Gaviria escribió en una carta que el 13 de junio de 2002 les informaron que la finalidad secuestro era forzar el intercambio por guerrilleros presos.
Durante el cautiverio, vivieron en medio de la esperanza por un rescate humanitario. En una carta, Echverri escribió: “El ambiente aquí se siente positivo frente al canje. Dios le ha traído motivos de esperanza a estos muchachos, que cumplen ya dos años y medio, tres, cuatro y cinco años de cautiverio (...) Algunos no conocen a sus hijos o hijas, que nacieron después de sus capturas. Sin embargo, reconforta ver sus ánimos en Dios y esperanzas (...) Continuamos en chalupa Gilberto y yo, los oficiales y suboficiales a pie (...) Llegamos a una choza que parece que servirá como alojamiento temporal. Al llegar nosotros, ya había llegado los oficiales y suboficiales y los muchachos de las Farc. Hay cucarachas por doquier, pero es mucho más cómodo, y los dos ángeles de la guarda que se nos han ofrecido (sargento Aranguren y cabo Peña Guarnizo) habían organizado y limpiado nuestro cuarto hasta hacerlo agradable”.
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Gaviria y Echeverri compartieron secuestro durante un año y quince días junto a un grupo de militares que acumularon muchos más años que ellos: Alejandro Ledesma Ortiz, teniente de la Armada; Francisco Manuel Negrete Mendoza, cabo primero del Ejército; Héctor Lucuara Segura, sargento viceprimero del Ejército; Wagner Harvey Tapias, subteniente de la Marina; Yercinio Navarrete Sánchez, cabo primero del Ejército; José Gregorio Peña Guarnizo, cabo del Ejército; Carlos Alberto Marín Franco, cabo del Ejército; Samuel Ernesto Cote Cote, cabo primero del Ejército; Pedro José Guarnizo Ovalle, sargento primero del Ejército; Heriberto Aranguren sargento segundo; y Agenor Enrique Viellard, sargento segundo de Infantería de Marina. “Estas nueve personas fueron privadas de la libertad en diferentes tomas y ataques armados (...), permanecieron en cautiverio tras la decisión del Secretariado de mantener oficiales y suboficiales para el canje humanitario”.
Los dos ángeles a los que se refería Gilberto eran Heriberto Aranguren y Agenor Viellard, quienes fueron rescatados por el Ejército en el operativo en el que fueron fusilados los dos políticos. Ellos hablaron con la JEP para contar los días de cautiverio, allí dijeron que se encargaron de ayudar con consejos de supervivencia en la selva: “Dios mío, si el destino pone a los doctores acá con nosotros, pues trataré de servirle en lo que más pueda, servirles que de pronto por ser personas civiles, los animales de la selva, las culebras. Entonces tratábamos de girar todos alrededor de ellos para minimizar esa estadía en cautiverio como reclamarle la comida, lavarle la ropa, de pronto peluquearlo. Yo lo peluqueaba, le arreglada la barba incondicionalmente”, dijo Aranguren que pensó en ese momento. Viellard agregó: “Desplazarse también en la selva y que toca aprender también, no es caminar por caminar, sino saber cómo moverse. También ayudamos. Obviamente era mutuo el apoyo, porque ellos, como les dije al principio, me hicieron el cautiverio más llevadero, ellos con su inteligencia y que eran personas humanas nos hicieron también cambiar muchas cosas, muchas”.
Durante esos más de doce meses, Gaviria y Echeverri vivieron en condiciones muy distintas. A veces los ubicaban en campamentos espaciosos —casi siempre repletos de cucarachas— y otras en lugares donde casi dormían unos sobre otros: “Aquí es muy difícil escribir: la angustia a veces es muy fuerte y convivir con trece personas en menos de 60 metros cuadrados, 24 horas diarias, todas las semanas, los meses y pronto serán años, es muy difícil”. Sin embargo hubo otros momentos: “Nuestra salud −la de Guillermo y la mía− es perfecta. Todos los días hacemos ejercicios, la comida es buena y hay días que la mejoramos con sabaletas, leemos lo que tenemos y esperamos más libros. Hay días en los cuales vemos videos, además esperamos Direct-Tv; también escribimos cartas y resumen del viaje”.
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Durante años corrió la voz de que la muerte de Gaviria y Mejía había sido por error de las fuerzas militares; sin embargo, la JEP echa luz sobre el asunto. Además, el mismo gobernador no se sentía cómodo con la idea de un rescate, seguramente porque intuía que los guerrilleros tenían la orden de impedir que se los llevaran con vida. Dice una carta del 24 de abril de 2003: “Amor, buenos días. Escuché tanto tus declaraciones como el mensaje. (...) Luego escuchamos la entrevista del presidente Álvaro Uribe y te confieso que no me dejó mucho entusiasmo. No le veo verdadera voluntad de negociar. Sus declaraciones dejan entrever la actitud propia de un gobierno que ‘cree’ que puede derrotar militarmente a su contraparte. El presidente Álvaro Uribe no ha interiorizado que de lo que se está hablando es de un acuerdo humanitario, y continúa actuando como si estuviera en posición de imponer todo tipo de condiciones, propias de un ejército victorioso [...] yo pienso que lo fundamental es que acepte un acuerdo humanitario, es solo eso, humanitario, y no responde a otros motivos ni exige otras justificaciones”.
El intento de rescate sucedió el 5 de mayo de 2003 por parte del Batallón N°2 de Fuerzas Especiales del Ejército, el operativo fue nombrado como “Monasterio”. Los guerrilleros que se escondían en las montañas de Urrao se sintieron acorralados y, según testimonios recogidos por la Fiscalía y la JEP, obedecieron la orden que ya les había dado el Secretariado fariano de matar a todos los cautivos y que vino de la voz de alias “El Paisa”.
José Gregorio Peña Guarnizo, uno de los militares que logró escapar del fusilamiento le dijo a la Fiscalía:
“...el 5 de mayo, cuando se escuchó el sobrevuelo del primer helicóptero, la orden fue recoger la ropa que estaba extendida, después pasaron 4 helicópteros y dieron la orden de que nos metiéramos todos a la caleta; procedimos a tratar de empacar lo que fuéramos a necesitar más urgente, le pedimos a los doctores que llevaran pocas cosas y estábamos esperando que vinieran los guerrilleros y nos dijeran por dónde agarrar. La guerrilla se encontraba a un lado de la quebrada (...) ellos estaban a mano izquierda y nosotros a mano derecha, de allá salieron aproximadamente 8 guerrilleros y el que venía al frente, que era un comandante de escuadra, a escasos 3 metros levantó el arma y le disparó a mi Teniente Ledesma, quien quedó herido y corrió y se metió debajo del camastro que había al otro lado de la caleta, todos empezaron a disparar, la reacción que me nació a mi cuando me di cuenta de que la orden era matarnos a todos fue tenderme cubrirme la cara para que mi familia no fuera a sufrir con mi rostro destrozado; comencé a rezar, escuché que todos disparaban, esto fue en un lapso de 3 minutos, no fue más. Ellos corrieron quebrada arriba de 10 a 15 metros, pero ‘El Paisa’ estaba parado junto a un palo grueso y les gritó: ‘Devuélvanse, verifiquen y rematen, que no quede uno vivo’. Hago constar que antes de esta orden escuché muchos quejidos y estoy seguro de que el Gobernador y el Ministro Echeverri estaban heridos. Todos los compañeros fueron masacrados sin ninguna opción de defensa, en el momento de rematar al doctor Guillermo, quien quedó debajo de la cama del Teniente Tapias, me hicieron 3 tiros de los cuales ninguno hizo impacto, solo laceraciones: dos en el brazo izquierdo y otro en la cabeza al lado de la cien lado izquierdo (se deja constancia que el declarante presenta pequeñas cicatrices de aproximadamente 3 cms. cada una)”.
Según el Auto de la JEP, los familiares de las víctimas pidieron saber la verdad sobre el asesinato, para determinar si existió una orden explícita de asesinato. “Al respecto, los comparecientes han reconocido que sí existía una instrucción general de asesinar a los cautivos en caso de que se vislumbrara un rescate militar. No obstante, aclaran que no se emitió una orden específica para asesinarlos a ellos”.